30 de septiembre de 2009

Por qué me gusta la foto de las hijas de Zapatero

Muchas veces las consecuencias de los propios actos no son inmediatas ni evidentes, especialmente en política. Aparecen con el tiempo.

Por ejemplo.

Tú puedes lanzar mensajes prometiendo el pleno empleo. Si la cifra llega a casi un 20% al día siguiente, probablemente te apaleen. Pero si pasan unos meses de por medio, ya se sabe, un eurobásket, la boda de la Duquesa de Alba, un poquito de veraneo, y tal... pues hace que la gente no asocie tanto la promesa con la debacle, y aquí paz y después gloria.

Tú puedes ir a un debate televisivo con un parche en un ojo, dar clases de macroeconomía y negar la crisis, como hizo el señor Solbes, apabullando a Pizarro, como tantos dijeron. Si al día siguiente haces mutis por el foro ante la peor crisis económica de las últimas décadas -con un sueldo vitalicio bajo el brazo- y dejas el marrón al personal, serás denostado desde todas las tribunas. Sin embargo, si pasan unos meses y pones cara de dignidad, incluso pueden pensar que eres un hombre íntegro. Que tiene huevos.

Tú puedes hablar de educación para la ciudadanía y de integridad, con una sonrisa adánica, mientras adoctrinas a la gente y les vacías el alma. Si de la noche a la mañana todos los adolescentes van de botellón, mantienen relaciones sexuales sin ton ni son, hacen bulling, desprecian al profesor y se pegan con la policía... la gente pensará que eres un inútil como educador. Pero claro, si las violaciones de menores, los abortos de adolescentes, las depresiones del profesorado se suceden progresivamente –subiendo poco a poco cada año-, nadie asociará esa decadencia general a tus nefastas ideas educativas.

Esto es lo genial de la foto. Por primera vez vemos una total inmediatez entre las ideas de Zapatero y sus (tenebrosas) consecuencias. Por primera vez entendemos en tiempo real que detrás de la sonrisa angelical de zp puede haber resultados escalofriantes –la foto es escalofriante-. Esa foto es verdad. No hay imposturas ni maquillajes de propaganda política. No hay un veraneo de por medio ni el Gran Guayomin haciendo chistes. Está Zapatero y su familia: los educadores y las educadas.

José Blanco puede decir lo que quiera, pero tengo para mí –y me alegro- que por una vez ni la más locuaz de las justificaciones puede nublar el sentido común.

(y me resisto y no pongo foto en esta entrada del blog)