18 de mayo de 2013

El gilicurso: curso para ser entrenador de fútbol base


Por lo visto, para ser entrenador de un equipo de fútbol de chavales ahora hay que hacer un cursillo de entrenador. El curso, que cuesta entre 500 y 1000 €, combina enseñanzas técnicas y tácticas -modo de entrenar, jugadas ensayadas, estrategias-, conocimientos médicos básicos, y una especie de educación para la ciudadanía del míster, a quien supongo se le recomienda que dé la mano al rival y no llame hijo de puta al árbitro.

Como contrapunto, se me viene a la mente KOL, un entrenador que tuve en la liga municipal de Chamartín, cuando tenía 11 ó 12 años. KOL miraba el partido con cierta indiferencia desde detrás de sus rayban, mientras comía pipas distraídamente. Charlaba con nuestros padres sobre la vida y la muerte, intercalando algún grito que otro a los jugadores, que nunca tenía relación alguna con lo que estaba sucediendo en el campo. A nosotros, claro, nos daba la risa. Muchas veces éramos nosotros los que teníamos que gritarle a él: ¡pide tiempo muerto de una vez! ¡Haz algún cambio! Tampoco era raro el día en que, al finalizar el partido, nos preguntaba: ¿qué, cómo ha quedado la cosa al final? Cualquier contingencia médica se solucionaba allí con agua milagrosa en abundancia y una frase del tipo: "venga, venga, que no es para tanto" o "joder, pues sí que se está hinchando... luego te pones hielo en casa". Eso era todo. Y la verdad, era bastante divertido.

No sé, creo que si KOL hubiera hecho un curso de entrenador -extremo harto improbable debido a su carácter marcadamente ácrata- no lo hubiéramos pasado tan bien. Probablemente nos hubiéramos tomado todo aquello más en serio... quizá demasiado en serio. Y tomarse muy en serio una liga de fútbol de chicos de 10 años es un poco ridículo, se mire por donde se mire. A veces da risa, o pena, ver padres o madres animando a sus hijos en las ligas escolares o federadas como si el destino del mundo dependiera del partido del chaval, increpando al equipo contrario, abrasando la oreja del míster de su hijo, o bien cubriendo de improperios a la parentela próxima y remota del sufrido colegiado.

Vamos, que creo que para enseñar modales y organizar un poco a un grupo de chicos mientras juegan al fútbol no es preciso hacer ningún curso de 500 horas. Es más, me parece una soberana estupidez.

Si KOL hubiera llegado a ser presidente de la Federación de Fútbol, otro gallo nos cantaría...

7 de mayo de 2013

Dos libros: Mr. Gwyn (A. Baricco) y El señor de las moscas (W. Golding)



Estas semanas estoy leyendo mucho, y es un gusto. Algunas reflexiones de un par de libros que he terminado.

El señor de las moscas. Me ha gustado mucho. Me parece un clásico: contiene verdades muy profundas sobre el hombre, con una historia sencilla y muy bien contada. Es un libro que araña. Al cerrar la última página, una sombra te acompaña durante unas horas. La historia es dura, pero en el fondo tiene un punto de ternura, envuelta en desencanto. El libro consuela y acompaña en estos momentos de apogeo del mal gusto, la barbarie y la vulgaridad.

Mr. Gwyn. Baricco es un mago de la lengua, un esteta. Es el tercer o cuarto libro que leo del autor. Sus historias son estrafalarias, pero las imágenes y el ritmo de la narración tienen un magnetismo y una dulzura a los que es difícil escapar. Sus libros -Novecento, Océano Mar...- son libros suaves. Me ha recordado a La música del azar, de Paul Auster: ambos autores -uno de forma cadenciosa, otro con frenesí vertiginoso- sumergen al lector en un universo de imágenes atractivas y fuertes del que resulta casi imposible escapar. La historia, sin embargo, es más floja. Realmente, Mr. Gwyn no deja de ser un capricho, un fuego de artificio, un libro bonito pero de temporada. Lo que tampoco está mal: no soportaríamos encontrarnos cara a cara con el enigma del hombre en cada libro.

19 de abril de 2013

Poner en valor

Es de sobra conocido que nuestros representantes no son celosos cancerberos del idioma. Antes al contrario, de un tiempo a esta parte se comunican haciendo servir una jerga o argot paralelo que les permite salir de cualquier atolladero de manera airosa, y, sin decir absolutamente nada, dar a sus palabras una pátina incontestable de transparencia y claridad. Lo cual no debe extrañarnos, ya que nada hay más transparente y cristalino que la nada misma, la nada esencial.
Pues bien, filosofías a parte, quería desde aquí felicitar al presidente de la Comunitat Valenciana, don Alberto Fabra, por acuñar una expresión que representa a la perfección lo que veníamos comentando. La mentada expresión, que este señor repite con ocasión y sin ella, a sol y a sombra, oportune et importune que diría aquél, no es otra que: "poner en valor". Todos los días, da igual el objeto de su alocución, Fabra pone en valor una decena de realidades: el carácter valenciano, los esfuerzos de un mini.stro, el sabor de una mandarina...
Humildemente, me gustaría sugerir al señor Fabra que, por cada quince veces que ponga algo en valor, se decante en una ocasión por loar, aplaudir, destacar, subrayar, llamar la atención, felicitar, congratularse, reconocer, y un larguísimo etcétera de acciones que existen en el castellano para significar lo que este señor resumen infatigablemente con ese sintagma nominal de su propia cosecha que es: "poner en valor".
Lo que no se puede negar es que "poner en valor" suena mucho más molón que cualquier otra expresión de nuestro viejo diccionario, quizá precisamente porque no significa nada. El riesgo que se corre empleando así el idioma, es que quizá un día un niño escuche al señor Fabra y, señalándole con el dedo, ponga en valor que su discurso puede sonar muy bien, pero solo engaña a los tontos, porque está desnudo.

