28 de junio de 2011

Sentido común, barrica de roble y meditación




El otro día iba paseando plácidamente por la biblioteca de la universidad, y me tropecé con el volumen cuya imagen os brindo arriba (pocas veces las palabras "tropezar" y "volumen" han sido empleadas con más justificación). Se trata de un estudio perpetrado por el señor González Botija sobre el etiquetado del vino, que consta de la bonita cifra de 1133 páginas. Has leído bien, 1133 páginas.


Al hilo de semejante cifra, tres reflexiones me vienen obsesionando:



1. Qué poco sentido común nos queda cuando el ordenamiento jurídico es tan complejo que admite un trabajo de más de mil páginas sobre, j_d_t_, el etiquetado del vino.



2. Pienso que sería justo aconsejar al autor un silencio meditativo de, al menos, 10 años.



3. Si el señor González Botija bebe vino con la misma fruición que escribe, no habrá pagos ni bodegas en la península ibérica capaces de aplacar su sed.

12 de junio de 2011

Otra cosa que se me da muy bien



Normalmente nos cuesta reconocer nuestros defectos, mientras que nuestras virtudes siempre las tenemos delante de la vista. Pues bien, esta semana me he asombrado descubriendo una virtud que poseo desde hace años pero de la que hasta ahora no era consciente.

Pues bien, igual que Pepiño Blanco, soy un auténtico figura quedándome bolígrafos.

Como les pasa a los grandes, se trata de un talento natural, no necesito entrenarlo y muchas veces ni siquiera me doy cuenta. Llego a la habitación por la noche, y cuando me vacío los bolsillos digo: "Uy, este boli... ¿de dónde lo habré sacado?".

Pero pam, no falla. Bolígrafo que toco, bolígrafo que pincho.

Tengo los dos botes de mi habitación totalmente llenos, pero no soy capaz de hacer nada. Por la mañana los meto en los bolsillos de la chaqueta con idea de ir dejándolos en otras partes, disimuladamente, como los presos de La Gran Evasión hacían con la arena del túnel que les daría la libertad. Pero no hay manera. Cada noche el número no mengua, antes al contrario, crece y crece sin parar.

Espero no tener que hacer reformas en mi cuarto para dar cabida al ingente número de bolis que se reproduce en mis estanterías sin cesar.