26 de abril de 2020

El tío sabía lo que hacía



Volvía de jugar al tenis con mi tío. Para incorporarme a la A6 desde la carreterucha por la que iba tenía dos opciones: cumplir el reglamento de tráfico; o hacer pequeño giro ilegal, pisar una línea continua y ahorrarme 600 metros y 50 segundos.
Pues bien, tras estirar un poco el cuello y asegurarme de que no venía nadie, hice la trampa. No era la primera vez que la hacía, ni –pensaba yo- la última.

60 metros más adelante, detrás de una curva traicionera, él me esperaba junto a su moto. Realmente había poco que hablar. Los dos sabíamos lo que había pasado, era absurdo disimular. Mi aspecto algo sudado, mi gorra y mi raqueta en el asiento del copiloto hacían inútil improvisar una historia de familiar moribundo, mascota accidentada o parto intempestivo. La suerte estaba echada.

"Pues sí que me salido caro el partido", pensé mientras sacaba del bolsillo mi cartera con el DNI.

Entonces sucedió lo imprevisible.

-  Mire –me dijo el agente, apoyando su mano en la puerta del vehículo, y dando unos ligeros golpecitos-, es evidente que usted ha cometido una infracción y que yo puedo multarle. Ahora bien, si usted me promete que nunca más va a hacer esa trampa, pues no le pongo la denuncia y lo dejamos estar. ¿Qué me dice?

Desde entonces ya no sé ni cuántas veces he perdido 50 segundos volviendo de jugar al tenis. Y cada vez que paso por ahí, mientras recorro los preceptivos 600 metros que me convierten en un conductor ejemplar, sonrío con la remota esperanza de volver a encontrarme al poli detrás de la misma curva traicionera, para que vea que no he defraudado su confianza.

El tío sabía lo que hacía.

21 de abril de 2020

Clics contra la humanidad


 Dejo aquí como almacén algunos comentarios sobre este libro.

Libro: Clics contra la humanidad: Libertad y resistencia en el digital

James Williams

Breve resumen

Otro libro sobre cómo utilizar las herramientas digitales sin ser arrollados por las mismas. El autor repasa ideas ya conocidas sobre el entorno digital. Destaco algunas ideas.

En primer lugar, es original el ejemplo que pone de la antigua Grecia, al hablar del mítico encuentro entre Diógenes y Alejandro, cuando éste promete a aquél satisfacer cualquiera de sus deseos, y el filósofo se limita a responderle: “apártate del sol, que me haces sombra”. El autor afirma que las herramientas digitales –más poderosas de lo que nunca soñó con ser Alejandro- se nos acercan y nos ofrecen todo tipo de promesas, pero a menudo tapan el sol de nuestros deseos más profundos: qué queremos hacer, quiénes queremos ser. Educadamente, deberíamos decirles: por favor, apartaros de nuestros sueños.

El autor denuncia una visión adversarial de la tecnología, planteada en términos: los desarrolladores de aplicaciones quieren nuestra atención; nosotros queremos otra cosa; veamos cómo podemos resistirles. Sus objetivos son: más clics, más conversiones, más tiempo en la página; los nuestros: pasar tiempo con la familia; hacer un deporte; aprender a tocar un instrumento musical… Y propone que las personas implicadas en dicha industria deberían alinear sus objetivos con los nuestros, y desarrollar aplicaciones que nos ayuden a llegar a ser las personas con las que soñamos, sin reemplazar nuestros objetivos por los suyos. Para ello, propone una suerte de juramento hipocrático para los diseñadores de aplicaciones. Afirma que no es ludita, que ama la tecnología. Pero que esta debe ponerse de nuestra parte. Investigar cuáles son nuestros fines, qué hace una vida humana más significativa, y comprometerse a ayudar a los usuarios a perseguir dichos fines.

Ahondando en la idea de la tecnología como oscurecedora de nuestras luces, dice que esto lo hace a tres niveles. Al nivel más superficial, distrayéndonos de lo que queremos hacer en un momento determinado (distorsionan nuestro hacer); en un nivel más profundo, dificultándonos llegar a ser quiénes queremos ser, invitándonos a metas cortoplacistas sobre objetivos más arduos y a largo plazo (distorsionan nuestro ser); y, finalmente, alterando nuestras facultades cognitivas (reflexión, memoria, razonamiento) (distorsionan nuestro saber o nuestro poder hacer las cosas). Para ello, las tecnologías explotan nuestros impulsos e ignoran nuestras intenciones, aprovechándose del hambre casi infinita que tenemos de distracciones (en frase de Huxley).

