29 de octubre de 2006

Poesía de Miguel D´Ors: pequeño testamento















PEQUEÑO TESTAMENTO

Os dejo el río Almofrey, dormido entre zarzas con mirlos,
las hayas de Zuriza, el azul guaraní de las orquídeas,
los rinocerontes, que son como carros de combate,
los flamencos como claves de sol de la corriente,
las avispas, esos tigres condensados,
las fresas vagabundas, los farallones de Maine, el Annapurna,
las cataratas del Niágara con su pose de rubia platino,
los edelweiss prohibidos de Ordesa, las hormigas minuciosas,
la Vía Láctea y los ruyseñores conplidos.

Os dejo las autopistas
que exhalan el verano en la hora despoblada de la siesta,
el Cántico espiritual, los goles de Pelé,
la catedral de Chartres y los trigos ojivales,
los aleluya de oro de los Uffizi,
el Taj Mahal temblando en un estanque,
los autobuses que se bambolean en Sao Paulo y en Mombasa
con racimos de negros y animales felices.

Todo para vosotros, hijos míos.
Suerte de haber tenido un padre rico.

De "Curso superior de ignorancia"

19 de octubre de 2006

La cuestión del velo islámico


Que se prohíba llevar símbolos religiosos como un crucifico, una sotana, o una camiseta de Mahoma en lugares públicos no me parece razonable. Si un fulano puede llevar una camiseta del Ché Guevara, o un símbolo del yin yan colgado del pecho, ¿por qué otro no va a poder lucir su escapulario de la Virgen?

Asunto distinto, y mucho más complicado, me parece el del velo islámico: ahí hay que preguntarse si el hecho de llevar el velo significa sumisión y discriminación para la mujer (aunque lo lleve libremente). Según la respuesta que se dé a esto, habrá que prohibirlo o respetarlo. Yo creo que sí es un signo de discriminación, pero quizá me equivoque.
Ahora bien, meter todo símbolo religioso en el mismo saco y prohibir su exhibición en lugares públicos, como han hecho en Francia y se está debatiendo en Inglaterra, me parece una soberana exageración: es la miopía del laicismo.

9 de octubre de 2006

Adiós, D. Michael



Ayer Michael Schumacher perdió el mundial de Fórmula 1.

Sin embargo, para mí sigue siendo todo un campeón, y lo que es más importante: un señor. Tras la lógica decepción de romper el motor de su monoplaza, en lugar de aislarse, enfadarse, o arremeter contra alguien, montando uno de esos numeritos al que otros nos tienen acostumbrados, fue saludando y agradeciendo personalmente su trabajo a todos los ingenieros de su escudería.

El verdadero señor sabe perder, y porque sabe perder, también sabe ganar. Qué pena que otros pilotos no hayan aprendido aún esta lección, porque al no saber perder, nunca serán verdaderos campeones.

Hasta siempre D. Michael, siempre le echaremos de menos. Gracias por su última lección.