20 de noviembre de 2018

Elogio de la rutina




Es innegable que la rutina tiene mala prensa. Parece una especie de maldición que quita la alegría y mata la espontaneidad. Con la honrosa excepción de los mazados de gimnasio y los corredores de maratón -que cada día son más-, en general asociamos rutina a oficinistas grises y aburridos, que aman lo previsible y quieren tenerlo todo bajo control. Rutina, amor a las reglas: virtudes tardofranquistas de burócratas inseguros y tristes, con pavor a la improvisación y a las sorpresas de la vida.
Nosotros no somos así. Nos molan las gafas de colores y las minifaldas. Nos gusta improvisar. Debajo del asfalto de las ciudades está la playa. Prohibido prohibir. Nos divertimos en el trabajo. Tenemos una visión-misión. Y todas esas gilipolleces adolescentes. Suerte con ello.
Yo me quedo con la rutina. Me encanta. Nadie lo dice mejor que Gómez Dávila: "Que rutinario sea hoy insulto comprueba nuestra ignorancia en el arte de vivir".