El autor subraya la importancia de defender nuestra atención en el actual contexto. En este sentido, sostiene que estaría bien cambiar nuestra manera de referirnos a ciertas tecnologías digitales, y en lugar de llamarlas tecnologías de la información, llamarlas tecnologías de la atención o de la distracción. También señala que los poderes públicos se han fijado mucho en la protección de datos personales, pero han obviado la cuestión de la protección de la atención. Y dice que para ser protagonista de la propia vida hemos de ser dueños de nuestra atención. A la hora de embridar el poder de estas herramientas, es importante atender a sus efectos sobre nuestra atención; que, no es otra cosa que su influencia sobre nuestra alma. Secuestrar nuestra atención equivale a secuestrar nuestra alma, nuestra voluntad. Esta línea argumental la aplica tanto al individuo como a las sociedades, destacando el riesgo que para las democracias implica la falta de atención para atender y resolver los problemas reales.

Luchar contra la esclavitud de nuestra atención es probablemente el desafío moral y político más importante de nuestra época. La atención es el terreno de la principal batalla. Como concluye el libro, “el grado de libertad que disfrutamos depende de cuánto estemos dispuestos a luchar para controlar nuestra atención”.

Citas

GPS defectuoso. Imagina un GPS que no te lleva a donde tú quieres, sino a otro lugar. ¿Qué te parecería? Muchas herramientas digitales responden a esa lógica.

54. Odio convertirme en una persona impulsiva y débil de voluntad, pero continuo repitiendo las conductas que me hacen así, para encontrar una consolación que sé que es pasajera e ilusoria.

61. Nuestra experiencia del mundo se ha convertido en un flujo infinito de recompensas informativas. Todo compite por nuestra atención.

65. Cita de Churchill (hablando de la extensión mundial del inglés). Los imperios del futuro son los imperios de la mente.

70. No estamos preparados para percibir –y menos aún para luchar- contra estas fuerzas de la persuasión que modelan tan profundamente nuestra atención, nuestras acciones y nuestra vida. Los imperios del presente son los imperios de la mente. Consecuentemente: (no literal): la libertad del futuro es la libertad de la mente.

79. Atención. Pagamos con nuestra atención por la posibilidad de una sorpresa.

89. A un nivel profundo, la cuestión de la atención se convierte en la cuestión de tener la libertad de vivir la vida como queremos, a todos los niveles de la experiencia humana.

130 y ss. Esta economía de la atención magnifica lo negativo y lo controvertido, arrojando una imagen distorsionada de la realidad y amplificando la indignación. Nos dificulta vivir juntos.

144. Asistimos a un proyecto global de persuasión industrializada. (…) 146. Son los nuevos imperios de la mente, y nuestra relación con ellos es de esclavitud atencional.

154. El territorio de la primera batalla por la atención es el del diseño de las tecnologías digitales. Hay que luchar para que las tecnologías estén de nuestra parte. (155).

190. El principal desafío ético, en el que hay que poner el acento, no es en la gestión de la información (la protección de datos), sino en la gestión de la atención.

19 de abril de 2020

Migas de pan


Desde hace ya unos años, cuando leo algo que me gusta en un libro, aquí y allá, dejo doblada la esquina de la página. Es como dejar miguitas de pan que me recuerden por dónde puedo volver sobre mis pasos, y disfrutar otra vez con esos pasajes tremendos, interesantes, divertidos.

La mayoría de las veces, sin embargo, mientras doblo la página soy plenamente consciente de que nunca volveré a leer ese pasaje, porque casi nunca releo libros. Así, cada página doblada -junto con un vago recuerdo dulce, y una incierta pista para un más incierto futuro lector- se convierte también en un memento mori un poco melancólico: un diminuto ademán de despedida agradecida a una idea, un personaje o una descripción a los que para siempre dejo atrás.

Las páginas que he doblado son hoy mi diseminado cementerio de pasajes olvidados que me hubiera gustado recordar. Me consuela pensar que -aunque nunca volveré sobre las mismos-, misteriosamente se han convertido en parte de lo que soy.

Igual cuando llegue al cielo -si Dios quiere-, en un riconcito preparado para mí, junto a una buena butaca, me estará esperando una biblioteca bien nutrida, con libros con páginas dobladas, aquí y allá, con los que podré entretenerme a ratos, cuando no tenga otro plan.

Regalo envenenado


Al terminar la conferencia, la organización me regaló una corbata institucional. Buen detalle, que no esperaba. Entre que era medio morada y que cada vez las uso menos, decidí cambiarla. Fui a la tienda de la universidad, y por los 50 euros de la corbata y 26 céntimos más, me hice con un Manual de Derecho Administrativo buenísimo, el de Don Miguel Sánchez Morón. Me venía fenomenal para preparar clases y, nunca mejor dicho, "como fondo de armario".