22 de marzo de 2013

Micra---


Tras una operación de rodilla, son muchos los pequeños baches que uno atraviesa en la recuperación. Pues bien, ayer me enfrenté a una sima insondable. Atravesé un momento duro, difícil, traumático. Y cuando pensaba que no había solución, cuando tenía ganas llorar, de llamar a mi madre, de correr a un hospital, alguien me recomendó una medicina. La compré. La usé. Funcionó.

He tenido ganas de buscar su web en Internet y mandar un mensaje de agradecimiento. He sentido la necesidad de hacerles llegar un donativo altruista de 50 €. Hubiera besado a su director general...

Desde aquí quiero rendir un caluroso tributo a los inventores del citado medicamento. Sin ellos, el mundo sería hoy un lugar más gris. Micra---, premio Príncipe de Asturias de la Concordia.

20 de marzo de 2013

No tengo tiempo para leer


Cada vez es más normal encontrar gente que, a la pregunta de si le gusta leer, responde: "La verdad es que sí, pero no tengo tiempo". Y se lo creen. Nadie tiene tiempo para leer, pero quien quiere, lo encuentra: en un trayecto en metro, en el cuarto de baño, antes de irse a dormir...
No es extraño que quienes no tienen tiempo para leer, sí lo tengan para entrar en varios diarios digitales, ver vídeos de youtube, actualizar su Twitter compulsivamente, o engancharse a series de televisión.
Todos tenemos un poco de tiempo libre. La cuestión a qué nos gusta dedicarlo, cuáles son nuestras prioridades de ocio. ¿Quieres conocer a alguien? Entérate de cómo se divierte, a qué dedica el tiempo libre. Ya lo decía el bueno de Perales...
Por cierto, cada vez es más frecuente ir con prisa a todas partes, con cara de velocidad. Una pena. Últimamente a las 12 de la mañana bajo del despacho a la placita de la universidad a leer 15 minutos una buena novela, al solete. Si algún alumno toma ejemplo, creo que será una de las mejores lecciones que pueda dar en mis años de docente...

pd. Entrada dedicada a José, que me pide que vuelva a escribir. No he estado muy brillante, tengo los dedos un poco oxidados, pero bueno...

5 de febrero de 2013

Bajar la basura


No me gustan los libros de autoayuda, ni los de coaching y esas cosas. Cuando leo palabras como "implementar", "proactividad" o "feed back" me pongo enfermo, lo reconozco. Me parece pienso precocinado para el cerebro.
Sin embargo, estas navidades ojeé por casualidad un libro de este estilo llamado: "Los próximos 30 años", de un tal Alorda, y me pareció interesante. A pesar del maximalismo de su portada -con un mensaje del estilo: Cómo ser protagonista de los cambios mundiales en los próximos 30 años, que se supone que te explicaban en escasas 140 páginas-, lo cierto es que está bien escrito y tiene mensajes interesantes. Uno de ellos, el que sigue: "mucha gente quiere cambiar el mundo, pero nadie quiere bajar la basura". Bonita frase.
Creo que equivocada. Nadie quiere cambiar el mundo, lógicamente. Eso lo intentaban los románticos del XIX, y los universitarios hasta hace unas décadas. Ahora, quitando a cuatro o cinco perroflautas, nos conformamos con superar el mileurismo, bajar el hándicap del golf, o coger una buena mierda el viernes por la noche. Cada uno lo suyo. Se acabaron los grandes relatos y el espíritu de conquista.
Bajar la basura, por supuesto, sólo si es estrictamente necesario.

4 de octubre de 2012

Amigos


Con D. tomo helados y cafés, con T. como bocadillos, con I., R. y S. voy a un japonés infame -eso sí, dan unas toallitas para limpiarse la cara muy esponjosas-, con C. hago planes de vernos que nunca se materializan, con T. juego al tenis, con P. doy catequesis...

Hoy quiero hablar de tres amigos distintos. Nunca les he visto de cerca, ni he hablado con ellos. En cualquier caso, son amigos de verdad. Veo el mundo muchas veces con sus ojos, y le pienso con categorías que son suyas, nuestras. Se trata de Joseph Ratzinger, José Jiménez Lozano y Fiodor Dostoievski. Tres grandes. Recomiendo cualquiera de sus libros, aunque no para ir a ninguna fiesta, claro.

