19 de noviembre de 2008

Don Juan vs Don Quijote



Pedro Salinas escribe en el defensor, a propósito de nuestra idolatría a la cantidad:

En este Olimpo de monstruos hay uno tan grande como el que más, el mostruo, el dios de la cantidad. Él es el que nos invita a resbalar hacia la catásrofe, poniéndonos a los pies de ese deslizadero, esa falaz ecuación: más, igual a mejor. Ajustémonos a semejante insidia, y la vida del hombre consistirá en aumentar y no en mejorar, en acrecentar, no e perfeccionar. Don Juan contra Don Quijote: la lista de las mujeres conquistadas, el número, sin nombres, las cualquieras, contra la mujer de perfección contra la única, la súper Aldonza, Dulcinea.

Y está muy bien dicho.

13 de noviembre de 2008

Pues sí, pues sí



Escribiendo mi tesis doctoral –perdonad el tono grandilocuente, he de justificar de algún modo mi mileurista nómina mensual- leo a J. CREMADES: “la expresión necesita del anterior momento de la concepción, de la reflexión, del pensamiento en definitiva”.

¿Ah, sí?

Este hombre debe ser un ingenuo o un marciano.

Otras cosas. Una nota musical que me ha hecho gracia: “no entiendo lo que has visto en aquel tipo del chaqué”, dice Melendi. Buen tema. Cazar al rececho: lo contrario que al acecho. Persiguiendo la presa. Se lo debo a Miguel Delibes. No podemos dejar que se oxiden las palabras.

30 de octubre de 2008

El inexorable termómetro





Llega el frío, y con él los primeros costipados, catarros y trancazos. Palabras éstas cargadas de reminiscencias infantiles, pies fríos y cabeza caliente, remotos aromas a mentol -bip vaporub-. Mañanas en la casa desierta y sin hermanos, con una mezcla de malestar general y alegría fatigada por no estar en el colegio, compartiendo esfuerzos con los adláteres, sino en la butaca, viendo la tele y sesteando como un gorrinillo entre las mantas y los cojines.


Pero vamos a nuestro tema. El inexorable termómetro. Cuando uno se va encontrando mal, y las sensaciones de frío y calor se alternan, y nos ponemos o quitamos el jersey, pero nunca acertamos con la temperatura justa. La cabeza nos retumba y el moquillo se nos cae. Entonces uno, ya cansado, decide enfrentarse al objetivo juicio del termómetro, frío y cerebral. Una vez instalado el termómetro en el recoveco conveniente -hay varias escuelas-, la espera es plácida, pero a la vez dura. Es un impass que separa el edredón mullidito de la vuelta al deber. La palmada en el hombro: "eres un machote, sigue aguantando", de la burla impía: "llorón, estás perfectamente". Y claro, a uno no le queda otra escapada que desear ardientemente tener fiebre, que el aparatejo le dé la razón, que le diga: "tío, no eres un quejica, estás echo polvo". Uno quiere un aval, un reconocimiento, una coartada. Es absurdo, pero si el termómetro marca 38º nos sentimos alegres, triunfantes y satisfechos. Si pasamos de 38.5º hemos cosechado un triunfo inapelable. Sin embargo, sabemos que si el termómetro nos dice que estamos bien, habremos sido derrotados. Temperaturas entre los 37.1 y 37.4 son un justo medio que ni cautiva ni convence. Aquí es cuestión de todo o nada.


Siempre miramos la temperatura con gesto de desdén, como si nos importara gran cosa lo que diga el termómetro. Pero por dentro nos consumimos, ansiosos por saber el veredicto. Y si el de al lado nos dice: "¿qué?", sólo nos queda mirarle triunfantes, o bien bajar los ojos, encogernos de hombros, y pensar para nuestros adentros que quizá si hubiéramos aguantado con el aparato bajo el sobaquillo un par de minutos más otro gallo nos cantaría. Y aguantar hasta la cena y mañana será otro día.


Así somos. Tan humanos.

18 de octubre de 2008

El primer bebé medicamento




Muchos motivos para sentarme a escribir esta semana.

Ha nacido el primer bebé medicamento en España. Se fecundan varios óvulos. Se elige el embrión libre de la enfermedad hereditaria. Se implanta en la madre. Se eliminan los embriones producidos que sí tienen la enfermedad, y los embriones sanos que sobran. Todo el mundo aplaude, menos los recalcitrantes obispos. Fotos de los padres tan sonrientes, del bebé, como para comérselo. Y elogios a los médicos. Viva la ciencia. Los embriones en el cubo de la basura no hacen ruido. Los judíos del getto de Varsovia tampoco. Los negros de las pateras tampoco. Son los excluidos de nuestro mundo technicolor, sentimental y fluorescente. No dan la talla, no tienen los ojos azules. Joder, ¿qué podemos hacer para frenar esto?

