Diego Fusaro
Difendere chi
siamo. Le ragioni dell’identità italiana.
Rizzoli, 2020, 246 páginas.
Comentario
Para preparar mi viaje a Roma en mayo busqué algo que escuchar y que leer en italiano, y me topé con algunos podcast de Diego Fusaro. Me gustó mucho, así que decidí comprarme el libro que ahora comento. El libro está a la altura de los podcast. Es uno de los ensayos que he leído últimamente que más me ha gustado.
He disfrutado de su lectura al menos por tres razones.
En primer lugar,
porque es un libro apasionado sobre un tema importante y actual: la identidad cultural,
nacional e identidad. Resumiendo mucho, la tesis de Fusaro es que la identidad
está bajo amenaza por un doble frente: la derecha globalista que quiere que
todos seamos consumidores intercambiables y homologados; y la izquierda
arcoíris que combate cualquier pertenencia fuerte: Estado, familia, religión,
en nombre de un “amor universal” que en el fondo deja a la gente sola. El “mercado”
quiere llenar ese vacío con el capitalismo y sus productos; la izquierda
estatalista, suponemos que por un Estado “papaíto” que no tenga rival a la hora
de colonizar la mente y el corazón de los ciudadanos.
En segundo lugar,
porque es un libro políticamente incorrecto, que critica de forma abierta e
inteligente muchas de las corrientes hoy en día imperantes, que califica de
totalitarismo cool, permisivo y hedonista,
caracterizado por lo políticamente correcto y lo éticamente corrupto. Su idea
básica es que muchas de las causas de la izquierda arcoíris –ecología,
feminismo, veganismo, derechos de los animales- son reivindicaciones de una
clase media cool cada vez más
egoísta, que detrás de un amor a lo universal esconde una gran indiferencia
hacia los problemas reales de la gente normal (salarios bajos, difícil acceso a
la vivienda, complicaciones para formar familias, etc.). La derecha globalista
celebra que la gente se enrede en disputas sobre problemas tangenciales y no
reivindique cuestiones de derechos y de justicia más serias.
En tercer lugar,
porque el libro está muy bien escrito. El autor escribe de forma plástica y potente,
empleando un lenguaje propio muy característico.
Aquí dejo una
colección (un poco extensa) de citas y formas de decir que me han gustado
mucho. Leyéndolas en diagonal se puede tener una imagen general del tono del
ensayo.
Citas
Capítulo 1. Identidad y
diferencia.
13.
Vocacionalmente heterófobo, el globalcapitalismo no ama al diferente, sino que
intenta neutralizarlo a toda costa.
14. Identidad y
diferencia están hoy bajo asedio.
15. Qué necesita
el globalcapitalismo y qué no.
No necesita
pueblos radicados en su historia y en su tierra, ni subjetividades con
identidades fuertes y capaces de oponer resistencia, sino consumidores del yo
mínimo y narcisista, con identidades líquidas, gadgetizadas y efímeras.
18. El
capitalismo debe favorecer el encuentro de los hombres en el mercado y, junto
con ello, desincentivar toda otra manera de relación comunitaria.
21. La
globalización busca producir masas amorfas de sujetos post-identitarios e
intercambiables…
24. La aversión
globalcapitalista por los límites y las fronteras es la del invasor respecto a
toda barrera que encuentre en su camino.
29-30. Dos mitos
para ilustra dos caminos errados en relación con la identidad: Narciso y Eco.
Los complejos de
Narciso y de Eco permiten encuadrar los dos principales dilemas de la identidad
en el tiempo del globalismo. (…) Por un lado, el provincialismo
hiperidentitario cerrado, propio de los fundamentalistas de la identidad. (…)
Por otro, (…) la pulsión cosmopolita hacia la desidentificación y una apertura
irreflexiva hacia la alteridad, que presenta como presupuesto la negación de la
propia identidad, de la que se reniega en nombre de la openness. Mis palabras: en estas dos opciones se niega la
identidad, no se realiza.
