28 de junio de 2011

Sentido común, barrica de roble y meditación




El otro día iba paseando plácidamente por la biblioteca de la universidad, y me tropecé con el volumen cuya imagen os brindo arriba (pocas veces las palabras "tropezar" y "volumen" han sido empleadas con más justificación). Se trata de un estudio perpetrado por el señor González Botija sobre el etiquetado del vino, que consta de la bonita cifra de 1133 páginas. Has leído bien, 1133 páginas.


Al hilo de semejante cifra, tres reflexiones me vienen obsesionando:



1. Qué poco sentido común nos queda cuando el ordenamiento jurídico es tan complejo que admite un trabajo de más de mil páginas sobre, j_d_t_, el etiquetado del vino.



2. Pienso que sería justo aconsejar al autor un silencio meditativo de, al menos, 10 años.



3. Si el señor González Botija bebe vino con la misma fruición que escribe, no habrá pagos ni bodegas en la península ibérica capaces de aplacar su sed.

12 de junio de 2011

Otra cosa que se me da muy bien



Normalmente nos cuesta reconocer nuestros defectos, mientras que nuestras virtudes siempre las tenemos delante de la vista. Pues bien, esta semana me he asombrado descubriendo una virtud que poseo desde hace años pero de la que hasta ahora no era consciente.

Pues bien, igual que Pepiño Blanco, soy un auténtico figura quedándome bolígrafos.

Como les pasa a los grandes, se trata de un talento natural, no necesito entrenarlo y muchas veces ni siquiera me doy cuenta. Llego a la habitación por la noche, y cuando me vacío los bolsillos digo: "Uy, este boli... ¿de dónde lo habré sacado?".

Pero pam, no falla. Bolígrafo que toco, bolígrafo que pincho.

Tengo los dos botes de mi habitación totalmente llenos, pero no soy capaz de hacer nada. Por la mañana los meto en los bolsillos de la chaqueta con idea de ir dejándolos en otras partes, disimuladamente, como los presos de La Gran Evasión hacían con la arena del túnel que les daría la libertad. Pero no hay manera. Cada noche el número no mengua, antes al contrario, crece y crece sin parar.

Espero no tener que hacer reformas en mi cuarto para dar cabida al ingente número de bolis que se reproduce en mis estanterías sin cesar.

27 de mayo de 2011

Tipos de feminismo: feminismo liberal y neofeminismo





El feminismo de primera generación (Simone de Beauvoir and Co.) trató de igualar a la mujer en los valores tradicionalmente masculinos (animus): competitividad, mercado, agresividad, independencia. "Las mujeres también pueden competir y demostrar en el mercado su valía", nos decían. "También pueden llevar pantalones y tener una cuantiosa cuenta corriente". Para este feminismo liberal las tareas asociadas tradicionalmente a la mujer (el anima) eran inferiores, un yugo insoportable del que había que liberarse: el trabajo en casa, la delicadeza, la dependencia, la educación de los hijos, el cuidado de los necesitados (bebés y ancianos), la sensibilidad. La maternidad era una carga genética que esclavizaba a la mujer. Los anticonceptivos y el derecho al aborto se convirtieron, pues, en uno de los caballos de batalla de estas feministas liberales. "Líbrate de los roles que la sociedad patriarcal te ha impuesto. Sal de la cocina." Así, se sacrificaron los valores tradicionalmente femeninos en el altar de la igualdad.

El feminismo de segunda generación (Ballesteros, Glendon), el neofeminismo, defiende los valores típicamente femeninos, los del ánima, como los propiamente humanos. Lo mejor no es trabajar en una empresa y ser competitivo, sino tener un hogar al que volver y ser capaz de cuidar a los nuestros. La capacidad de cuidar al otro, no de someterlo con nuestra fuerza. El sueño no es la independencia, sino la interdependencia, sabiendo que dependemos unos de otros desde que nacemos hasta que los nuestros lloran nuestra marcha. Lo más valioso que tenemos es la capacidad de alumbrar, no de matar. El trabajo es un medio, la familia un fin. Lo que sucede es que los varones no son tan inferiores a la mujer, tan energúmenos, que no puedan aspirar a la igualdad en estos valores. Todos han de vivir los valores del ánima y del animus, pero lo propiamente humano es lo que históricamente se asoció a la mujer. Se impone pues redescrubrir el papel de la dimensión del cuidado y la valía de las tareas domésticas como esferas enormemente dignas, en las que tenemos que ser todos iguales, los hombres y las mujeres. Así, el éxito se medirá en función del servicio, no del dominio.

Este neofeminismo defiende la igualdad de los sexos y la igual valía de los hombres y las mujeres. Y no reniega de lo típicamente humano: el cuidar de la familia, el compadecerse con el que sufre. Este feminismo apuesta por la conciliación, y sueña con construir una sociedad con madres y una familia con padres.

18 de mayo de 2011

2 Tm. 4,7



El último viernes santo mi abuela Lolita visitaba monumentos para acompañar al Señor en su día más amargo. Siete visitas a siete iglesias con el Santísimo reservado para que los fieles le desagravien. La abuela Lolita, con más de 85 años a sus espaldas, 7 hijos, 32 nietos, y si no me equivoco, 8 bisnietos. Viuda desde hace tres años.

En una iglesia vio a lo lejos a mi hermana. "¿Tú no deberías estar en casa? ¡Si hace menos de una semana estabas dando a luz!" "Pues aquí estamos, abuela, con los tres niños y sus carritos visitando monumentos".

No creo que exista en la tierra una alegría más dulce que la que experimentó mi abuela Lolita al coincidir con su bisnieto de 5 días visitando sagrarios un viernes santo, para hacer compañía a Jesús.

7 de mayo de 2011

Éxito







Todavía asociamos el éxito a la competición, al triunfo personal, a los negocios, a la autoafirmación individual. En fin, a los resultados que pueden verse en una cuenta corriente. No hay más que ver los resultados que nos ofrece google si buscamos imágenes de "éxito".


Quién sabe, quizá dentro de unas décadas las búsquedas de la palabra "éxito" estén asociadas en los buscadores a imágenes de familias, jóvenes cuidando ancianos, o personas cooperando en lugar de compitiendo. Son actitudes que no se escriben en el CV, no tienen reflejo económico directo, no se pueden contar. Pero que, si somos sinceros, son las que realmente cuentan.


Pues de nosotros depende. No envidiemos a fracasados, por mucho BMW que conduzcan.

15 de abril de 2011

Taller de Defensa Personal Frente a las Nuevas Teconlogías



Tengo en mente abrir un TDPFNT (Taller de Defensa Personal Frente a las Nuevas Tecnologías).

Algunas de las competencias que se adquirirán serán:
- cómo hablar con alguien 20 minutos sin mirar instintiva y reiteradamente la pantalla del móvil;
- cómo mantener una conversación con alguien sin teclear en la blackberry de vez en cuando;
- cómo recibir una llamada, silenciar el móvil y ni siquiera mirar quién era el que llamaba;
- cómo no entrar en marca.com más de una vez al día;
- porqué leer un libro en vez de hacer el idiota en facebook;
- cómo no interrumpir cualquier ocupación para leer un sms que nos llega;
- cómo no mirar el mail cada vez que entramos en Internet;
- cómo salir a la calle y no conectarse al iPod antes del primer paso de cebra.

En definitiva: CÓMO NO CONVERTIRSE EN UN MALEDUCADO O EN UN IDIOTA EMPUJADO POR LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS DE LA INTERRUPCIÓN.

Si alguien conoce de alguna otra competencia que podamos incluir en el programa, agradecería que me la hiciese llegar.

19 de marzo de 2011

Proteger... ¿qué?



Me pregunto si la intervención en Libia tiene como fin proteger a la población civil, como aseguran nuestros periodistas y gobernantes; o proteger nuestro suministro de petróleo, ahora que Gadafi se ha mosqueado con quienes fuéramos sus amigos tanto tiempo. ¿Quién se preocupó de los libios mientras el bueno de Gadafi nos vendía petróleo sin rechistar?


Viva la democracia. La democracia del petrodólar y de nuestros panderos calientes. El pueblo libio, no nos engañemos, nunca nos ha importado una mierda.

6 de marzo de 2011

La caja de las galletas y los vasos de vidrio amarillo



Desde aquí quiero rendir un cálido tributo a dos objetos que encontrábamos en casa de nuestros abuelos, y que se están perdiendo irremisiblemente. Vivirán, al menos, en este rincón de Internet, que, ¡oh paradoja!, les rescatará de las fauces de Saturno, de la voracidad insaciable del devenir científico-técnico en el que vivimos. Son dos objetos con olor a abuela y a alcanfor (no sé exactamente qué es el alcanfor, pero me parece que pega aquí).

Se trata de la caja de las galletas y los vasos de vidrio amarillo (o incluso verde).

La caja de galletas contenía galletas de muy diverso tipo, y migas que se remontan a la soleada tarde en la Pío Baroja hizo su primera comunión. Nunca llegué a comprender por qué los abuelos españoles, con una unanimidad plebiscitaria, sacaban las galletas de sus cajas estándar y las metían en metálica "la caja de las galletas", con aquella extraña propiedad de reblandecerlas a medida que la galleta bajaba y bajaba hacia el fondo del recipiente.

Los vasos de vidrio amarillo (o incluso verde), tienen un carácter inefable. Nos traen a las mientes las películas interminables del día de navidad por la tarde, las trampas para encontrar el regalo del roscón de reyes, las meriendas de domingo lluvioso, el eructo irreprimido tras la coca-cola para el alborozo de los primos. Son parte de nuestra historia.

Junto a las cangrejeras y a los pantalones de pana, la caja de las galletas y los vasos de vidrio amarillo (o incluso verde), merecen un lugar en cualquier temario de educación para la ciudadanía.

2 de marzo de 2011

Paradojas




Presumimos de respetar al diferente, de acompañar al anciano, de ser solidarios. Se nos llena la boca al hablar de las ayudas a la dependencia. Repetimos como un karma que todos somos iguales. Abominamos de términos ofensivos como ciego, minusválido, subnormal. Todo esto está bien.


¿Pero no es cierto que hoy en día pasamos mucho menos tiempo con nuestros abuelos? ¿Visitamos menos a los enfermos? ¿Diagnosticamos el síndrome de Down y otras imperfecciones en los embriones y los eliminamos antes de nacer?


Parece como si a fuerza de repetir palabras grandilocuentes procurásemos disfrazar o disimular el egoísmo endémico que nuestra sociedad padece. Las palabras son importantes, pero pueden pronunciarse desde el sofá. Apaga Teledeporte. No dejes que viva la solidaridad la Consejería de Bienestar Social.


Que no le demos la razón al resabiado personaje shakespeariano que repetía: words, words, words...

18 de febrero de 2011

Bonico...



Esta semana dos profesoras de la universidad se han despedido de mi con un cariñoso"hasta luego, bonico". Y claro, uno tiene su autoestima. Bonico es un calificativo amable para un bebé, un ahijado, el hijo de un gorrilla, o incluso una mascota... Pero claro, si uno ya está con la tesis debajo del brazo, publica en Revistas Aranzadi, y es citado en monografías, lo de bonico empieza a resultarle algo inapropiado.


En fin, pienso que parte de la culpa es mía. Si empiezo a ser algo más pedante, a frotarme el mentón cuando escucho a la gente, y a responder de vez en cuando a preguntas con el inefable "sí y no", seguido de un impostado silencio, creo que puedo acabar con esta deriva afectuoso-maternal que amenaza con arruinar mi prestigio académico, todavía en sus albores.


Os tendré al día.