Cuando salía de la tienda orgulloso de mi trueque, con mi libro debajo del brazo, me asaltó un pensamiento fugaz, del que no he conseguido librarme en meses: "¿qué tipo de existencia aburrida,  terrible, gris lleva alguien a quien le regalan corbatas... y las cambia por manuales de Derecho Administrativo?"

Si mi yo adolescente viene a visitarme en sueños uno de estos días para pedirme cuentas, la verdad, no sé por dónde voy a salir.

6 de marzo de 2020

Los desheredados - F. X. Bellamy

 François-Xavier Bellamy

Los desheredados. Por qué es urgente transmitir la cultura

 


Resumen

La idea central del libro consiste en una denuncia al descrédito moderno de la transmisión de la cultura y una apología una educación que transmita la cultura sin complejos.

El autor explica cómo desde la Modernidad se ha extendido una sospecha hacia todas las formas de autoridad, que ha incluido la desconfianza acerca de la enseñanza de la educación y la transmisión de saberes. Esta corriente se ejemplifica con el pensamiento de tres autores.

1. 1. Descartes. S. XVII. Tras un paso brillante por el colegio, Descartes piensa que todo lo que ha aprendido es discutible y está sujeto a error, y se propone fundar una filosofía basada en la certeza, construida por él y sus certezas. Descartes lamenta que durante la época infantil el ser humano reciba una serie de ideas confusas que le van a dificultar alcanzar certezas inatacables, construidas por sí mismo. El individuo es la fuente de todo saber, y debe sospechar o desconfiar de todo lo que le dicen.

2. Rousseau. S. XVIII. En su libro Emilio expone cómo debe ser la educación de un niño. El hombre natural es bueno y la cultura le corrompe. En este sentido, hay que preservar al niño de toda tradición y cultura, que inevitablemente están llamadas a corromperles. No hay que enseñar nada al niño, que irá descubriendo el mundo a medida que le resulte necesario y útil. El docente debe colocarse al lado del niño, y, sin pretender enseñarle nada, acompañarle en el proceso de aprendizaje autónomo. Se prima la espontaneidad sobre el esfuezo. 

3. Bourdieu. S. XX. Deconstruccionista del siglo XX, afirma que la cultura es una excusa para la perpetuación de las clases. Las clases altas la utilizan como herramienta para preservar sus privilegios, pretendiendo imponer de forma arbitraria su forma de ver la vida. La cultura es un capital más en manos de las clases altas, que pasa de padres a hijos como una herencia constitutiva de un privilegio de clase. Será necesario suprimir esas diferencias entre los estudiantes para conseguir una igualdad efectiva. Se sospecha de la cultura como bastión de las desigualdades sociales.

Frente a estas posiciones, el autor subraya que la cultura es la que nos hace realmente humanos. Ni es causa de nuestros errores, ni nos corrompe ni es una pesada mochila de lujo, tan pesada como inútil, de la que presumir. La cultura nos hace personas. Nos ayuda a encontrar nuestra identidad, nos construye como personas. Sin cultura es imposible desarrollarnos, llegar a ser los que somos. La cultura no es algo que se tiene –como un lujo superpuesto-, sino que configura lo que somos. Para ejemplificarlo habla del niño salvaje encontrado en Francia en 1797, que era eso, un salvaje.

La renuncia a la transmisión de contenidos deja a los adolescentes desheredados: sin historia, sin lenguaje, sin identidad, sin intereses, sin recursos intelectuales. En este caldo de cultivo crecen fácilmente el fanatismo, la violencia y la desesperación.

Frente a la repulsa moderna de la transmisión, Bellamy reivindica una educación que refuerce la autoridad de los docentes y exija esfuerzo en los discentes, para que puedan apropiarse de la herencia cultural que les corresponde. Esa transmisión ayudará a cada uno a entender su identidad y a comprender a los demás. Una de las principales actitudes que Bellamy propone es el agradecimiento. En los tres autores “modernos” que cita descubre una forma de desagradecimiento o desprecio a lo que han recibido, que puede calificarse de injusto e inmaduro (además de producir efectos exactamente contrarios a lo que sus autores pretenden, convirtiendo a los niños incultos en verdaderos salvajes).

Se trata de un libro animante y contracorriente de ciertas posiciones pedagógicas bastante en boga. Una apasionada defensa de la cultura y el lenguaje, como herencia de los siglos y la enseñanza como su forma de transmisión.