La identidad es
relacional. No se cierra autistamente en sí misma, como Narciso. Pero tampoco
se anula en la apertura incondicionada al otro, como Eco. El respeto de la
identidad y las tradiciones de los otros no comportan el abandono de las
propias.
El diálogo entre
diversas identidades, que se relacionan abriéndose recíprocamente sin renegar
de lo que son, es exactamente lo opuesto del diálogo fingidamente multicultural
–en realidad, entre indiferenciados- promovido y prometido por los apóstoles
del globalismo.
31. Nuevo
totalitarismo cool y antiautoritario.
Este globalismo
acepta el diálogo a condición de que los que dialogan repitan el mismo
contenido, o sea el verbo único políticamente correcto y éticamente corrupto.
33. Fundamental:
tomar conciencia de la propia historia y del propio proyecto.
38 y ss.
Fidelidad creativa. Resumen previo a las citas. Hay que evitar dos peligros: el
progresismo que solo mira hacia adelante y desprecia las raíces; y el
tradicionalismo que momifica la identidad. Conviene conocer y valorar la propia
herencia para proyectarse hacia el futuro y transmitirla de forma creativa,
como algo vivo, y no como una pieza de museo.
La identidad,
como la tradición, existe en la medida en que se realiza, o, si se prefiere,
tiene su historia y existe siempre en proceso. No literal: mira hacia atrás y
hacia adelante. Se evita así la postura del progresista que –cautivo del
complejo de Orfeo- no quiere volverse retrospectivamente a su propia historia y
a la propia tradición. Y también la del tradicionalista radical, que eleva la
tradición y la identidad al rango de cosa inmutable, de fetiche petrificado en
una dimensión sustraída al principio de la historicidad. Este es un
“embalsamador”, que con su “furia coleccionista” momifica la vida.
39. Los heraldos
del progresismo arcoíris…
40. La historia y
la tradición no deben entenderse ni como una carga inútil, de la que hay que
deshacerse, ni con el rigor mortis del
tradicionalismo estático y acrítico. Hay que recibirla del pasado y
transmitirla al futuro, reavivando y renovando lo que se ha recibido. Se trata
de conservar renovando y revolucionar manteniendo.
“Lo que has
recibido, para poseerlo, tendrás que conquistarlo”. Cita del Fausto de Goethe.
Hay que llegar a ser lo que se es, esforzándose por actualizar la potencialidad
de la propia identidad y de la propia tradición.
Esta es la
fidelidad creativa, que mira al pasado no con la mirada del arqueólogo, sino
con la de quien aprendiendo de lo pasado proyecta cosas en el futuro. Es un
pasado viviente, capaz de abrir nuevas posibilidades de desarrollo futuro.
44. Las identidades
culturales son identidades narrativas, que nos conectan con quienes han sido,
con quienes somos y con los que vendrán.
Capítulo 2. La
desidentificación: la homologación individualista.
49. Crítica del
cosmopolitismo.
El cosmopolita es
quien se siente, en abstracto, ciudadano del mundo, porque en concreto ha roto
cualquier vínculo de pertenencia con el territorio y las tradiciones, con la
comunidad nacional-popular y con sus costumbres, con la nación y con la lengua
madre. El cosmpolitismo es, en este sentido, otra forma de llamar a un
universalismo nocivo, pensado como la antítesis de las determinaciones
concretas y las diferencias de los pueblos y las culturas.
50. Se condena y
demoniza cualquier forma identitaria y soberana que no sea el individuo
librecambista, startupper y consumidor de la identidad centrifugada y
gadgetizada.
51. La open mind
celebrada por el nuevo orden mental y por la catequesis cosmopolitizadora
coincide, en último término, con la mente vacía de cualquier contenido ligado a
la tradición histórica y a la identidad cultural. Así, la mente abierta en el
sentido de vacía, está preparada para ser redefinida y plasmada sin oposición
según las exigencias de los mercados desregulados.
Se coloniza el
imaginario por parte del capital subcultural ligado a la homologación del nuevo
orden mental.
Estos
consumidores no conocen pasado (tradición) ni futuro (proyecto), porque viven
en el reino del eterno presente de consumo.