14 de octubre de 2008

Y para qué tanta información?




La información no nos convierte en más sabios ni en más honrados si no nos acerca a los hombres. Pues, con la posibilidad de acceder a distancia a todos los documentos que necesitemos, aumenta el riesgo de deshumanización. Y de ignorancia. Se puede desconocer el mundo, no saber en qué universo social, económico y político vivimos, y disponer de toda la información posible.

José Samarago



Y también:

¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento?
¿Dónde está el conocimiento que perdimos en la información?


T. S. Elliot


Pues eso.

5 de octubre de 2008

Esas higueras




En un rincón del alma todos tenemos una higuera. Una higuera es una anciana de pueblo, barbuda y desgreñada. Sus ramas son fuertes y flexibles, nudosas. Las hojas ásperas, con tres lóbulos decadentes, son de gran utilidad en ciertas emergencias, máxime ante la falta de otra flora en el período estival. Las higueras son fáciles de escalar, aunque una vez arriba no hay lugar para las comodidades –que sí ofrecen otros árboles más sólidos-, y el bamboleo es continuo. El higo hay que comerlo abajo.

Durante los meses de julio y agosto la higuera nunca es objeto de atención por parte de los veraneantes. Algún niño arranca los higos aún verdes, y juega con el pegamento blanco, pero sólo durante un rato… siempre es más atractiva la piscina, hacer aguadillas a las niñas, los piñones, las carreras, el césped y las mangueras.

Cuando el verano empieza a languidecer, y septiembre -naftalina, uniformes y aeronfix-, aparece ya en el horizonte, la higuera adquiere todo su protagonismo. Los higos, antes agarrotados, verdes, duros, se van clareando, y reblandeciendo. Su néctar –palabra algo hortera, admito sugerencias sustitutivas- los vence, los agrieta. La higuera entonces exhuma todo su aroma, consciente de su triunfo: bolsas y cestas, niños que la asaltan como un alegre ejército de estorninos, labios cortados y mermelada. Saborea pletórica sus semanas de gloria; gloria decadente, melancólica y tardía... pero suya.

De pronto un día vuelven los despertadores. Los coches se llenan de maletas y la gente vuelve a sus oficinas. La higuera queda sola. Es el turno de los gorriones y los abejarucos. Satisfechos éstos, entrega los despojos a la dura tierra, que los acoge sedienta, y los devolverá en el próximo estío a su legítima dueña en forma de savia vivificadora. La primera helada de octubre terminará el proceso hasta la nueva primavera. Y así año tras año.

Me gusta que al alero de cada casa derruida, a la vera de caminos y carreteras, sigan creciendo somnolientas las higueras. Las polvorientas higueras. Me gusta que en el evangelio sea precisamente una higuera, barbuda y desgreñada, donde Natanael estuviera dando una cabezadita –apretaba el solete de agosto, claro- cuando Jesús le vio; y donde el rico Zaqueo diera el portazo a su vida pasada.

Todos tenemos una higuera solitaria en algún rincón de nuestra alma.

30 de septiembre de 2008

Salmo 23

En la página "godtube" este es uno de los vídeos más vistos. Se trata de una niña pequeña recitando el salmo 23 (el Señor es mi pastor, nada me falta, y tal). Es muy gracioso...

20 de septiembre de 2008

En el Colegio Mayor Albalat, de Valencia


Este fin de semana he estado en un concurso de debates en el Colegio Mayor Albalat, de Valencia. Ha estado muy bien. Los temas propuestos eran los siguientes:

- cambio climático;

- el fútbol como un factor de cohesión o de divisón social;

- y el proceso de Bolonia.

El colegio mayor me ha gustado mucho, creo que uno de los mejores colegios mayores de Valencia, por lo que sin ánimo de aburrir a nadie voy a contar un poco su historia y su filosofía. Así que voy a aprovechar para hablar bien de él y aconsejarlo desde aquí.

Albalat es un Colegio Mayor Universitario masculino adscrito a la Universidad de Valencia, que fue fundado en los años 70.

Ofrece alojamiento –con servicio de limpieza y manutención-, y un completo plan de actividades culturales y orientación académica y profesional, que son un complemento a la formación universitaria. De hecho, el concurso de debates se encuadraba dentro de esta oferta de actividades. Además, he de señalar que el equipo que ganó el concurso no era del Colegio Mayor Albalat, sino un grupo de otro Colegio mayor de Valencia.

En Albalat se hacen actividades de todo tipo. De hecho, creo que en un solo mes allí se tienen más actividades culturales, deportivas, académicas y solidarias que en otros colegios mayores valencianos durante todo el curso. Y lo digo de verdad. Me dice un amigo (y me presto a colocar su rollo, sabiendo que esto es product placement puro y duro) que en el colegio mayor han tenido las siguientes actividades entre septiembre y noviembre de este curso:
- un viaje a Milán;
- un viaje a Madrid para visitar instituciones jurídicas;
- varios encuentros con todo tipo de profesionales: catadores de vino, presidentes de - - -- clubes de fútbol, ingenieros, jueces, profesores de la universidad, arquitectos, abogados;
- dos equipos de fútbol del Colegio Mayor Albalat en las ligas de la Universidad de Valencia;
- dos viajes a Valladolid;
- varias visitas de voluntariado al asilo de Santa Mónica de Valencia;
- dos festivales musicales en los que participan los residentes del Colegio Mayor y otros amigos;
- dos cinefórums (juno y otra película);
- que ven semanalmente capítulos de Lost en inglés (no sé si creerle, pero bueno)
- el acto de apertura del curso…
- la October Fest!!



En fin, que van a todo trapo con el tema de las actividades.

Otra cosa que hace de Albalat un colegio mayor diferente es que procuran que haya cierto ambiente de familia, y una gran exigencia en el estudio. En el colegio mayor no hay novatadas, hay un programa de estudio para alumnos recién llegados a la universidad, se celebran los cumpleaños con postres especiales pedidos por los propios residentes…

Y ahora coloco un temita que he encontrado en la web, que ayuda a entender el ambiente de familia –hacen lo que pueden, claro, una pelea entre hermanos y hermanas es totalmente irreproducible- que se vive en el Colegio Mayor Albalat:

CONVIVIR. El ambiente de la convivencia en Albalat es el de una familia, donde todos se conocen y se fomenta el desarrollo de la personalidad de cada uno. Aquí se hacen amigos que duran toda la vida. No hay novatadas, y los mayores del Colegio mayor se vuelcan en la atención de los más nuevos para facilitarles el acceso a la vida universitaria y colegial.

LA TERTULIA. Todos los días, además de otras actividades culturales, la vida del Colegio Mayor Albalat gira en torno a la tertulia. Durante el café después de la comida, en una reunión tranquila, los colegiales comentan las incidencias de la jornada o las noticias de la sociedad, recuerdan momentos de la vida del Colegio Mayor, y se preocupan de la evolución de cada uno. O bueno, discuten… (esta última frase la añado yo, claro)

EL COMEDOR. Siguiendo una tradición de elegancia y buena cocina, el comedor es otro lugar de encuentro. Se fomenta que los colegiales coman en casa para facilitar el trato mutuo y percibir el calor de familia. Se pide que todos pongan esfuerzo en la educación en la mesa y en el modo de vestir. Las fiestas del Colegio Mayor Albalat se celebran de modo especial con diversas actividades y algún extra en la comida.

HORARIOS. Para facilitar el aprovechamiento del tiempo, el ambiente de estudio y de servicio, en el Colegio mayor se vive un mínimo de horario, determinado cada año por la Dirección. Este horario es particularmente útil para los de primeros cursos de Carrera.
Bueno, ahora os ofrezco para terminar unos cuantos enlaces que os pueden ofrecer más información:

Página web institucional del Colegio Mayor Albalat: http://www.albalat.net/
Blog del Colegio Mayor Albalat: http://cmalbalat.wordpress.com/
Página web del Opus Dei: http://www.opusdei.es/
Página web de la Universidad de Valencia: http://www.uv.es/
Colegios Mayores y residencias de la Universidad de Valencia: http://www.uv.es/castellano/organitzacio/mapa_colegis.htm
Página web de un antiguo residente que me ha pedido que difunda: http://unclasico.blogspot.com/


Otra foto, con un periodista de la Sexta

Y un último homenaje personal:

19 de septiembre de 2008

Regar el césped



El día en que se instale un sistema de regadío por aspersores en el último jardín de este país, habremos perdido uno de los pocos vínculos que nos restan de contacto primigenio con la naturaleza. Aunque regar parece una actividad sencilla, despierta resonancias de lo más profundas en nuestro interior.

