Época de idiotas.
Un ensayo sobre el límite de nuestro tiempo
Armando Zerolo
Ediciones Encuentro, 2022, 162 p.
Hace unas semanas me terminé este libro. Con idea de digerirlo un poco mejor, dejo aquí una breve reseña y algunas citas. Me ha pasado como con casi todos los últimos ensayos que he leído: me entero del 60%, me interesa un 20%, y a los dos días del terminarlo retengo el 2%. Pero bueno, así es la vida (o mi cerebro).
Breve sinopsis
Hablar mal de nuestra
época está muy de moda. Las rutilantes promesas de la Ilustración –progreso,
ciencia, universalismo, bienestar- también eran mentira. El sueño antropocéntrico
y optimista de la modernidad se quebró de forma macabra en la primera mitad del
siglo XX, y todavía seguimos aturdidos, caminando a tientas y como zombis en
busca de un norte al que muchos han dejado de aspirar.
Y estamos con
estos pelos, mirando al futuro con preocupación. Motivos no faltan: invierno
demográfico, crisis migratorias, cambio climático, una soterrada carrera
armamentística, analfabetismo funcional creciente, acoso a la familia, boom de suicidios,
depresiones y ansiedad. Ya solo queda Jordi Hurtado.
Pues bien, en
este contexto, el ensayo de Zerolo es una invitación a la esperanza. La tesis
básica del libro, si no la he entendido mal, es la siguiente. El colapso es tan
grande, la desorientación tan palmaria, la soledad tan abrumadora, que estamos
en un momento inmejorable para comenzar a construir. En lugar del lamento
estéril del nostálgico –“cualquiera tiempo pasado fue mejor”- y de la agitación
adanista del progresista –“todo está mal, hay que hacer un hombre nuevo”-,
Zerolo receta esperanza, paciencia, amor a las raíces y humildad. Su
diagnóstico lleva aparejada una llamada a la acción: dejar de hablar mal de
nuestra época y comenzar a tender puentes, a hacer cosas juntos.
Para ello, el
autor señala que en lugar de dejarnos paralizar por los innegables signos de decadencia y las experiencias negativas previas debemos correr el riesgo de empezar de nuevo, con una cierta ingenuidad. De ahí el título de
libro: época de idiotas. Para Zerolo, serán los idiotas –como Don Quijote, como
el príncipe Myshkin, como Jesucristo- quienes estarán dispuestos a arriesgar,
quienes descubrirán las semillas de bien en el fondo de los corazones de los hombres,
y quienes comenzarán la reconstrucción cultural que nuestro mundo necesita. Estos
idiotas serán los “hacedores de mundo en un tiempo que tantos dicen que se ha
vuelto inhabitable”.
De las muchas
ideas que se presentan en el texto, destaco una antes de terminar: es difícil ser
joven hoy. En efecto, los jóvenes de nuestro tiempo están saturados de escuchar
diagnósticos oscuros sobre nuestra época y grises augurios sobre el futuro. Así,
no es de extrañar que los índices de ansiedad y depresión entre ellos sean tan
preocupantes. Se presenta pues la tarea de proponerles escenarios de futuro
ilusionantes, en los que puedan construir proyectos personales significativos.
Algunas citas sueltas
Del prólogo (Higinio Marín): en
el cuarto y último capítulo desarrolla la propuesta de que el nuestro es el
tiempo de los idiotas, de los que están más cerca de los niños que de los intelectuales,
de Don Quijote que de los sabiondos expertos que dan forma a la modernidad
encantada de conocerse.
p. 151. Si hablas
bien de nuestra época. “El cantor de alabanzas se puede sentir como el pasajero
de un avión en caída libre que hace un comentario sobre lo bueno que es el café
a bordo. Ante la inminencia de la catástrofe toda observación sobre un aspecto
positivo se vuelve irrelevante”.
p. 173. Paciencia
y esperanza son las virtudes más necesarias de nuestra época, pero todo apunta
a que son precisamente las dos virtudes más ausentes.
Capítulo 1. Cada época tiene sus límites.
Antigüedad: su
pueblo.
Medieval: piensa
en el cielo. Ante escultor de escultura que no se ve: “construían para el
cielo, cantaban para el cielo, y vivían pensando en el cielo. La tierra era un
camino de ida…”.
Su límite se
situaba fura del Mundo.
Moderna: plus
ultra. Superar los límites. Empezar a construir la causa del hombre. El
romanticismo es la puerta de salida de la Modernidad.
Postmoderna. P.
383. Nuestra época es un grito. El grito de una generación que ha alcanzado las
cotas más altas de poder y que ha visto holocaustos, dolores nunca vistos y que
ha caído en la tristeza existencial que ninguna otra cultura conocida ni tan siquiera
rozó. Una cultura que ha nacido del poder moderno y que se asustado de él.
Capítulo 2. Contra el decadentismo
751. Frente a la
actitud conservadora que se refugia en el pasado, la actitud revolucionaria.
Cita a María Zambrano. Ante la inseguridad de los tiempos de crisis, que es
propiamente lo que les caracteriza, existe una minoría creadora que se adelanta
abriendo el futuro: en el pensamiento, en la ciencia, en la técnica, en el
arte.