56. La tarea de
la cultura es, fundamentalmente, educar la identidad.
57. Amar la
humanidad significa, entonces, amar las diferencias y las identidades de las
que se compone, sobre todo a partir del amor por la propia identidad cultural,
por el propio pueblo, por la propia lengua y por el propio territorio.
Significa respetar los confines como símbolo de identidad y de la justa medida.
58. la propia
identidad se refuerza mediante la confrontación con los otros.
60. Solo cuando
hay diferencias puedo llegar a ser quien soy, conocer mi identidad.
Solamente la
comparación (confrontación) con la Diferencia (con el otro) me hace posible
pensar mi Identidad (lo propio), reapropiándome de lo que es propio,
asimilándolo. Una identidad que no se abre a la diferencia es, por ello, una
identidad frágil.
El peligro para
la identidad –propia y de los otros- no viene de otras identidades, por fuertes
que sean, sino de aquellos que, al no tener una identidad, no pueden respetar
la identidad de los demás y aspiran a la desidentificación universal, a la
pulverización de toda identidad. El enemigo no es pues el portador de una
identidad, sino el nihilista.
La invitación a
ser flexible y a poner entre paréntesis la propia identidad debe entenderse
como una exhortación a despedirse de uno mismo y del propio proyecto de vida.
Se fomenta el yo líquido, a quien dar forma desde fuera.
Mis palabras:
nadie más intolerante que quien reniega de las diferencias y quiere que todos
sean iguales –nacionalista paleto o globalista open mind-.
62. Solo quien
tiene una identidad puede, de hecho, resistir a la nada de lo indistinto
planetario impuesto por la desidentificación mercadista.
Homo vacuus. 71.
Sus rasgos característicos son la fragmentación, la ausencia de memoria y de
proyectos, la saturación, la falta de un centro.
La identidad,
entendida como la permanencia en el tiempo y en el espacio de un sustrato que
resiste al puro devenir, es sustituida en favor de una pura sucesión
heterodirigida de imágenes y percepciones, flujos de deseos y sugestiones
siempre brillantes.
75. La nada de la
globocracia anónima del nuevo poder consumista avanza veloz, como en la
Historia Interminable de la novela de Michael Ende. Y devora todo lo que
encuentra en su marcha triunfal hacia el siempre igual.
Se demonizan las
fronteras y la patria. Confundir órgano con identidad.
76. La astucia de
la razón mundialista y del orden globocrático reposa en la demonización de las
fronteras nacionales y de las interiores de la identidad como fuerzas
discriminatorias y, como tales, universalmente negativas.
Pero es un salto
tramposo: se confunde la pulmonía con los pulmones… y se invita a amputar éstos
para terminar con aquella. La nación no equivale a nacionalismo.
Las fronteras:
enseñan a delimitar el propio yo y sus apetitos egoístas, ya que lo insertan en
un horizonte comunitario más grande. El confín como frontera y como límite no
niega el tránsito, pero evita las invasiones. Negar las fronteras, la
identidad, abre la puerta a la okupación del mercado.
La igualdad no es
homologación, sino libre e igual desarrollo de las diferencias, respeto a cada
identidad específica y, por ello, a la recíproca alteridad. Lo otro es la
liberta del siempre igual, que es una caricatura de la igualdad.
Amenaza del
colonialismo del indistitno y el imperialismo de lo mismo. En lugar del sujeto
consciente e irrepetible, prevalece el individuo neutro y desindentificado.
El mercado busca
producir un indiferenciado global de consumidores, para lo que tiene que
destruir la identidad y las fronteras.
Capítulo 3. La noche del mundo.
El vacío del siempre igual.
El hombre
reducido a starupper de sí mismo.
Se olvida
fatalmente de que las cosas más importantes no son cosas.
La característica
más sobresaliente del falso multiculturalismo consiste en la autofobioa.
Scrutton lo define como oikofobia: fobia respecto de todo vínculo con la propia
identidad histórica y cultural.
96. La izquierda
arcoíris deslegitima el concepto mismo de identidad y, con él, la posibilidad
de resistir a la colonización integral del imaginario por parte del orden
tecnocapitalista.
