Hablé, departí, peroré durante casi una hora sobre un asunto de calado. Entre muchas ideas y giros sugerentes, de mi propia cosecha y decantación, dediqué siete segundos a citar dos versos de un poema de Jiménez Lozano. Trece palabras.
Al terminar la sesión se me acercó sonriendo A., hombre cultivado e inteligente. Adoptando una pose modesta me preparé para una felicitación cordial, mientras me preguntaba cuál de mis reflexiones le habría interpelado más.
"¡Qué poema el de Jiménez Lozano!", me dijo emocionado. "Uno de mis favoritos". Y se fue.
Me quedé plantado, rompiendo en pequeños trocitos el guion de mi charla y riéndome de mí mismo. A. es un hombre cultivado e inteligente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario