26 de enero de 2024

Exámenes, necrológicas y fuentes de inspiración


Esta mañana, al ir a entregar su examen, una alumna no puede reprimir ligeros brincos de alborozo cuando avanza hacia mi mesa por el pasillo central del aula. En plan Heidi. Ha sido muy gracioso. Sin leer ni una sola palabra de sus respuestas le he puesto un 9. Se lo ha ganado.

Después de comer he subido a la intranet las notas de otro de los grupos. Como cada año, el examen era fácil y previsible. Pues bien, a los diez minutos tenía un mensaje en mi bandeja de entrada de una alumna sorprendida (y suspendida): "Me gustaría ir a la revisión. No entiendo lo que ha podido pasar", se lamentaba. "Pues yo empiezo a entenderlo", reflexiono. Si hubiera dando brinquitos... quién sabe.

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Ayer faltó J., de un infarto repentino. Al conocer la noticia he sentido agradecimiento y pena. De mis años en el CEU, le recuerdo como un compañero y un jefe cercano, trabajador -algo caótico, siempre un poco superado por pilas de papeles- y bonachón. Además, era relativamente joven. 58. Descanse en paz. Hoy ha salido una necrológica en la prensa. Parecía un currículum de la Aneca o la presentación de un conferenciante, llena de grados y cargos académicos, tesis doctorales, artículos y proyectos de investigación. Me ha dejado desolado.

Espero que si alguien se ve en la tesitura de escribir mi necrológica reduzca al máximo mis presuntos éxitos académicos y se centre en mis fracasos como hijo preferido, padrino dadivoso, guitarrista desenvuelto, tenista solvente, apóstol de las masas, tertuliano sugerente, blogero, conferenciante y escritor. Porque al final resulta, hay que joderse, que me gustaría que me recordasen precisamente por aquel sinfín de cosas que no terminan de dárseme bien.

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Leyendo los diarios de I. me sucede lo mismo que con aquella novela tan exitosa y tan mala que me recomendó V. Que los leo y pienso: esto puedo hacerlo yo mucho mejor. Veremos si me sirve de carrerilla para escribir más.

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