Igual que México, otros países son esclavos del tráfico de drogas internacional, una serpiente de dolor y delincuencia que, como señaló hace no mucho el Santo Padre, siembra sufrimiento e injusticias allí por donde pasa.
Resulta sencillo señalar a los cárteles de la droga como los responsables primeros de estas barbaridades. Lo que es más incómodo es señalar a los consumidores de droga de EEUU y Europa -quienes fuman marihuana en la cafetería de la universidad, vamos, o se meten sus rallitas antes de salir de fiesta- como los responsables últimos de esas atrocidades.
Basta ya. Dejemos de mirar hacia otro lado. La satisfacción del desenfreno del Primer Mundo tiene víctimas, con nombres y apellidos.