98. Por limitarnos
a la cuestión que en esta sede nos interesa, si la derecha del dinero necesita
desestructurar la potencia de los Estados nacionales, de las identidades
culturales, de la familia y de la lucha de clases desde abajo, la izquierda de
las costumbres deslegitimará el Estado nacional como un peligroso remedo nazi,
la identidad como una fuente insidiosa de agresividad xenófoba, la familia como
retrógrada sede del paternalismo y del patriarcado y la lucha de clases desde
abajo como populismo tribal y regresivo.
p. 101. El
gadget, emblema quintaesencial de la mercancía que se hace seductora y de la
elección entre diversas facetas del siempre-igual.
105. Fácil
manipularnos. El hombre de hoy, vacío de su identidad, se asemeja a Proteo.
Está expuesto a toda forma de solicitación y de redefinición, privado de
elementos que –de la tradición al espíritu crítico, de la cultura a la memoria-
le permiten oponer resistencia al asedio permanente operad de la cultura
nihilista de los mercados.
107. La supresión
de las fronteras materiales nacionales y de las fronteras inmateriales identitarias
resulta emancipador no para las personas, sino para el Señor global-elitista y
para el dominio all inclusive del
mercado.
109. Se ha
producido una generación de “egomonstruos” narcisistas que pretenden que todos
sus deseos de consumo asuman el estatus de derechos imprescriptibles.
112. Interesante.
Contrapone los problemas postmaterialistas de los ricos a los problemas de
tanta gente real.
La nueva
izquierda arcoíris se centra en problemas postmaterialistas y postmodernos de
derechos civiles, cosméticos y de consumo, como la integración de las minorías,
la acogida de los inmigrantes, la cuota rosa, las tecnologías verdes, la diferenciación
de residuos, los derechos de los animales, la alimentación vegana y la
discriminación lingüística. Peor ignoran otros problemas, ligados a otra
sensibilidad, como los sueldos de los trabajadores, la familia y el futuro de
los hijos, la tradición identitaria y las raíces territoriales.
La política del
fragmento prevalece sobre la política de lo común.
115. Se promueve
la homologación, llamándola igualdad.
Brigadas fuxias
de guerrilleros del arcoíris.
121. El hombre
postmoderno no debe tener ninguna pertenencia identitaria que lo ligue
simbólicamente a una comunidad, a una historia, a una nación, a un territorio o
a una civilización. Debe ser un simple átomo competitivo y sin raíces: su
pertenencia material e inmaterial solo puede ser la del mercado planetario.
Capítulo 4. El globalismo de la
indiferenciación.
122. Heterofobia:
la ideología de lo mismo.
123. El
tecnocapital procura la supresión de las diferencias y, con ellas, de las
alternativas: y ello para que triunfe la unidimensionalidad de la mercancía y del
hombre hecho mercancía.
124. La
mundialización como colonialismo glamuroso y a la altura de los tiempos, que
incluye neutralizando y uniforma nivelando.
126. El discurso
globalista subraya la atención sobre la humanidad, para distraerla de quien en
concreto –pueblo, clase, individuo- sufre a nuestro lado. Se invita a amar a la
humanidad, identificada con quien está lejos, con el solo objetivo de justificar
un soberano desinterés por quien están realmente a nuestro lado.
126-127. Resumo
con mis palabras. El globalismo dice que el amor particular –a lo propio-
implica egoísmo, y apuesta por el amor a lo universal. Pero esto es una
mentira: el amor a lo universal esconde casi siempre un amor egoísta solo a uno
mismo.
130. Se fomenta
un individuo Smart, libre de toda
pertenencia y de todo vínculo.
140. El nuevo
opio televisivo dirige a la juventud hacia el mito de “más placer” y “más
plusvalía” como el único objetivo. Se separa a las nuevas generaciones de toda
pasión política, de todo anhelo cultural y de todo ligamen con la identidad
tradicional y con las raíces materiales e inmateriales.
La generación MTV
ha aprendido a vivir como una emancipación la incapacidad de hacer proyectos,
la inmadurez permanente y la inestabilidad existencial.
