9 de abril de 2014

No tocar


Ayer comí con los participantes en un congreso. Un señor a mi lado -muy efusivo- se pasó media comida hablando de modo muy interpelativo, y de vez en cuando me daba golpes en el antebrazo, con el revés de su mano. "Oiga, deje de darme golpecillos, ¿quiere?". No se llegué a decir, pero a punto estuve.

Intentar captar el 100% de la atención del interlocutor es una muestra de egocentrismo, cuando no de egoísmo. Pienso que es bueno conformarse con un 75%. Y, sobre todo, no imponer la que no seamos capaces de suscitar con nuestro verbo a base de golpecillos en el antebrazo.

4 de abril de 2014

¡Qué frío!


El otro día R., compañero de trabajo y buen amigo, me invitó a su pueblo a dar una charla a alumnos de secundaria. Me recibió muy elegante en la Casa de la Cultura. En el breve paseo hacia el colegio saludó a medio pueblo, mientras me explicaba quién era quién. Nos cruzamos con el juez y con el cura, a quienes me presentó muy efusivo (nos faltó el boticario). Como el pueblo está a casi mil metros de altura hacía bastante frío, y yo no llevaba más abrigo que mi traje. R. lo notó, y me dijo dos o tres veces: "Hace frío, ¿eh?" Lo curioso es que me lo decía encantado, sonriendo de oreja a oreja, como presumiendo de la temperatura. "Como si hubiera estado toda la noche preparando barras de hielo para que haga frío", pensé.

La charla estuvo muy bien, y el bocadillo de queso y beicon que tomamos después, también. Pero la impresión que todavía me dura es la cara de satisfacción de R. presumiendo del frío que hacía en su pueblo. Como si hubiera estado toda la noche preparando las barras de hielo.

Es lo que tienen las raíces, las pertenencias. Nos dicen quiénes somos y nos dan alegría. Si lo pienso bien, yo a veces echo de menos la niebla y el frío seco del invierno en Madrid.