Aquí os dejo un poema de Jiménez Lozano que he releído después de un tiempo. Espero os guste:

El Precio 
Matinales neblinas, tardes rojas,
doradas, noches fulgurantes,
y la llama, la nieve;
canto del cuco, aullar de perros, 
silente luna, grillos, construcciones de escarcha;
amapolas, ancianos y desnudos
árboles de invierno entre la niebla,
los ojos y las manos de los hombres, el amor y la dulzura
de los muslos, de un cabello de plata, o de un color caoba;
historias y relatos, pinturas y una talla. 
Todo esto hay que pagarlo con la muerte.
Quizás no sea tan caro.

26 de agosto de 2012

El concierto a los colegios del Opus


Estos días se armado cierto revuelo con motivo de una Sentencia del Tribunal Supremo que justifica la denegación de conciertos educativos a colegios que escolarizan a los alumnos separando a los chicos y a las chicas.

Tras la sentencia, en seguida la polémica en la prensa, en la que abundan términos como: discriminación por razón de sexo, sexismo, o segregación. En este asunto, se me plantean dos reflexiones:

1. ¿Destinaremos dinero público a promover la candidatura olímpica de Madrid? Tengo mis dudas, en la medida en que el COI organiza unas Olimpiadas segregacionistas y sexistas, en las que se impide que hombres y mujeres compitan juntos.

Es evidente que no toda separación es discriminatoria. Los fabricantes de cuartos de baño de las gasolineras no son sexistas, aunque separen hombres y mujeres. Separar no significa marginar ni discriminar, siempre y cuando la separación obedezca a razones sólidas, y no arbitrarias. Y parece que los ritmos de aprendizaje de chicos y chicas es diferente, con lo que la separación no resulta injustificada.

2. Muchos medios de comunicación emplean en sus noticias sobre el tema los términos discriminación, sexismo, segregación. Son términos fuertes, de una gran carga connotativa. El término segregación viene de la segregación racial del apartheid. Discriminación y sexismo son también palabras duras. Emplearlas en el contexto educativo no es imparcial, y supone un prejuicio contra la educación diferenciada. Son términos inaceptables, vaya. Planteemos el debate en los siguientes campos semánticos: respeto de la diferencia, derechos de las minorías, uniformización estatalista, dogmatismo educativo, pensamiento único, etc. Nos irán mejor las cosas a los que defendemos la existencia de diversas opciones educativas.

23 de agosto de 2012

Distopías


Anoche terminé de leer "Un mundo feliz", de Aldous Huxley. En los últimos años he leído las cuatro distopías más populares de la primera mitad del siglo XX: 1984, El señor del mundo, Farenheit 451 y Un mundo feliz.

Las cuatro me han gustado mucho, y me parecen enormemente preclaras en sus previsiones. Las intuiciones más acertadas de cada una de ellas me perecen las siguientes.

Un mundo feliz. (1932, Aldous Huxley). En esta novela los hombres del futuro están esclavizados por el hedonismo y el placer, que les hace estar "a gusto" y no hacerse preguntas sobre el sentido de la vida o la verdad. El sexo, practicado sin ningún tipo de límite ni responsabilidad, es el opio del pueblo. También es interesante el pánico ante el envejecimiento o la soledad.

1984. ( 1948, George Orwell). De las cuatro, me parece la mejor novela en cuanto a argumento, aunque es profundamente pesimista. Es muy interesante cómo describe un mundo en el que nadie tiene intimidad, y el poder sabe qué hacemos y qué pensamos en cada momento. Es la novela del Gran Hermano.

El señor del mundo. (1904, Robert Hugh Benson) Describe un mundo globalizado con un gobierno mundial. Impera la dictadura de lo políticamente correcto, y bajo una pretendida tolerancia, se acosa a todo aquél que pretenda sostener una verdad diferente a la opinión generalizada. La Iglesia Católica, tan anclada en sus antiguas creencias, es el enemigo público número 1.

Farenheit 451. (1953, Ray Bradbury). Impresionante descripción de un mundo en el que los libros están prohibidos. Las personas viven narcotizadas por productos audiovisuales que invaden sus domicilios, cuyas ficciones superficiales colonizan sus neuronas convirtiéndoles en seres humanos infantiloides, consumistas e irrelevantes.

18 de julio de 2012

Yo no capitulo

Hoy otra vez me he acodado de Ionesco y su "Yo no capitulo", al que ahora se ha sumado Trofimovich con su "Yo no me rindo". Pues eso. Aunque me quede solo rodeado de rinocerontes. Aunque me echen de la función. A estos clásicos, hoy sumo al Chacón, que decía durante una bronca a voz en grito: "Nico, yo nunca comeré mierda porque mi padre no comía mierda. Y aunque todos coman mierda, pues yo no. Porque mi padre no me enseñó a comer mierda". El Chacón, una leyenda.

Ayer escuché en una conversación de autobús la expresión "poner en sordina". Me pareció estupendo, oye.
 Y a otro: "Es lo de Ortega, no es esto, no es esto". No sé si éste había leído Ortega o había hecho un curso rápido de como parecer culto y coger todas las llamadas de móvil.