Algunas citas

 p. 9. De la presentación: La nueva escuela tiende a subrayar el saber hacer por encima del conocer, el rol protagonista del alumno por encima del adulto, un vago humanismo por encima de la grandeza y consistencia de nuestra propia tradición, las competencias por encima de los contenidos, la capacidad de los alumno s de organizar su propio aprendizaje por encima de la propuesta de los docentes, la espontaneidad por encima de la tenacidad y el trabajo, la habilidad de navegar por internet por encima de la lectura, etc.

p. 17. Desde hace veinte años, todos los estudios nacionales e internacionales sobre el nivel escolar en Francia coinciden en señalar la amplitud del problema, a pesar de todas las mentiras tranquilizadoras de un optimismo ciego.

p. 19. Hemos perdido el sentido de la cultura. Para nosotros es ya, en el mejor de los casos, un lujo inútil; o peor, un equipaje pesado e incómodo. Por supuesto, seguimos visitando los museos, yendo al cine, escuchando música; en este sentido, no nos hemos alejado de la cultura. Pero ya no nos intereses más que bajo la forma de una distracción superficial, de un placer inteligente o un recreo decorativo.

p. 37. Para Descartes, un hombre solo tiene más posibilidades de llegar a construir su saber con exactitud. El proyecto cartesiano pretende ser individual (…). Esta idea lleva consigo su fuerza revolucionaria, en el sentido propio del término. Un siglo más tarde, siguiendo el impulso del cartesianismo, la Ilustración contestará a la tradición, a la autoridad, a los “prejuicios” y a su validez autoproclamada.

38. Descartes. Fomento del espíritu crítico. Aprender a dudar, más que a creer; a desconfiar, más que a adherirse; a destruir para convertirse en autor de su propia construcción, más que a conservar lo que otros hayan podido construir antes que nosotros.

41-42. Se revoca toda herencia. De este modo, el hombre moderno ha encontrado a su enemigo: la transmisión, la tradición.

54. Rousseau y los padres. Hay que liberar cuanto antes a los niños de sus padres para arrancarles de todos los determinismos, familiares, étnicos, sociales, intelectuales. La autoridad parental era así descrita, explícitamente, como una prisión de la que es urgente liberar a los niños.

57. Por tanto, el Emilio propone al educador una nueva definición de la relación con el niño, que excluye el acto de autoridad: “El niño no debe hacer nada en contra de su voluntad”.

58. El enseñante no está ahí para transmitir un saber.

59. Estrechad todo lo posible el vocabulario del niño. Es un gran inconveniente que tenga más palabras que ideas, que sepa decir más cosas de las que puede pensar. 60. Hay que sustituir la inteligencia por la experiencia.

65. Eco de esto hoy. Se ve, por ejemplo, en la promoción del aprendizaje menos receptivo: dedicad todas las lecciones de los jóvenes a actividades, más que a discursos. Presentaciones, talleres, trabajos personales dirigidos, clases invertidas, son tantos otros medios promovidos para permitir que un saber sea adquirido por la acción del alumno, no por la escucha del enseñante. En el otro extremo, la lección magistral recibe una condena casi unánime…

74. Hablando de Bordieu. La cultura sirve para discriminar. “Y es el carácter invisible de esta ventaja, de este sesgo de partida, lo que le da su eficacia plena. Porque la función de la escuela no es solamente seleccionar, jerarquizar: es también la de hacer legítima la jerarquía que produce –o que reproduce-, hacer que sea aceptada por todos y disimular lo que hay realmente de arbitrario detrás de unos méritos ficticios.

77. La escuela es la escena de un crimen: encontramos culpables, cómplices y víctimas. El arma del crimen es la cultura: ella es el medio de una selección sesgada, la herramienta que permite reproducir y legitimar las relaciones de dominación –y no es más que eso-.

79. Una pedagogía verdaderamente racional debería asumir que no es más que un medio con la perspectiva de un objetivo solo, la preparación al único universo que es realmente serio: el del trabajo, el de la producción real. (…) De este modo, una escuela verdaderamente racional sabría restringirse a un único objetivo: la preparación al mundo del trabajo; es a eso a lo que hay que limitar la enseñanza.

81. De este modo, los profesores tendrían por única misión la preparación del futuro trabajador que duerme en cada niño. (…) Desde esta perspectiva, en efecto, ya no se trataría de transmitir saberes sino de desarrollar aptitudes.

84. La escuela no será jamás un lugar de libertad, de liberación, de apertura: es, al contrario, por esencia, un lugar de autoridad. En esto es asimilada por Bourdieu a la familia, la iglesia, el hospital psiquiátrico, la empresa, el ejército.

85. La transmisión es la táctica por la cual los poderosos conservan y reproducen su dominación. (…). La acción pedagógica se presenta como la ocasión de una transmisión legítima, cuando en realidad ella impone la arbitrariedad de la cultura dominante.