A la hora de ponerse a regar hay que tener muy en cuenta la cuestión del calzado, que nunca es baladí. Lo mejor es regar descalzo, de eso no cabe ninguna duda. Sin embargo, cualquier calzado fresco y veraniego puede jugar un buen papel. Si tienes unas cangrejeras, dan unas sensaciones magníficas al contacto con las gotas en el césped. Las chinas de Confucio son otra muy buena elección. (Ojo, estamos hablando lógicamente a un nivel de aficionado. Si tú que me lees eres jardinero profesional, lo más apropiado para ti serán las botas de pescador de atunes y un pantalón con peto verde).

La verdadera manguera ha de ser amarilla o verde, con o sin estrías (sobrias y negras). Otros colores, transparencias, puntitos o motivos vegetales son desde todos los puntos de vista superfluos. Nunca me han gustado esas mangueras que dispersan el agua ellas solas, al girar un pitorro alargado –casi siempre naranja- que tienen en la boca de la manguera. Habitualmente no hay forma humana de apuntar con ellas, y cuando giras el pitorro sueles mojarte todo el antebrazo. Cuando finalmente logras generar un chorro unidireccional, la presión del agua es tan fuerte que puedes aniquilar tu jardín y tus plantas en menos que canta un gallo. Digamos un no rotundo y decidido a estos pitorros naranjas. Lo verdaderamente genuino es poner el dedo en el final de la manguera y que sea el propio dígito el que se encargue de hacer que el agua salga a presión y en gotitas pequeñas, y no a chorro. Habrá que alternar siempre entre el dedo pulgar y el índice, para evitar una molesta sobrepresión en la yema del dedo. Otra solución socorrida es presionar en el centro de la manguera, de modo que el agua salga en dos chorros divergentes: se pierde precisión pero se gana en confort y descansan las yemas. Los movimientos del brazo pueden ser horizontales o verticales, siempre cadenciosos y bien acompasados. Es gratificante apuntar lejos y alto y seguir con la mirada las gotas de agua para ver hasta dónde somos capaces de regar... además, todo el mundo lo hace.

Pero el aspecto más gratificante de la tarea de regar es, sin ninguna duda, el siguiente. Cuando uno empieza a regar, padece una suerte de vacío cerebral muy relajante. Los límites de nuestra existencia se recortan en ese breve período al borde del jardín, a la hierba, a la manguera, al cabrón del vecino cuya enredadera crece joven y fuerte mientras que la nuestra no tira para adelante por mucho abono y agua que le pongamos. Mientras regamos no existen agenda, problemas, teléfono móvil, hipoteca. Sólo estamos nosotros, la manguera y unos pocos metros cuadrados de césped...

Yo me fío de la gente que tiene un jardín y lo riega regularmente.

El día en que se instale un sistema de regadío por aspersores en el último jardín de este país seremos definitivamente posmodernos.

12 de septiembre de 2008

Cómo hacer un cohete




Hoy P. nos cuenta apasionadamente sus experimentos para hacer un cohete casero. El combustible, el cuerpo del cohete, los julios, los newtons y un largo etcétera de factores a tener en cuenta. Su tercer intento acabó con un microondas quemado y olor a nitrato potásico durante tres semanas en su casa. Muy grande. Visitas a polígonos industriales para conseguir piezas ad hoc. Bolsas de basura con hilo de pescar a modo de paracaídas. Ojivas y monedas de dos euros.

La ilusión que pone en su explicación me da qué pensar. Hacer un cohete casero es algo totalmente inútil. Si se piensa despacio, es una verdadera gilipollez. Quizá por eso a P. le brillen tanto los ojos. Arrancarle unos minutos al horario para hacer algo inútil es una de las cosas que más alegría pueden dar. Oiga usted, ¿y para qué hace esto? Pues mire, porque me gusta. ¡Es genial!

Cada vez me fío menos de la gente que no sabe estar sin hacer nada productivo. Son tan aburridos. Si algún día tengo que contratar a alguien, la única pregunta que le haré en la entrevista será: dígame las últimas tres cosas inútiles que ha hecho.
(he vuelto al blog después de casi dos meses!! qué bien!! perdonad por el retraso, espero no hacerme tanto de rogar para el siguiente post. Chavales, os quiero)