Aquí dejo un comentario de tres clásicos que he leído este verano. Aprovecho para avisar de que últimamente utilizo el blog como cajón de sastre, para ir publicando cosas que escribo y no tengo dónde guardar. Espero que esta costumbre no desnaturalice mucho 10argumentos. Vorem.
Este verano he
leído tres clásicos: Grandes esperanzas (Dickens, 1860-1861), Padres e hijos (Turgueniev,
1862); y Almas muertas (Gógol, 1842). Poquito a poco vamos completando el
canon. Respectivamente, les pongo un 8, un 9 y un 6,5.
Aquí dejo algunas
impresiones sobre cada uno.
Grandes
esperanzas cuenta la infancia y primera juventud de Pip, un niño de un contexto
rural y pobre que recibe una misteriosa donación en su favor de un benefactor
anónimo que le hará rico cuando alcance la mayoría de edad. Las expectativas o
esperanzas asociadas a esa donación le hacen irse a vivir a Londres y cambiar
su estilo de vida humilde –está destinado a ser herrero, como su cuñado- por
otro algo esnob en la capital inglesa.
A lo largo de las
páginas aparecen personajes muy bien caracterizados, entre los que destaco los
siguientes.
-
Joe:
cuñado de Pip, casado con su hermana mayor. Es un hombre sencillo y bastante
simplón, pero que quiere profundamente a Pip.
-
Miss
Havisham. Extraña señora que fue abandonada al pie del altar el día de su boda
y que ha renunciado seguir viviendo, convirtiendo su casa en una especie de
tumba congelada el día en que debió ser desposada.
-
Mr.
Jaggers: abogado londinense frío y distante que inspira un temor reverencial a
todo el que se acerca a él. Se encarga de los asuntos legales de Pip.
-
Biddy.
Amiga de la infancia de Pip, con quien quizá Pip podría haberse casado y
llegado a ser feliz de no tener tan grandes esperanzas.
La novela tiene
un tempo tranquilo y lento, como todas las de Dickens, y no le falta un punto
de humor irónico e inteligente. Muchos de los personajes son estupendos. Entre
los temas que se abordan, destaca el de cómo las expectativas sobre lo que
significa ser un caballero respetable influye en las personas, principalmente
en Pip, quien, a pesar de ser el narrador, a menudo queda como un lechuguino o
un pueblerino pretencioso. Quizá los tres personajes más entrañables de la
novela –Joe, Biddy y Wemmick, un trabajador del despacho de Mr. Jaggers- son
precisamente aquellos que no tienen especiales expectativas, en el sentido de
que se conforman con lo que tienen y no viven pendientes de la opinión de los
demás ni de las apariencias.
En cuanto a Padres e Hijos, la novela me ha gustado mucho. Es una historia curiosa, sin un protagonista claro. La narración
se articula en torno a tres grupos de personas y a tres lugares.
El primer grupo
de personas son Arkadi y Bazarov, jóvenes veinteañeros con estudios
universitarios que comparten una visión revolucionaria de la vida. Bazarov, que
se declara nihilista a las primeras de cambio, es algo mayor que Arkadi y ejerce
una gran influencia sobre él. Con un cierto adanismo, ambos desprecian las
tradiciones, denuestan las convenciones sociales vigentes y tratan con una
cierta displicencia a sus mayores.
El segundo grupo
lo ocupan el padre y el tío de Arkadi y los padres de Bazarov. Se trata de
personas de una generación anterior, que –aunque abiertas a los cambios
políticos y sociales- observan con un punto de preocupación la deriva
ideológica y el despego afectivo que detectan en sus hijos o sobrino.
El tercer grupo
lo conforman dos hermanas: la hermosa Ana Odinstova, viuda cercana a los
treinta, y su hermana pequeña, Katia. Tanto Arkadi como Bazárov quedarán pronto
rendidos ante los encantos de Ana Odinstova, si bien esta se siente inclinada
hacia Bazarov.
En cuanto a los
lugares, la acción discurre entre la casa del padre de Arkadi, la de los padres
de Bazarov, y la de Ana Odinstova.
El libro avanza
mediante distintos encuentros y conversaciones, en los que se
hacen patentes diferentes conflictos, fundamentalmente generacionales,
ideológicos y afectivos. Turguénev describe de forma magistral los estados de
ánimo, los sentimientos y la evolución interna de los protagonistas, sin tomar
partido por ninguno de ellos ni abordarlos de forma moralista o maniquea. En
muy pocas páginas –apenas 200- se presentan de modo profundo y muy matizado una
amplísima gama de situaciones, paradojas y relaciones que a otros autores
–especialmente rusos- les llevan tomacos de 700. Todo en el desarrollo de la
trama es elegante y moderado, lejos de los arrebatos pasionales que
caracterizan otras novelas rusas, particularmente las de Dostoievski.
