El derecho y el revés, Ariel, Barcelona, 2004
(3ª).
Correspondencia entre Alejandro Nieto y Tomás
Ramón Fernández
Es interesante ver las dos personalidades en
diálogo. Nieto parece un genio atormentado, caústico. Fernández, un hombre
leído y conciliador.
El libro habla un poco de la esencia del
Derecho, de cómo lo aplican los operadores jurídicos -sobre todo, los jueces-,
y de las razones por las que existen sentencias contradictorias. Más allá del
contenido, la lectura es muy agradable por la maravillosa pluma de los dos
autores, particularmente la de Nieto, llena de metáforas muy sugerentes.
Copio a continuación algunas citas o ideas que
me han gustado especialmente (cuando no se indica el autor, son de Nieto). A ver
si las revisito de vez en cuando.
(Esto es una idea de fondo, no una cita): Dos concepciones de la ley: como norma
solucionadora de conflictos, bastante unívoca. O como conjunto de criterios,
orientaciones y directrices para que el juez responda bajo su propia
responsabilidad. En esta segunda posición se sitúa Nieto. Esta teoría es la que
justifica para él que para un mismo litigio existan diferentes soluciones justas,
lo que no representa un problema. Hay muchas soluciones posibles y algunas
incorrectas.
Nieto. P. 62. Mira que la ley es un becerro de
oro que brilla demasiado y es más cómodo danzar en su torno, repitiendo las
músicas de siempre, que aventurarse por las zarzas del desierto buscando al
dios verdadero, al Derecho que está por encima de la ley.
p. 67. Las grandes organizaciones -como los
pastores- han de mimar a los consumidores y usuarios porque cabalmente viven de
ellos. Las ovejas bien cuidadas están lustrosas y con buenas carnes y, aunque
saben que así se las trata no por amor a ellas sino por el beneficio de la
báscula del mercado, pueden disfrutar de la vida hasta que les llega su hora.
p. 70. Hablando de la mala técnica
legislativa. (Escrito en 1997). Lo grave es cuando una ley, con independencia
de sus intenciones, se expresa en términos confusos, contradictorios, haciendo
imposible suaplicación y -sin beneficio de nadie- deja las cosas peor que
estaban. Corren tiempos de legisladores ignorantes e insensatos que ponen a los
profesores y jueces en aprietos muy delicados, ya que resultan de inteligencia
y aplicación imposibles.
p. 88. Tal y como cuentas -y la anécdota es de
peso- la estabilidad de la ley nos protege de los caprichos de un director general;
pero, en contrapartida, conserva ocurrencias del legislador en mala hora
tenidas (…). Con la consecuencia de que la Administración y los particulares
hemos de pagar durante años y décadas los errores de una noche legislativa.
Tomás Ramón, p. 109. Que no se cumplan todas
las normas no es tan malo. Corrige una cierta legislomanía.
Si lo que quieres decir en tu última carta es
que la ley no rige al cien por cien, la vida colectiva, esto es, la conducta de
los ciudadanos, el trabajo de los funcionarios y la propia actividad de los
jueces puedes decirlo sin más porque es cierto, pero no te apresures por ello,
sacar conclusiones demasiado rotundas. Yo te diría, incluso, que no es malo,
sino todo lo contrario. Recuerda aquella aguda frase con la que Agustín de Foxá
acertó a definir el franquismo: una dictadura moderada por el incumplimiento. Y
es que el incumplimiento parcial de la ley o, si quieres, la ineficacia parcial
de esta, es la vía por la que retorna una parte de la libertad que inicialmente
nos arrebata, que es, justamente, de lo que tú te quejas tan amarga tan
amargamente. (…) Esa legislomanía (…) encuentra un paliativa, un mecanismo
corrector, en el escepticismo del consumidor, es decir, del ciudadano que,
lógicamente, se apunta a lo que en cada caso le conviene, afortunadamente para
todos.
117. Las relaciones entre el juez y la ley:
esa cumbre de la cordillera del pensamiento jurídico que todo jurista de raza
se siente impulsado alguna vez a escalar, aunque por sus laderas y ventisqueros
todos terminen despeñados.
126. La Ley es una oferta, una directriz que
recibe el juez (todos los operadores jurídicos) para -con ella y desde ella-
ponerse a trabajar, a “hacer Derecho”.
131. Hay cosas no demostrables: no
susceptibles de demostración sino de argumentación plausible.
131. La opinión dominante no nos vincula, pero
nos obliga a ser muy cautelosos porque despreciarla es de soberbios.
150. Como de los apaleados salen los
escarmentados, veo contrabandistas por todas partes y tiendo a leer pretexto
donde pone justificación. La atractiva manzana de la técnica,
cualquiera que sea la variedad de esta, lleva escondido el gusano ideológico
que la hace inevitablemente sospechosa.
152. La pregonada conciencia de los juristas,
la conciencia de los profesores se vente a tanto la línea. (…) ¿Puedes citarme
una ley, una sola ley, que no haya sido respaldada y defendida por algún
catedrático? ¿Puedes citarme una causa vil que no haya sido sostenida por un
puñado de juristas importantes?