93. Describir la cultura como un equipaje supone afirmar la existencia autónoma del propietario de ese equipaje, de su personalidad independiente y autosuficiente; por útil que sea, el equipaje queda siempre como una propiedad contingente y separable del viajero. Pero la cultura no se puede describir así: ella es, al contrario, el paso necesario por el cual se realiza completamente nuestra personalidad.

97. El hombre sin cultura parece extranjero en su propia humanidad.

101. La cultura nos transforma, no para convertirnos en otros sino para conducirnos a nosotros mismos, para aumentar nuestras propias capacidades y hacernos reconocer lo que somos (…). No hay nada más hermoso que aprender de memoria, es decir, recibir plenamente una parcela de esa inmensa herencia que nunca se agota. La expresión misma, apprendre par coeur, manifiesta, de forma luminosa, la unidad de inteligencia y sensibilidad, que crecen de la mano a partir de lo que nos es transmitido. Aprender de memoria es dejar que un texto, una música, un saber, nos habiten, nos transformen, eleven y aumenten nuestro espíritu y nuestro corazón hasta la altura que les es propia.

p. 112. En resumen, el remedio a la pobreza inherente a toda cultura es la cultura misma y no su huida. ¿Qué puede querer decir la promesa de una libertad fuera de la lengua, de una libertad liberada de la cultura? Es de la lengua de la que tenemos necesidad, no solamente para transmitir lo que pensamos, sino para pensar; la cultura nos es necesaria para expresar nuestras emociones, pero también para sentirlas.

p. 114. El libro está desacreditado por el discurso común que opone la pesadez de la cultura a la frescura de los pensamientos.

119. La lectura es el más decisivo de los viajes, el camino más favorable para quien quiere progresar hacia su propia libertad y la ocasión de vivir la única aventura verdadera de la existencia: la que consiste en llegar a ser uno mismo.

122. ¿Qué quedará del hombre, en efecto, cuando toda la cultura haya sido deconstruida? Quedará la barbarie.

124. He aquí el corazón de la paradoja: abandonar al hombre a la naturaleza es desnaturalizarlo. Ofrecerle una tradición, una autoridad, es darle, por el contrario, la ocasión de aproximarse a su naturaleza.

125. Nos hemos apasionado por la duda cartesiana y por la corrosión universal del espíritu de la crítica, convertidos en fines en sí mismos; hemos preferido, con Rousseau, renunciar a nuestra posición de adultos para no poner trabas a la libertad de los niños; hemos pensado que la cultura era discriminaría, como Bourdieu, y hemos puesto en discusión la disciplina que representaba. Hemos dado a luz, tal como deberíamos haber previsto, “salvajes hechos para habitar en las ciudades” (cita del Emilio de Rousseau).

133. La cultura es, de una forma general, aquello en lo que el mundo aparece, en la infinita variedad que nos presenta. Todo es uniforme para el que ignora; todo es singular para el que conoce.

136. En el orgullo de la posmodernidad, que no quiere ser precedida por nada, estamos preparados hoy para sacrificar nuestra herencia sobre el altar de la deconstrucción; pero cuando hayamos quemado todos los libros, aun cuando sea en el nombre del mejor de los mundos, también habremos comenzado a quemar nuestra propia humanidad. Ese mundo de incultura e indiferencia, promesa del cumplimiento de una libertad absoluta, podrá ser el de un salvajismo todavía inédito e, incluso, más amenazante, ya que, por esta misma incultura, seremos incapaces de percibirlo a medida que nos vaya atrapando.

136. La diferencia no implica una desigualdad, una ocasión de despreciar al otro: al contrario, es una condición para maravillarse.

141. Toda cultura testimonia esta paradoja: hay una gran diferencia entre sentarse delante de un piano para golpear las teclas aleatoriamente y hacer sonar una música verdaderamente personal. Recorrer esta distancia hasta uno mismo es la apuesta por una carrera de fondo que nunca acabamos de completar. Conquistar nuestro propio estilo supone, en primer lugar, aceptar la disciplina del ejercicio. Para desarrollar auténticamente una forma de tocar o componer que sea personal, hay que pasar por el encuentro con el profesor, que transmitirá al alumno los conocimientos necesarios para esa mediación.

143. Durante este tiempo, en efecto, a veces parece como si estuviese creciendo una generación de niños salvajes, una generación de jóvenes abandonados a la inmediatez compulsiva de sus apetitos, instintos e impulsos que los traspasan.