Frente al
escepticismo, también Zambrano: “ese riesgo se salva si la vida se vive de
verdad, buscando siempre el más alto modo de vida, sin conformarse con la idea
que nos hayamos hecho de ella, sin asentarnos en la creencia, y viviendo en
ella para dar un impulso mayor a la persona que la vive”. Pos. 780.
Pos. 790. En los
cambios de época: “en los que lo pasado ya no actúa como certeza, y lo futuro
aún no se conoce como are que pueda ofrecer seguridad existencial”.
Capítulo 3. La
vía posmoderna
814. De Von
Baltasar: la verdad es sinfónica. La verdad no es un concierto en el que domina
claramente un solo instrumento, sino que es un orden que nace de la relación
entre los instrumentos de viento, de metal, las cuerdas y la percusión.
1039. Cosas
comunes. Hablando de la identidad, que incorpora las idas y venidas de un
pueblo en construcción. “el sedimento de una tarea común, que mira más a lo que
es posible realizar juntos, que a lo que hay que defender, ha dado como fruto
un edificio con una identidad propia”.
1078. Robert Schumann
lo sabía muy bien y tuvo la audacia de concebir un plan que ofrecía, ante la
amenaza y el miedo, el mismo remedio que Churchill: ¡hacer algo juntos! (…)
Recuperaba la amistad social como principio, la identidad como tarea: solo si
nos implicamos en un proyecto más grande que nosotros mismos podremos conservar
y mejorar lo que somos.
1097. Esto nos
lleva a preguntarnos qué produce más alegría en nosotros, si el hallazgo de un
proyecto compartido o la triple destilación de una idea apenas compartida por
nadie, si la pureza de una doctrina o la impureza de una vida compartida. (…)
Lo mejor de nuestra tradición política se encuentra en una sencilla pregunta:
¿qué podemos hacer juntos?
1161. Sobre
paciencia y sentido del humor. El amor a la verdad nos hace comprender la
dificultad que padece el bien para encarnase en las situaciones concretas, los
mil impedimentos que encuentra, la mala suerte, los vicios y torpezas que lo
destruyen. El amor a la verdad nos hace ser pacientes con los demás y con
nosotros mismos, que es sin duda lo más complicado, porque comprendemos que el
bien necesita de nuestra colaboración para hacerse presente, y rara vez lo
hacemos todo perfectamente.
1181. Europa es
San Benito, es la generación de un espacio para que suceda algo extraordinario,
es la ocupación de lugares desiertos donde lo radicalmente otro puede acontecer.
p. 1215. Hay una
nostalgia ácida a la que se le ha otorgado carta de legitimidad. Se trata de
una autocomplacencia en la catástrofe, una suerte de masoquismo epocal, de
placer en el juicio duro y destructivo de nuestros días.
1359. Parece que
faltan hacedores de mundo en un tiempo que tantos dicen que se ha vuelto
inhabitable, y actos poéticos que construyan el mundo. Sobra la queja que
esteriliza la tierra que pisamos.
1496. El gran
idiota moderno, gozne de la Edad Media y la Edad Moderna, fue el Quijote. Loco
que se lanza al camino, porque la modernidad tiene más de travesía, de road movie, que de fonda, y a la defensa
de unos valores que solo pueden ser defendidos por un idiota, porque la fuerza
fruta del guerrero los destruirían. La única manera de ponerlos en evidencia es
la figura de un pobre loco a los ojos del mundo, un derrotado. Otro de los
grandes idiotas de nuestra época es el príncipe Myshkin, El Idiota de
Dostoievski, imagen especular de nuestro Quijote, arquetipo moral de una Rusia
en la que los pequeños se baten a diario con el poder bizantino.
Los idiotas son
seres sencillos como los niños y los locos. Asumen sobre sí los males del mundo
y la injusticia cae sobre ellos con la misma dureza que la ley sobre los
injustos. Son chivos expiatorios que purgan en su carne la violencia del mundo.
El gran idiota de la historia, en este sentido, Fue Cristo, y la idiota de
nuestro tiempo es Santa Teresa de Lisieux. La que se hizo polvo para pegarse a
las botas del peregrino, la que no podía dar un paso por sí sola, y llegó a ser
patrona de las misiones, la última doctora de la Iglesia porque enseñó al mundo
la salida hermosa que la modernidad nos ofrecía: la enorme fuerza que reside en
lo pequeño.
1530. un sistema
tan perfecto que, como decía Eliot, nadie necesitará ser bueno.
Capítulo 4. Época de idiotas
Pos. 1558. Según
van cambiando las circunstancias van cambiando las posibilidades de la
libertad. Hay individuos que hacen época, pero también las épocas hacen a los
individuos. La responsabilidad está en función de los retos históricos
particulares de cada época.
Pos. 1585. La
sociedad aristocrática se movía por el valor, el coraje y la excelencia.
Pos. 1606.
