19 de febrero de 2012

Tonto-twitter


Ahora que cada vez leemos menos, tenemos más canales de comunicación. Lo malo es que casi nadie tiene nada relevante que decir. Menos mal que twitter, con mensajes de 140 caracteres, nos permite esconder nuestra ignoracia detrás de frases bonitas de sobre de azucarillo. Parecemos gente leída, y todo.
El otro día estuve en una conferencia (fui casi obligado, tranquilos) de Arcadi Espada, columnista de El Mundo. "La vida no tiene sentido, vamos a morirnos, y hay que ser optimistas", afirmaba en un alarde de funambulismo intelectual. Con dos cojones.
Personas que presuntamente seguían la conferencia por Internet, espigaban titulares de lo que iba diciendo Espada y los compartían en tweets, que aparecían en una pantalla detrás de la mesa del conferenciante. Me pareció patético. En primer lugar porque esas presuntas personas que seguían el acto por Internet creo que no existían. Prometería que era alguien de la organización haciendo el paripé desde la misma sala. Segundo, porque a ningún internauta le interesaban esos tweets inconexos y superficiales. Tercero, porque a los que estábamos en la sala nos distraían. Era como decirnos: como sois idiotas y vuestros cerebros sólo procesan mensajes cortos de 140 caracteres, os resumimos la conferencia.
Pero bueno, no lo olvidemos: hay que ser optimistas.

5 de febrero de 2012

El Quijote y Los demonios




Este verano leí la Segunda parte de El Quijote. Muy divertido, la verdad. Hay que pelearlo, claro, pero merece la pena. La sabiduría de Don Quijote, su sentido común, es sencillamente proverbial.



En Navidad me he atrevido con Los demonios, de Dostoievski. Ochocientas y pico páginas. La historia no es muy allá, pero por debajo de la misma late toda la tragedia del fin de la modernidad y la muerte de la metafísica, y sus consecuencias en el siglo XX y hasta hoy. De las ochocientas páginas, hay cuatro o cinco pasajes de unos pocos párrafos que merecen el esfuerzo de todo el libro. Es más, parece que todo el libro es una excusa para esos pasajes. El discurso de Stephan Trofimovich en el que se cuestiona qué es más importante, si un par de zapatos o Miguel Ángel, si Rafael o el petróleo, es una de las cimas del pensamiento occidental.



Qué pena que sea tan difícil leer estos libros. El ritmo de vida que llevamos y la instantaneidad de Internet nos hacen impacientes. Queremos historias cortas, impactantes, flashes de vida y emoción. Por eso nos cuesta tanto enfrentarnos a algunos clásicos, auténticos ladrillos de papel. Ánimo, merece la pena. Nos enseñan tanto de nosotros mismos...