149-150. No humanismo abstracto: amor a la propia cultura. Y no una cultura humanista (además, ¿qué es eso exactamente?) sino una cultura particular, con su lenguaje, historia, figuras y referencias singulares. (…) Lo particular no nos encierra sino al contrario: es a través de lo particular como podemos ir hacia lo universal. El aprecio hacia lo que está más próximo no me aleja del resto del mundo; al revés, me abre a la comprensión de lo que hay más general. Por ejemplo, el hecho de que hayamos amado a nuestros padres de forma totalmente única, con sus personalidades singulares, no significa que detestemos al resto de padres de la Tierra; lejos de eso: es a través de ellos como nos hemos aproximado a la realidad de la paternidad y de la maternidad; y la relación personal que nos ha unido a ellos puede, por sí sola, hacernos presentir, con admiración, la infinita y frágil belleza de esta experiencia universal de la filiación, que sostiene a la humanidad. Amar a tus padres no significa despreciar a los otros; de la misma forma, amar la cultura que hemos recibido en herencia, esta cultura particular entre todas las civilizaciones del mundo, no significa detestar las otras. Más bien al revés…”.

151. No creo en el choque de culturas, sino en el choque de inculturas.

156. Nuestra ingratitud tiene efectos bien reales. Es la indiferencia por nuestro patrimonio, por unos tesoros construidos por el fervor de las generaciones pasadas, y que dejaremos que desaparezcan si no tienen suficiente rentabilidad turística o comercial (…). Nuestra ignorancia vuelve mudas las estatuas, indescifrables las imágenes, incomprensibles los textos; los signos que hemos heredado pierden su sentido y, a su vez, su eficacia política y social. (…) La ingratitud: he aquí de qué muere una cultura.

163. En el abandono progresivo de nuestra cultura, en la negación de nuestra herencia, en la deconstrucción de todas las referencias en nombre de una libertad vacía, en el reino de la ironía corrosiva y de la inmediatez consumista, en la pobreza de un individualismo sin memoria y sin aspiraciones, en todo ello se están abriendo camino los peores augurios.

 

 

 

 

16 de febrero de 2020

Paradoja


Al terminar la conferencia, me obsequiaron con una botella de vino guardada en una bolsa de Decatlón.

Happycracia

He leído hace poco el libro "Happycracia: cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas". Dejo a continuación un comentario y algunas citas del libro, utilizando el blog a modo de almacén.




Título en versión original: Manufacturin Happy Citizens. How the Science and Industry of Happiness control our Lives
Autores. Edgar Cabanas y Eva Illouz.

El libro de Cabanas e Illouz supone una impugnación de la obsesión por la búsqueda de la felicidad que parece extenderse en las sociedades de Primer Mundo. Para los autores, el sentido de la vida no consiste en perseguir una felicidad individualista a cualquier precio, sino en un compromiso moral con la justicia y el conocimiento.

Aquí van algunas de las ideas más destacadas del libro.

CONTRAL DICTADURA DEL PENSAMIENTO POSITIVO. Los autores critican desde el punto de vista científico la llamada psicología positiva, que pretende resolver todos los problemas sociales y personales mediante una actitud individual optimista y proactiva, que, ante el mal tiempo, pone buena cara.

Sin negar que la actitud personal sea importante para desarrollar una vida plena, el libro subraya que la actitud personal no es la llave para abrir todas las puertas. En este sentido, los autores pretenden desmontar la ecuación que asocia el éxito o fracaso de una vida exclusivamente con la responsabilidad personal y la actitud del individuo. Esa asociación, tan propia del sueño americano, no siempre es real. Ni todos los triunfadores son virtuosos y felices; ni todos los fracasados –sean pobres, enfermos, desgraciados, o gente corriente- son mediocres, tibios, tristes. Existen factores externos a la voluntad de las personas –ya sean sociales, genéticos o de fortuna- que inciden en su éxito o su fracaso, de forma que reducirlo todo a un problema de actitud es falaz.

CONSUMISMO. El libro también se muestra crítico con la vertiente mercantilista de la “happycracia” imperante, que tiende a cifrar la felicidad en la capacidad económica y promueve un estilo de vida consumista, con los que mantener una imagen pública de felicidad y alegría.

HAPPYCRACIA COMO FRENO AL CAMBIO SOCIAL. Otro peligro de la happycracia es que tiende a esconder o ignorar los problemas e injusticias sociales. Si la causa del fracaso personal radica, fundamentalmente, en la falta de actitud happycrática del individuo, la solución deberá ofrecerla él personalmente, con un cambio de actitud. Bajo este prisma, es difícil denunciar las injusticias y fallas del sistema. Así, la temporalidad en los contratos de trabajo; la competitividad rampante en el mundo laboral; los bajos salarios; la soledad de las personas mayores… han de ser gestionados por las personas con una actitud positiva, proactiva, resiliente. Todo menos reconocer que las sociedades neoliberales –a menudo- abocan a los individuos a existencias agotadoras, solitarias, inestables y atomizadas. Quizá, en lugar de insistir en la lucha individual por la felicidad personal, deberíamos redescubrir los vínculos que nos unen y dan sentido a nuestra vida: familia, sociedad, religión.