Capítulo 5. Del sueño de una
cosa al sueño de las cosas
El hombre
necesita símbolos para habitar el mundo, para hacerlo vividero. Se está
produciendo una “desimbolización”.
145. Sin un sistema
simbólico y cultural, sin perspectiva utópica y sin raíces, el hombre es
prisionero de un desierto simbólico que avanza. El dinero y lo material se
convierten en la única fuente de sentido.
149. El
imaginario es colonizado por los ritos y las liturgias del consumo.
150. Sociedad del
self-services y del “todo lo que puedas comer”. Hedonismo neo-laico.
156 y siguientes.
Se destruye la identidad cultural y de clase. Pero también la biológica, con el
tema del transhumanismo y del género. Todo puede ser cambiado a nuestro antojo,
a nuestra voluntad, a nuestro capricho.
160. Con el
antiespecismo no se consigue elevar a los animales al rango humano, sino
bajarnos a todos al rango de utilizables.
El hombre
líquido: no tiene nada sólido que no se deje modelar.
165. Según la
profecía de Heidegger, la alternativa que hoy tenemos está entre una humanidad
que ya ha colapsado y otra que está todavía enraizada en el terreno; o, si se
prefiere, entre radicales y radicados, entre desenraizados y quienes tienen
sólidas raíces.
Capítulo 6. Identidad o barbarie
p. 168.
Importancia de la dimensión proyectual: “La proyectualidad confiere activamente
un sentido al propio estar en el mundo, a partir de las propias raíces y del propio
origen”. Es importante aprender a abrirse a un futuro proyectado e
intencionado. Al ser humano corresponde elegir libremente cuál de sus
posibilidades quiere poner en acto.
Buscar un mañana
libremente perseguido.
169. El sentido
de la vida se construye como una articulación entre “el pasado recordado, el
presente de la vida vivida y el futro proyectado”. Para ello es esencial tener
memoria de la proveniencia (Tradición) y apertura prospectiva al futuro
intencionado (Proyecto).
171. La tradición
no es una cadena. La tradición elegida es fundamento de la historicidad y de la
fidelidad creativa. Esta fidelidad combina la conciencia de los orígenes y del
pasado del que se es hijo con la libre proyectualidad de lo que viene, y por la
tanto con la elección de la gama de posibilidades encerrada en nuestra
historia.
No se trata de
aferrarse a un pasado claustrofóbico y esclerotizado, sino de reconocer la
propia identidad y desde ahí elegir el futuro. La tradición permite la vida.
173-174. Habla de
que se pueden cambiar las cosas. No debemos disolver lo posible en lo
existente. Es importante variar el coeficiente de inevitabilidad.
180. Los
catequistas de lo políticamente correcto.
185. La oposición
al globalcapitalismo (…) necesita de bastiones interiores y de fortalezas
culturales no homologadas al nihil
que avanza con la inclusividad neutralizante propia del globalismo
mercantilista. Hacen falta espacios de conciencia crítica y de tradición
cultural, de memoria histórica y de identidad nacional-popular: son las
primeras barreras para oponer resistencia a la homologación falsamente
multicultural y al relativismo centrífugo.
190. Las brigadas
moradas de la izquierda arcoíris son antifascistas en ausencia del fascismo, y
combaten, llamándolo fascismo, todo posible retorno de la soberanía del Estado nacional.
(…)
196.
Totalitarismo cool, permisivo y
hedonista, para consumadores homologados.
202. Cuanto más
enraizado se esté en las tradiciones y las costumbres, en los dialectos y en
los ritos, más serán capaces de resistir al imperialismo mental de la
globocracia y a la “nada” que ella pretende implantar en las cabezas y en los
corazones.
207. El futuro no
es una repetición tautológica del presente completamente alienado: es, por el
contrario, lo que de él sabremos hacer mediante nuestro hacer y nuestro pensar.
(…) Como escribía Goethe a von Müller el 4 de noviembre de 1823: la auténtica
nostalgia debe ser productiva, debe crear algo nuevo que sea mejor.