Elogio de las virtudes minúsculas, Siruela, 2025.
Marina van Zuylen
“Elogio de las virtudes minúsculas” es una apología del conformismo en un mundo obsesionado con el éxito. El subtítulo del libro, “la excelencia en clave menor”, ilustra bien su contenido, que bien podría resumirse en el refrán que dice que “lo mejor es enemigo de lo bueno”.
De la mano de diferentes escritores –con citas que, personalmente, no me han resultado demasiado iluminadoras-, la autora propone la “vida suficiente” como ideal de felicidad. Para ser feliz y llevar una vida significativa, dice van Zuylen, es importante no caer en el síndrome de lo insuficiente, que siempre está buscando el reconocimiento de los demás y se olvida de saborear las pequeñas cosas de cada día.
Para vivir en esa vida suficiente la autora recomienda diferentes actitudes: abandonar las comparaciones con los demás, que son camino para la ansiedad y el postureo; suspender el juicio para no encasillar al prójimo en categorías y jerarquías que solo tienen en cuenta las apariencias; esforzarse por alcanzar la propia excelencia en lo que hacemos, independientemente de la opinión ajena; abandonar la querencia por las grandes palabras y los gestos heroicos, tan propios de adolescentes idealistas, y conformarse con los pequeños placeres y mejoras a nuestro alcance; o aceptar las limitaciones e imperfecciones humanas (nuestras y de los demás), frente a un perfeccionismo que nos agota e impone a los otros expectativas desaforadas.
Para la autora, la aspiración a la vida suficiente, el justo medio y la mediocridad positiva, lejos de ser una excusa para la tibieza y la comodidad, constituye una vía sabia para saborear los matices de la existencia y vivir nuestra vida en plenitud, buscando una excelencia discreta y asequible, sin perseguir unos aplausos externos y algo huecos que nos dejan vacíos y agotados.
La tesis del libro me ha convencido, y creo que brinda una buena oportunidad para reflexionar sobre el justo equilibrio entre conformismo e inconformismo en el que asentar nuestras aspiraciones.
Aquí dejo algunas citas
P. 15. Ser admitidos en las mejores escuelas, obtener un primer premio o una licenciatura con honores, son asuntos que monopolizan nuestra atención, y eclipsan todo lo demás. Yo quiero rescatar lo suficiente de su condición recesiva.
31. Aurea mediocritas: áureo territorio intermedio que marcaba distancias respecto a los excesos y tachaba de ilusorio todo lo que no fuera animado por el espíritu de la proporción y la mesura.
37. la media áurea, o el áureo camino intermedio, parecía más bien una excusa para aquellos que no se esforzaban lo suficiente.
39. Para muchos, aspirar al justo medio equivaldría a docilidad y falta de coraje. Tanto existencial como pedagógicamente, la rebeldía, qué duda cabe, es mucho más excitante. Si uno intenta enseñar moderación y criterios de aceptación a sus parientes más jóvenes encontrará ante sí una mirada que se irá helando por momentos. Ícaro no obedeció el consejo de su padre de “no volar demasiado alto ni demasiado bajo”.
p. 62. El éxito nunca es suficiente. Algunos sufren el síndrome de lo insuficiente. Para ellos, lo suficiente huele a resignación, algo que se entromete en su pasión y su potencial.
40. Permanecer en un segundo plano o representar un papel secundario no es la opción más deseada por la mayoría.
p. 53. Mi mayor fuente de insatisfacción procede de comparar mis capacidades y limitaciones personales con la apreciación general de lo que constituye el éxito. Vivimos bajo el síndrome de lo insuficiente.
55. Para Bernhand la cuestión se dirime en todo o nada. Si no puede llegar a ser el mejor pianista del mundo, entonces no le queda otra que renunciar al piano; mucho mejor eso que ser un pianista promedio. La vía media es lo que más odioso resulta.
58-59. Critica la envenenada competitividad. Dice que es mejor buscar una excelencia ajena a los vaivenes del reconocimiento público; a la ansiosa espera por recibir las opiniones del mundo.
66. Si (…) todos ansiamos el reconocimiento en una piscina muy limitada, entonces nuestro éxito dependerá por lo general del fracaso de otros. Para que alguien sea un genio otro tiene que ser corriente. En cualquier comunidad es imposible no saber a las claras quién está en la cima y qué lugar ocupamos en la jerarquía.
69. habla de una “preocupación morbosa por la grandeza”.
p. 71, Negra agudeza de Gore Vidal: Cada vez que un amigo tiene éxito, yo muero un poco más.