INDIVIDUALISMO. La filosofía que late detrás de la happycracia nos impulsa cada vez más a proyectar la vida en términos puramente egoístas e individualistas: el trabajo como nuestra carrera profesional; la educación, como la construcción de nuestras competencias; la salud como resultado de hábitos de vida saludables; el amor, como bienestar afectivo personal… La ciencia de la felicidad identifica la misma con valores exclusivamente individualistas.

ANSIEDAD E INFELICIDAD. Un último efecto negativo de la happycracia es su carácter inasible: los humanos nunca estamos del todo felices con quienes somos o con lo que hacemos. Ortega decía: que no puedas llegar es lo que te hace grande. Pues bien, al martillear a las personas con la necesidad de ser alegres y felices, la happycracia puede generar una ansiedad permanente por no alcanzar el resultado deseado, una suerte de insatisfacción en la ciudadanía happycondríaca, que nunca consigue alcanzar con los niveles de felicidad que la psicología positiva y la publicidad le han prometido, fundamentalmente porque son niveles ficticios, imposibles de alcanzar. Así, todos los ciudadanos, por defecto, deberíamos ir a psicólogos y leer libros de psicología positiva, para aprender a estar cada vez más alegres. La insatisfacción que todos sentimos –por naturaleza- se convierte en el mundo happycrático en una enfermedad que es preciso tratar. Resulta paradójico que en los países donde las formas de vida happycrática más se han desarrollado –psicología positiva, optimismo por decreto, búsqueda obsesiva de la felicidad personal- los niveles de felicidad no han incrementado, antes al contrario. ¿No será que la obsesión egoísta por estar cada vez mejor quizá no es el mejor camino para ser feliz?

UN CONTRASTE CON PETERSON
Me parece interesante contrastar este libro con las opiniones mantenidas por Jordan Peterson en muchos de sus vídeos, que contienen una llamada a la responsabilidad personal y al ejercicio de una voluntad sólida para sobrevivir al drama de la existencia y poner un poco de orden en el caos. Quizá la invitación de Peterson sea un poco voluntarista y esté marcada por un sesgo individualista y liberal, líneas que denuncian Cabanas e Illouz en Happycracia. De cualquier modo, Peterson se sitúa en las antípodas de la happycracia, partiendo de la base de que la vida del ser humano es dramática y está fundamentalmente marcada por el sufrimiento. Como punto de encuentro, los tres autores critican la autosatisfacción que se nos presenta una y otra vez como el principal objetivo vital, y hacen un llamamiento a asumir la responsabilidad personal para construir un mundo más justo.

Aquí van algunas citas del libro:

Criticando la psicología positiva y sus asunciones, afirman que la misma puede “legitimar la asunción de que la riqueza y la pobreza, el éxito o el fracaso, la salud y la enfermedad, son consecuencia exclusiva de las decisiones del sujeto”. (p. 9)

Esta aproximación a la vida “produces a nuew variety of happyness seekers and happychondriacs anxiously fixated with their inner selves, continuously preoccupied with correcting their psychological flaws, and permanently worried about their own personal transformation and betterment”. (p. 10).

“Separated from family, religion, and calling as sources of authority, duty, and moral example, the self first seeks to work out its own form of action by autonomously pursuing happiness and satisfying its wants”. P. 50 Cita de otro libro.

Cambia las cosas, no solo tu actitud. P. 61. “In positive psychology, it seems to me they’re trying to convince people to be happy without making any changes in their situation (…) that fits well with political conservatism”.

p. 62. We should question whether this individualist conception of human happiness is not itself doing more harm than good by contributing to sustaining and creating some of the dissatisfaction that it promises to solve.

Pp. 65 y siguientes. Critica el mindfulness por individualista. “Mindfulness conveys the message that turning our priorities inwards does not entail any kind of defeat or hopelessness, but rather is the best way to thrive and empower ourselves in a frantic and tumultuous reality”. Mindfulness “sits well with the individualistic assumptions and narrow sense of the social that characterize these happiness scholarse and professionals, as well as he neoliberal view of the world at large”. (…) “It also thrives on the believe that the root of these problems is to be found in individuals themselves, rather than in a socio-economic reality. Allegedly, it is not society that needs reform, but individuals who need to adapt, change and improve”.

