6 de diciembre de 2006

Nuestro gran ministerio de Sanidad



Mientras en nuestro Ministerio de Sanidad persiguen el consumo de Doble Whopper con queso, autorizan la reproducción asistida de embriones a la carta, seleccionados. Nadie se pregunta cómo se producen los embriones; nadie se pregunta qué se hace con los que no son aptos para curar al hermano; nadie se pregunta qué hacen con los que siendo aptos, son excedentes: sobran. Pues sabe usted qué pasa, que se tiran a la basura o se experimenta con ellos.

Y todos hablamos de las bondades y maldades de las hamburguesas con queso. O somos gilipollas o estamos muy dormidos.

2 comentarios:

  1. Muy dormidos, desde luego; pero porque hay una buena colección de malvados que nos han ido anestesiando, y ahora nos encontramos buscando argumentos para que las anoréxicas coman, los gordos ayunen y nadie fume. Matar es, en cambio, políticamente correcto: se aborta, se eutanasia y se está de tertulia con terroristas.

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  2. Anónimo13:12

    Juan no he encontrado manera de hacerte llegar este poema, tal vez ya lo conoces, pero de todas formas dejame que disfrute de la ilusión de haberte regalado un anticipo de los reyes (bueno yo, no, mejor dicho jose hierro)
    RÉQUIEM

    Manuel del Río, natural
    de España, ha fallecido el sábado
    11 de mayo, a consecuencia
    de un accidente. Su cadáver
    está tendido en D'Agostino
    Funeral Home. Haskell. New Jersey.
    Se dirá una misa cantada
    a las 9,30 en St. Francis.
    Es una historia que comienza
    con sol y piedra, y que termina
    sobre una mesa, en D'Agostino,
    con flores y cirios eléctricos.
    Es una historia que comienza
    en una orilla del Atlántico.
    Continúa en un camarote
    de tercera, sobre las olas
    —sobre las nubes— de las tierras
    sumergidas ante Poseidón.
    Halla en América su término
    con una grúa y una clínica,
    con una esquela y una misa
    cantada, en la iglesia de St. Francis.

    Al fin y al cabo, cualquier sitio
    da lo mismo para morir:
    el que se aroma de romero,
    el tallado en piedra o en nieve,
    el empapado de petróleo.
    Da lo mismo que un cuerpo se haga
    piedra, petróleo, nieve, aroma.
    Lo doloroso no es morir
    acá o allá...

    Requiem aeternam,
    Manuel del Río. Sobre el mármol
    en D'Agostino, pastan toros
    de España, Manuel, y las flores
    (funeral de segunda, caja
    que huele a abetos del invierno)
    cuarenta dólares. Y han puesto
    unas flores artificiales
    entre las otras que arrancaron
    al jardín... Liberanos domine
    de morte aeterna... Cuando mueran
    James o Jacob verán las flores
    que pagaron Giulio o Manuel...
    Ahora descienden a tus cumbres
    garras de águila. Dies irae.
    Lo doloroso no es morir
    dies illa acá o allá;
    sino sin gloria...

    Tus abuelos
    fecundaron la tierra toda,
    la empaparon de la aventura.
    Cuando caía un español
    se mutilaba el Universo.
    Los velaban no en D'Agostino
    Funeral Home, sino entre hogueras,
    entre caballos y armas. Héroes
    para siempre. Estatuas de rostro
    borrado. Vestidos aún
    sus colores de papagayo,
    de poder y de fantasía.
    Él no ha caído así. No ha muerto
    por ninguna locura hermosa.
    (Hace mucho que el español
    muere de anónimo y cordura,
    o en locuras desgarradoras
    entre hermanos: cuando acuchilla
    pellejos de vino derrama
    sangre fraterna). Vino un día
    porque su tierra es pobre. El Mundo,
    Liberanos Domine, es patria.
    Y ha muerto. No fundó ciudades.
    No dio su nombre a un mar. No hizo
    más que morir por diecisiete
    dólares (él los pensaría
    en pesetas). Requiem aeternam.
    Y en D'Agostino lo visitan
    los polacos, los irlandeses,
    los españoles, los que mueren
    en el week-end.

    Requiem aeternam.
    Definitivamente todo
    ha terminado. Su cadáver
    está tendido en D'Agostino
    Funeral Home. Haskell. New Jersey.
    Se dirá una misa cantada
    por su alma.

    Me he limitado
    a reflejar aquí una esquela
    de un periódico de New York.
    Objetivamente. Sin vuelo
    en el verso. Objetivamente.
    Un español como millones
    de españoles. No he dicho a nadie
    que estuve a punto de llorar.


    José Hierro

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