75. Entre los conceptos ganador y perdedor, la autora reivindica el concepto de “mediocridad positiva”.
91. Los éxitos externos pueden suprimir las sombras y texturas de los triunfos privados y las victorias invisibles, que siempre son mucho más discretas.
99. Dividimos el mundo entre ganadores y perdedores, y enturbiamos nuestro sentido de lo suficiente cuando priorizamos nuestra atención a los resultados sensibles más que al proceso en sí.
122. La tarea minuciosa y el cuidado por el detalle son componentes fundamentales de la creatividad.
142. Invita a renunciar al ego que tiende a dominar y a comparar; a mantenerse al margen de la esfera competitiva; a no preocuparse del estatus propio ni del de los demás.
148. Landau achaca a los perfeccionistas que no vean lo que de valioso hay también en lo imperfecto.
159. No juzgar ni encasillar a los demás. Reconozcamos al menos que solo podemos captar los fragmentos más pequeños de las infinitas posibilidades contenidas en el otro. La manera más sencilla de entender esta perogrullada pasa por imaginarnos a nosotros mismos, con todo cuanto hemos disfrutado y aguantado, todo cuanto hemos leído, mejor o peor, todo lo que hemos amado y odiado, reducidos a la más simplificadora de las categorías.
166. Orwell estaba firmemente convencido de que los engañosos absolutos enarbolados por tantos ardorosos revolucionarios eran mucho menos valiosos que las relatividades insatisfactorias de la vida cotidiana. Algunos hemos sido víctimas de esos gestos ostentosos. Lo espectacular nos seduce porque se confunde muy fácilmente con aquello que creemos desear.
167. Para amar a otra persona es preciso abandonar los ideales perfectos que nos hemos formado. (…) Implica el rechazo enérgico de cualquier exhibición gratuita de heroísmo. (…) La derrota, la aceptación de la derrota, supone un sobrio recordatorio de que todo perfeccionismo no es sino un impedimento para conocer la belleza de la disonancia. Sin derrotas, sin compromiso, aplastamos a nuestras amistades bajo el peso de nuestras exigencias, construimos castillos en el aire mientras descuidamos el techo que se agrieta sobre nuestras cabezas. Todo cuanto se muestra frágil, al borde mismo de venirse abajo, señala algo real, algo que puede ser trabajado, hecho y desecho: exactamente lo opuesto de esa dureza que hay en el tirano de las ideologías.
186. es el esfuerzo en pos de una meta, más que su cumplimiento, lo que les convierte en lo que son. Cumplir o no nuestras metas es casi siempre una cuestión de pura suerte. Pero es la manera en que las alcanzamos lo que define quiénes somos.
197. Insatisfacción y crecimiento persona. Es muy desalentador que Montaigne te diga que la satisfacción puede ser el indicio de una mente limitada. No voy a negar que de vez en cuando he exagerado mi sentido de contento para justificar una cierta apatía. ¿Pero no podemos ver las cosas de otra manera? ¿No puede uno estar satisfecho y al mismo tiempo perseguir una meta? Uno sigue buscando, pero en lugar de verse impulsado por un espíritu competitivo lo que le mueve es la convicción, el deseo de entender más y más, aunque sea a paso de tortuga, y aunque nadie más repare en ello.
199. Critica las grandes palabras del asceta, citando al autor de un libro. Disfrutando también se cambia el mundo. La mejor forma de la piedad es disfrutar… cuanto se puede. Entonces estará usted haciendo lo mejor para lograr que la tierra siga siendo un planeta agradable. Y el placer se difunde. No es posible cuidar el mundo en su totalidad, pero eso es lo que sucede cuando alguien disfruta… en arte o en cualquier cosa.
212. Me inspiran el deseo de renunciar a las imposturas, los gestos para la galería, y todo ese pesado y superfluo boato del que echo mano para enmascararme.
221. Los mayores talentos son invisibles a menudo, y con harta frecuenta los pasamos por alto.
232. El potencial se convierte en una perversa alternativa de la realidad, el ojo que todo lo ve y que solo recoge nuestros fracasos y nuestros desencantos.
240. Spinoza nos incita a desarrollar y pulir nuestros talentos, pero no para que debamos convertirlos en logros ante los demás. Lo que nos dice es que debemos cuidarlos hasta que alcancen el nivel de la distinción personal.
243. Una de las consecuencias de mi conversión a la vida suficiente fue que me hizo mucho más tolerante hacia todas esas cosas que no estaba en mis manos cambiar.
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