68-69. Curioso que el auge de la happycracia coincide con el aumento de índices de depresión, ansiedad y enfermedades mentales. Link between individualism and disenchantment with the world, that comes with the flattening and narrowing of lives experienced by individuals in our societies. “Consequently, the vast array of sources of meaning and purpuose have been severely contracted, with anything else that could be placed outside the sphere of the self (morality, society, culture, tradition, etc.) losing its power and legitimacy to dirve people’s lives –together with its charm, mystery and magic.

74. Happycracia en la educación. We are creating societies in “which developing emotional literacy, learning managerial and entrepreneurial skills, and engaging in the pursuit of happiness have gained increasing prominence over developing critical thinking, learning reasoning abilities and craft skills, or pursuing knowledge as defining features of students”.

85. Happycracia y mercado laboral duro. La happycracia “has become a useful ideological tool to make apologies for some of the crueler aspects of the market economy”.

89. One of the most characteristic changes brought by the new working ethics is the exceptional stress on personal responsibility. Indeed, the progressive transition from external control to self-control…

103 y 104. Dos críticas a la resiliencia. “With resilience at the Forefront, though, it seems that issues such as increasing financial resources, raising wages, offering more vacations fighting for more recognition at work, or other ethical concerns become less essential issues when it comes to happiness and productivity”.
Yet, instead of resilience being acknowledged as a psychological euphemism for demanding individuals to make a virtue of necessity given the hard conditions of today’s working environments, it is instead presented as a fantastic ability that workers should capitalize on to develop their selves and their psychological capital, as the best way to flexibly navigate in the contemporary labor market.

MEDIRLO TODO. 125 y siguientes
Measurements also adds a halo of credibility and legitimacy over commodities. (…) Most importantly, the success of these kind of self-tracking applications highlights not only the extent to which it is demanded that individuals take responsibility for their own health status and sense of well-being, but also how willingly individuals agree to (and enjoy) monitoring and managing themselves daily. It is not surprising that these kind of applications are actually instruments for massive surveillance in which emotions, thoughts and body signals are sued within mass-scale statistics to profile, research, predict and SHAPE people’s behavior behind the promise of increasing their happiness. The most surprising issue here is the great extent to whih individuals have come to engage in their own self-surveillance, for the profitability of big business. (…)
The applications tend to obscure some important issues. For instance, these applications obscure the fact that they encourage individuals to be extremely self-absorbed with their inner lives and make them constantly worried about how to achieve higher levels of control over their thoughts, emotions and bodies. The dark side of these applications is that they advance new forms of discontent related to the daily checking, monitoring and correcting of our inner states. In this sense, the alluring promise of complete self-management easily turns into a threat: not engaging in constant self-surveillance entails the danger of becoming unhappy and unruly beings that do not care much about themselves.
Furthermore, these applications obscure the fact that they reify interiority. As if these applications captured and quantified user’s psyche with surgical precision, they give the appearance of turning interiority inside out, depicting it in an objective way through colorful images, numbers, charts and graphs. But instead of accurately monitoring and managing themselves, individuals rather PERFORM THEIR SUBJECTIVITIES AND IDENTITIES THROUGH THESE APPLICATIONS. In this sense, individuals would not be discovering and managing who they really are as much as SHAPING THEIR SELVES ACCORDING TO CERTAIN ASSUMPTIONS about and demands o how they should thing, act and feel.

132 y ss. Personal branding and the urge to seem happy.
In social networks you must appear happy at any cost (…). There is an ingrained, oppressive demand made on younger generations to curate, craft and communicate via social media an authentic yet only positive version of themselves.

140. Obsesión por parecer alegre y egoísmo de pensar mucho en la propia perfección.
We argue that it is not personal perfection so much as normalizing the obsession with one’s own self-improvemente that the market seeks to induce in consumers. Cenrtainly, the appiness industry thrives on producing a new breed of happycondriacs. Se nos dice que: “the normal and most functional way of living is to be fixated on their inners selves (…)and to be permanently concerned with their own personal transformation and betterment.

171. Si te va mal, es por tu culpa. Problema de la happycracia.
“The dark reverse in the stories of these inspirational, loving characters is that happiness is presented as being as much a personal choice as suffering, so those who choose not top lay the glad game are suspected of wanting misfortune, and therefore, responsible for it.”

172. Poco espacio para la compasión.
“The problem arises when positivity turns into a tyrannical attitude that holds people responsible for most of their misfortunes and factual powerlessness, regardless of how myopic, ungrounded or unfair this may be. (…) In a world where everyone is held responsible for their own suffering, there is little place for pity or compassion”.