9 de noviembre de 2021

Acertar con la inversión


Llevo un mes largo viviendo en una casa muy bonita, pero con una decoración bastante sesentera (léase oscura y rancia). Ayer fui a visitar a un amigo. Al entrar en su cuarto de estar, súper luminoso y moderno, sentí una alegría –inesperada y casi física- que todavía no he sido capaz de racionalizar.

Hay que invertir en ventanas, tapizados alegres y objetos bonitos. Es más divertido y más barato que ir al psicólogo.

4 de noviembre de 2021

En 2022 celebro Halloween

En breve mandaré esto al periódico. Como, siempre, se agradecen sugerencias...


La primera vez pensamos que era una coña. Cuando nos lo dijo por segunda vez empezamos a preocuparnos. Y la tercera vez que nuestro nuevo vecino yanqui nos invitó a celebrar Halloween en su casa no tuvimos más remedio que aceptar. Al tío parecía hacerle mucha ilusión.

Así fue como nos encontramos, entre calabazas y murciélagos de plástico, sentados en su cuarto de estar. Gorros de bruja. Capas. Batamantas negras. Gintonics en copas con forma de calavera. Y, para que no faltara de ná, en la tele, en bucle, el videoclip de Thriller de Michael Jackson. Feliz Halloween. Truco o trato.

El verdadero susto, de todos modos, vino al final: “El año que viene repetimos”, nos despidió eufórico en el descansillo, antes de cerrar la puerta.

De vuelta en casa, empecé a pensar formas de zafarme de aquella invitación-trampa. Y, como la mejor defensa es un buen ataque, pensé en qué fiesta de Halloween –de los difuntos- iba a organizar en 2022. Y entonces, en un momento de lucidez, supe cómo voy a celebrar el 2 de noviembre a partir de ahora.

Yo pondré la casa. Adri hará un vídeo con fotos de los abuelos, principales homenajeados. José traerá un kilo de langostinos, como los que devoraba sin respirar en casa de los abuelos cada Navidad. Mamá se encargará de cocinar un mousse de chocolate como el que hacía la abuela Maruchi. Bueno, no tan rico, que es imposible… pero algo mínimamente aproximado. Durante la cena, cada uno contará algún recuerdo bonito o divertido: el abuelo José negociando con un ganadero gallego cuánto tenía que pagarle por una vaca que los tíos habían despatarrado montándose encima; Lolita como primera “jueza” de los nuevos novios y novias de los primos… jueza absolutamente benévola, porque todos le parecían absolutamente geniales; Ramiro, explicándonos cómo cortarnos el pelo “de balde”, expresión que solo llegué a entender muchos años más tarde; o Maruchi, nadando a braza como la reina de Saba, con el cuello muy estirado para no mojarse el pelo…

Al terminar la cena, con un chupito en la mano, cantaremos a coro aquella tonada de Ramiro “Don José, Don José, cuánto madruga usté…”, bailaremos Los Pajaritos de María Jesús, y –en honor de Lolita- giraremos en torno a mi madre con flores, al ritmo de la canción de Miliki. Luego nos sentaremos un rato, y cada uno podrá contar recuerdos de algún que otro conocido ya finado: Bayo, Combarro, María Luisa… Hay muchos grandes a los que recordar.

Y, si a las 2 de la mañana llama a la puerta el vecino yanqui pidiendo que dejemos de hacer ruido, le invitaremos a pasar y tomarse una coca-cola con whisky, como hacíamos a escondidas con 11 ó 12 años en Nochevieja, pensando -¡qué ingenuos!- que el abuelo no se daba cuenta…

22 de octubre de 2021

Sentirse romano

 


Llevo tres semanas viviendo en Roma.

Los primeros días Roma me cautivó. La ciudad, cada uno de sus rincones, rezuma historia, humanidad y alegría. Su arte, además, está hecho a una medida todavía humana. Nada de rascacielos gigantescos, islas con forma de palmera ni horteradas de arte abstracto.

La segunda semana mi entusiasmo dio paso a una creciente indignación. Tanto desorden. Tanto caos. Tanta suciedad. Ni una acera lisa. Ni que estuviéramos en Togo. ¿Cómo se puede descuidar así una ciudad? ¿Cómo se puede descuidar así esta ciudad?

Ayer mi relación con Roma entró en su tercer estadio: la complicidad. Mientras nutría mi enojo contra los romanos con nuevos argumentos ("menudos chapuceros", "serán zánganos...") caí en la cuenta de que a mí también me pasean gatos por los foros. Igual que los romanos, mis pocos (y a menudo imaginarios) monumentos pierden cada día numerosas batallas contra bolsas de basura, malas hierbas y cartones de donsimón vacíos.

15 de octubre de 2021

Mínimamente serio


Un plató de televisión con un presentador entusiasta, tres concursantes y un público entregado.

-Y en el programa de hoy elegiremos a la persona más libre entre los tres finalistas. Comenzamos con Pablo.

-Buenas noches. Tengo 34 años. Estoy sin pareja. No tengo hijos. No trabajo. No tengo muchas aficiones. Me gusta ver al Valencia en el sofá, en calzoncillos y con una cerveza a mano. Me apareo de forma impulsiva, sin compromiso. Ve y busca a alguien más libre que yo.

-¡Faaaaabuloso! Vamos con nuestra segunda invitada.

-Soy Lucía. Tengo 37 años. Hasta hace dos años llevaba una vida estándar. Dos hijos. Pareja estable. Trabajaba como ingeniera en una fábrica. Pero mi vida era monótona, gris. Una mañana me dije: ¿cuánto tiempo tengo PARA MI? Y entonces todo cambió. Rompí la hucha, me compré una rulot y unos vaqueros rotos. Dejé a mi familia y me fui con una amiga a conocer mundo. Acabo de volver del Nepal y estoy pensando qué nuevo proyecto me hace ilusión empezar. Estreno mi vida cada día.

-¡Impresionante! Y nuestra tercera concursante eeeeees…

-Soy Paula. Tengo 36 años, tres hijos, un marido, una perra y una hipoteca a 30 años. Soy consultora en una multinacional. Soy fallera y me han engañado para presidir el AMPA del cole de mis hijos. Entre biberones, balances y rifas en la falla no tengo ni un minuto para mí. A veces me gustaría ser un oso y meterme en una cueva siete meses a hibernar. Casi no llego al programa: mi hija la pequeña ha mordido a una amiguita y estaba en una tutoría. Pero todo lo hago a gusto y no me cambiaría por nadie, la verdad.

-¡Feeenoooomenaaaaal! Pues bien, ha llegado el momento de que los lectores elijan al candidato más libre de los tres.

»Quien piense que ser libre consiste en no estrenar su libertad y hacer siempre lo que a uno le venga en gana, y quiera votar a Pablo, que envíe el mensaje #delnabo al número que aparece bajo la pantalla. Quien crea que ser libre es poder cambiar de opciones una y otra vez y tener siempre una puerta abierta, y dé su voto a Lucía, que envíe #siempreotraopción al número indicado. Y quien entienda la libertad como la capacidad de asumir compromisos y ser leal a ellos aunque haya dificultades, y apueste por Paula, que envíe #cuandoelijoelijo al número del concurso.

»¡Ya pueden empezar a votar! Para los despistados, recuerdo: el voto debe contener uno de los hashtags señalados; tienen diez minutos para votar; y, una vez emitido, no puede cambiarse el sentido del voto. Se trata de unas reglas básicas para que el concurso sea mínimamente serio.

»¡Buenas noches y que gane el mejor!