SURGIMIENTO DEL INDIVIDUALISMO. Tocqueville descubrió entonces algo
radicalmente nuevo, algo que no había existido ni en los griegos, ni en
Mesopotamia, ni en la Edad Media. Algo que aparecía de la nada para marcar una
nueva época: el individualismo. Hoy es una palabra tan manida que ha perdido su
significado, pero cuando se menciona en La
democracia en América tiene la enorme fuerza de explicar por sí sola toda
una época. No tiene nada que ver con el egoísmo, que es tan viejo como Adán y
Eva, como el primer habitante de una caverna que murió ahogado de tanto
contemplar su rostro en el agua. El mundo selfie
es tan antiguo como los charcos, no hay en el fondo nada nuevo en ello, es
el fardo de la condición humana.
El
individualismo, sin embargo, nace de un defecto del espíritu y de los vicios de
la afectividad. La conciencia de ser un eslabón en la larga cadena de la
historia se debilita hasta romper el vínculo afectivo con el mundo que rodea al
individuo. Siente que nada debe al contexto social, político e histórico en el
que se vive y, por tanto, piensa que no pierde nada si todo se hunde: después
de mí, el diluvio.
Pos 1626. Sigue
hablando del individualismo. El individualismo es la pérdida sucesiva de
vínculos de pertenencia hasta quedar recluidos en la cárcel de nuestras
preferencias. (…) Así lo entiende Tocqueville, para quien el individualismo es
un “sentimiento reflexivo y apacible que induce a cada ciudadano a aislarse de
la masa de sus semejantes y a mantenerse aparte con su familia y sus amigos; de
suerte que después de formar una pequeña sociedad para su uso particular,
abandona a la grande a su destino”.
Pos 1713. Habla
de la importancia de tomar conciencia de nuestra individualidad. (En el
contexto de la postmodernidad y la sociedad de masas, anónima). Todos y cada
uno de nosotros somos una novedad absoluta. Lo que estamos llamados a hacer,
decir, o vivir, no lo hará nadie nunca más, porque no ha habido ni habrá en la
historia nadie como nosotros. Nadie lo hizo antes ni nadie lo hará después. O
lo hacemos nosotros, o se quedará sin hacer.
Pos 1735. El
hombre sin individualidad, sin sentido, es un HOMO AGITATUS. Al no encontrar
reposo en la satisfacción de sus deseos más íntimos, no puede descansar ni en
los bienes de la vida, ni en la tranquilidad de la intimidad. Por eso se mueve
sin descanso, como un hámster en la rueda, sin dirección ni sentido. Sin
posibilidad de pausa. Es un homo agitatus,
dice el filósofo español Jorge Freire, un hombre sin reposo condenado a
moverse o a caerse, como el aprendiz de ciclista.
Pos 1762. Hay que
ejercitar la libertad, si no se atrofia. Es fácil olvidar que los cuerpos en
movimiento tienden a pararse. La libertad, como toda virtud, si no se ejercita
se pierde. Y siempre se pierde por el lado más placentero, que es el intentar
hacer cosas solo con aquellos con los que nos apetece, y evitar a los que nos
incomodan.
Pos 1788. El
liberalismo extremo conduce al colectivismo. El pavoroso descubrimiento de que
el extremo individualismo conduce a un colectivismo disolvente dejó
desconcertados a los protagonistas de la época. ¿Cómo era posible que la
conclusión del libertarismo burgués hubiese acabado en el fervor fascista? Para
Capograssi esto no fue una sorpresa. Era comprensible que personas
absolutamente solas buscasen al menos el reconocimiento y la aceptación del
grupo.
Pos 1802. Por qué
hoy hay tanta EXTRAVAGANCIA. El yo que se diluye, que pierde la identidad,
necesita encontrarla de nuevo como sea, desesperadamente, y la forma que le
parece más directa es la de la extravagancia: hacer lo que sea, aunque no tenga
sentido.
Pos 1852. MUCHOS
MEDIOS, POCOS FINES. En efecto, puede que también se nos estén atragantando
tantos avances técnicos y que no tengamos fines a la altura de los medios que hemos
creado.
Pos 1924. Vivimos
en la cultura de la derrota. Difícil para los jóvenes. Las distopías triunfan
sobre las utopías; el sentimiento de una amenaza incierta (algoritmo, cambio
climático, transhumanismo, capitalismo, etc.) pesa más que la ilusión por el
bien posible; (…) en anhelo y la nostalgia vencen a la esperanza; y, en
definitiva, resulta que no hay nada más contracultural que hablar bien de
nuestra época (…). No sé si ha habido alguna otra generación en la historia que
haya crecido recibiendo más juicios negativos por parte de sus mayores sobre su
futuro. No sé si habremos conocido una generación más desamparada, más
desprovista de una guía efectiva y de unas claves de interpretación positivas
de su presente, pero estoy convencido de que asomarse al mundo para estos
jóvenes no es fácil cuando sus padres, biológicos o espirituales, les han dicho
por activa y por pasiva que no hay esperanza y que todo es peor que antes.
Pos 1982.
IMPORTANCIA DE EXPERIMENTAR LO POSITIVO DE LA VIDA. Es imprescindible haber
experimentado esta positividad de lo real para abandonarse, y esta experiencia
está al alcance de todos porque la realidad es pródiga en bienaventuranzas.