A esperas de una relectura –que tengo pendiente para preparar un libro fórum-, y más allá
de la genial descripción de los sentimientos de los personajes, me ha gustado
especialmente el contraste entre las ideas y las experiencias de Bazárov, quien
por lo visto es el primer nihilista retratado en una novela rusa, y pudo
inspirar el personaje de Iván Karamazov. Conforme a su cosmovisión, todo en la
vida tiene para Bazárov una explicación científica; resulta imprescindible
impugnar y atacar cualquier sistema de valores establecido; y toda forma de
amor es un puro sentimentalismo romántico despreciable. Sin embargo, tras el
encuentro con Ana Odinstova, sus planteamientos racionalistas y nihilistas se
tambalean. Aunque, como he dicho, Turguénev no hace juicios morales, resulta
elocuente que Bazárov encuentre una cierta paz al final del libro ayudando a su
padre médico a atender mujicks enfermos –en lo que supone un acercamiento a la
realidad-, y (spoiler) fallezca joven tras contagiarse de una enfermedad mortal
mientras realiza una autopsia, lo que bien puede ser una metáfora de los
nefastos efectos que el nihilismo –una doctrina mortal- puede producir en un
joven inteligente y prometedor. De esta enfermedad escapa Arkadi gracias al
amor de Katia, que le rescata de los cantos de sirena de las doctrinas de
Bazárov.
En resumen, un
libro breve, profundo y ameno. Muy recomendable.
Vamos con Almas
muertas. Publicada en 1842, se dice que es la primera novela moderna rusa. El propio
autor la define como un poema épico en tres partes, y la asemeja con la Divina
comedia, con su infierno, su purgatorio y su cielo. La versión publicada de
Almas muertas se corresponde con la primera parte y algunos fragmentos de la
segunda, cuyo manuscrito original el autor echó al fuego diez días antes de
morir. La obra también ha sido comparada con El Quijote, ya que relata las
andanzas de Chichikov y sus dos siervos por diferentes provincias de Rusia y
sus encuentros con una galería muy particular de personajes. Sin ser crítico literario ni saber ruso, creo que ambas comparaciones son bastante generosas con el libro de Gógol, que por otro lado está a medio cocinar.
La trama de Almas muertas
es sencilla. Chichikov, un funcionario retirado de mediana edad, escasos recursos y presencia estudiadamente distinguida, recorre diferentes provincias de Rusia con una peculiar
intención: comprar campesinos muertos (almas muertas), cuyo deceso todavía no
consta en los registros oficiales. Si bien parece que la intención de tan extraño
negocio es obtener del gobierno la cesión de tierras para ser cultivadas por esos
supuestos siervos, en ningún momento queda claro para qué quiere Chichikov esas
almas exactamente. A lo largo del libro, Chichikov formula su propuesta a
diferentes personajes, cuyas reacciones resultan muy variadas, en función de su
carácter.
El nervio de
libro no es otro que dichos encuentros y su contexto: el paisaje, la situación
de cada aldea o hacienda que Chichikov visita, las isbas de los siervos, la casa de cada terrateniente, el recibimiento
que hace de Chichikov y su reacción ante tan extraña propuesta. El libro combina
un tono descriptivo y realista con algún pasaje humorístico, cuando no kafkiano.
El viaje de Chichikov es empleado por Gogol para describir el paisaje y el alma
rusos, a través de los diferentes caracteres que va presentando, la mayoría de
ellos muy caricaturizados.
La historia no me
ha enganchado demasiado y, para terminarla, he tenido que remar. Supongo que en
parte es porque se trata de una obra inacabada, en la que de antemano se sabe que no hay cierre ni final. En cualquier caso, el libro tiene pasajes interesantes,
que revelan un gran conocimiento del alma humana, con sus grandezas y miserias,
y otros realmente divertidos. En particular, destaco el Capítulo IX (de la
primera parte), que da cuenta de cómo el prestigio de Chichikov en una
determinada ciudad se esfuma en pocas horas tras la propagación de bulos y
medias verdades realmente hilarantes. También me ha resultado sugerente una
idea que se repite mucho en relación con las burocracias y los
funcionarios: para tomar decisiones adecuadas hay que estar cerca de los
problemas y conocer de primera mano las situaciones, y no decidir a miles de
kilómetros escribiendo expedientes de papel que nada tienen que ver con la
realidad.
Toda la obra
destila un gran amor a lo ruso –particularmente, al idioma- y un cierto
propósito moralizante, a pesar de las dudosas trazas éticas del protagonista,
que es un comercial encantador pero con pocos escrúpulos, como evidencia el propio objeto de su negocio.
En conclusión, sensación
parecida a la que me quedó tras leer Moby Dick. Aunque no he
terminado de captarlos, he disfrutado de algunos pasajes, he cogido el aire del
libro y ya puedo decir que los he leído. Bien está.