161. Ley: materia prima para el juez. P. 161. Las
leyes están en el Boletín Oficial del Estado, como los alimentos en un
supermercado (sic veniat verba). El juez va recorriendo los estantes y
escoge los productos enlatados y empaquetados, que con su abstracción pueden
valer para muchas cosas. Luego, en la cocina de su casa, se prepara el plato
concreto y de las múltiples posibilidades que ofrece el arroz, termina
obteniendo una paella o un arroz negro o un arroz a la cubana. Eso es lo que se
come -lo ya aderezado- y no los duros granos del paquete. Vistas así las cosas,
ni que decir tiene que las colecciones de jurisprudencia sirven como libros
recetarios para uso de jueces de poca imaginación o demasiado cómodos e
insensibles para crear sus propias fórmulas.
TRF. 176. Con las palabras nos estado
encadenar argumentos y construir razones para justificar nuestra conducta o
demostrar la falta de justificación de la de nuestro eventual adversario ante
una instancia imparcial cuya decisión hemos convenido de antemano aceptar. De
eso y no de otra cosa trata el Derecho (…).
190. Las diferencias entre demostración y
argumentación son bien sabidas. La demostración se refiere a hechos
empíricamente verificables o a reglas objetivas (…). En estos casos, cualquier
discusión es ociosa porque no se trata de opiniones personales. No se discute
si está lloviendo o no, basta sacar la mano por la ventana (…).
La argumentación, en cambio, que nada puede
demostrar, pretende convencer, intenta ganarse al auditorio con habilidades
retóricas. La demostración se logra o no se logra; no hay términos medios: o se
ha demostrado la existencia del hecho o no se ha demostrado. En la
argumentación, por el contrario, puede hablarse de plausibilidad y de fuerza
convincente. (…) 191. El objetivo declarado de la argumentación es convencer al
destinatario y convencer es lograr la aceptación o adhesión a lo que se está
diciendo.
192. La fuerza persuasoria de la argumentación
depende de (1) la solidez de las razones esgrimidas, (2) de la habilidad del
exponente y (3) de la receptividad del auditorio.
TRF. 204. El gran enemigo de la formación,
ahora agigantado hasta hacerse monstruoso, es la obsesión por la información,
el exceso de información, y de sus inevitables secuelas, el afán de novedades,
el prurito de la erudición, el deseo de mostrar a los demás que se está à la
page, la banalidad y la fugacidad de las modas.4
208. Es curioso que la sociedad moderna que ha
quitado de los altares cosas tan sagradas como la Religión, la Patria o la
Familia, siga poniendo velas al Derecho.
211. Si un torero no domina su arte, le pilla
el toro, y a un ingeniero que desconoce su técnica, se le hunde el puente. Mientras
que las sentencias y las escrituras valen igual, estén bien o mal hechas. La
calidad de los abogados se mide por contraste con la de sus adversarios; de tal
manera que pueden vivir equiparados en la calidad más ínfima: hagan lo que
hagan, uno de ellos ha de ganar el pleito y el cliente lo achacará a sus
habilidades.
214. Nada hay tan insípido como un libro que
no logra remontarse de la ley que está comentando.
216. El ocio cultural devuelve el ciento por
uno.
220. Si un día desapareciesen de las librerías
todos los libros que se autotitulan prácticos o apareciese el cura de Don
Quijote para mandar a la hoguera a todos en los que se cita pedantemente y sin
venir a cuento a más de tres autores por página, probablemente recuperaría el
apetito por lecturas nuevas.
225. TRF. No pueden pedírsele peras al olmo,
pero sí sombra.
225. TRF. Esencia del Derecho. La vida sigue y
para vivirla en paz se necesitan reglas de algún tipo, se necesitan
procedimientos para resolver los eventuales conflictos que la convivencia hace
inevitables y hacen falta árbitros neutrales que puedan, al menos, moderar el
debate, valorar las razones de unos y otros y proponer una posible solución. Ya
hemos descubierto el Derecho.
242. Porque –frente a lo que creían
ingenuamente los hombres de la Ilustración- nada hay más injusto que lo general
y uniforme. Por eso se dice que los jueces son los protectores de los
ciudadanos: no tanto a la hora de ampararlos con el manto de la ley como a la
hora de impedir que la ley se les aplique en sus términos literales. Porque el
juez puede reducir el rigor de la dura
lex y cortar, utilizando el paño genérico de la ley, un traje personal e
individualizado para cada caso.
247. Yo no pretendo ser un Sansón que derriba
las columnas para morir matando filisteos.
248. AN se dirige a TRF. Lo que pasa es que
estamos representando papeles diferentes del mismo drama y, sin uno, no se
entendería el otro. Tú has asumido deliberadamente el del constructor, el de
quien no mira atrás y, aceptando las cosas como son, entiende que siempre hay
sitio para edificar algo nuevo y hermoso. Yo he asumido, también
deliberadamente, un papel menos atractivo: el de destructor, el de quien mira
atrás y alrededor y, no aceptando las cosas como son, pretende derribarlas para
hacer sitio a lo nuevo, a lo hermoso y a lo justo. Para poder avanzar no basta
tener buenos pies, pues antes hay que abrir camino, podar las zarzas, apartar
las piedras caídas y levantar los troncos atravesados. A cuyo efecto son imprescindibles
el hacha, el pico y en ocasiones hasta la dinamita.
TRF. 255. Yo tomo el sistema tal cual es porque
sé muy bien que no va a derrumbarse por mucho que yo empuje. No soy Josué, ni
tengo sus trompetas.