5 de octubre de 2015

Homenaje a Henning Mankell



Hoy ha muerto Henning Mankell, maestro sueco de la novela negra y creador de la saga del inspector Kurt Wallander. Pues bien, se me ha muerto un amigo. Como lector de los libros de Wallander (que leí en catalán para aprender valenciano, paradojas de la vida), me considero amigo de Mankell. La saga me gustó muchísimo: sentí una gran melancolía cuando cerré el último libro, y pensé: that's all folks.

Wallander es un buen tío, un gran policía y una buena persona. Es verdad que suele estar un poco triste, ojeroso y desbordado por los acontecimientos. Es verdad que es torpe en las relaciones humanas, y no sabe cómo tratar a su padre, a su ex-mujer, a su hija. Es verdad que se encuentra un poco desubicado en el mundo, siempre con una taza de café americano en la mano, con sueño, con el apartamento desordenado y con la ropa sucia pendiente de llevar a la lavandería. Pero coño, Wallander es un tío auténtico. Es un héroe de hoy, con sueño, arrugas y colesterol. Un naúfrago en el mar de inseguridades y cambios sociales que le ha tocado surcar, para el que todavía no se han dibujado cartas de navegación. Y así somos todos un poco. Luchando por el bien, intentando poner orden a nuestro alrededor, y soñando con encontrar un poco de sentido en una sociedad tan cambiante y contradictoria... Wallander es uno de los personajes literarios más reales de los he que he encontrado en mi vida, a quien mejor he conocido y a quien más me gustaría conocer.

Además de novela negra de la buena, cada episodio de Wallander denuncia injusticias y abusos que a nuestra sociedad le cuesta encarar: el tráfico de órganos, la trata de personas, los abusos sexuales a menores, la corrupción o el racismo.

Por todo ello, desde aquí quiero rendir hoy un sentido homenaje a Hening Mankell, a la vez que elevo una oración por su alma. Gracias por tus libros. Farewell, maestro. Hasta siempre, amigo.

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