27 de marzo de 2015

De la compasión a la reflexión... Y al cambio



El shock que sentimos ante tragedias como la del airbus con destino a Dusseldorf es bastante comprensible. Además de compadecer a los fallecidos y a sus familias y amigos, y de rezar por ellos, creo que este tipo de sucesos puede servirnos para recordar una idea importante: somos mortales. Vamos a morirnos. Quizá dentro de muchos años. Quizá esta semana.

En esta sociedad adolescente de la cacha y el botox tendemos a olvidarnos de esta innegable realidad. A este olvido ayudan muchos factores: vamos rápido a todas partes, con lo que no hay momento alguno de soledad que facilite la reflexión; tenemos todo tipo de necesidades y caprichos resueltos, por lo que nos cuesta experimentar nuestra esencial fragilidad; y nuestro relativismo moral nos ha expoliado de las respuestas que nos permitían mirar a la muerte, si no con tranquilidad, al menos con una cierta confianza.

Pero saberse mortal no es malo. Es más, puede ayudarnos a vivir mejor. Saber que nuestro tiempo está tasado nos invita a vivir con más intensidad. Quien es consciente de que tiene que morir, no se dedica a cosas insustanciales, no pierde el tiempo, no se aburre. Tampoco supedita lo importante a lo urgente. Si me fuera a morir mañana... ¿qué haría hoy? Quizá este pensamiento puede llevarnos a dedicar más tiempo a la familia, a llamar a un viejo amigo para intersarnos por él, o a reconciliarnos con un hermano. La muerte pone las cosas en su sitio.

Steve Jobs decía en un famoso discurso que de vez en cuando pensaba: "Si me quedaran pocos días de vida... ¿seguiría obrando igual?", y que ese pensamiento le ayudó a no acomodarse, a dedicarse con generosidad a sus pasiones, y a exprimir de cada momento.

Lo importante no es vivir mucho. Es vivir bien. Ojalá en los minutos de silencio que estos días respetamos, además de mostrar solidaridad con las víctimas y rezar por ellas, cada uno dedique unos segundos a pensar... "Esto no dura para siempre. ¿Estoy viviendo la vida que me gustaría vivir?" y saque alguna decisión al respecto.

Os dejo una película corta de Isabel Coixet preciosa, sobre la sinceridad y la muerte. Son cinco minutos, merece la pena verla.


2 de marzo de 2015

Mal rollo

No sé si solo me pasa a mí. Pero conducir detrás de un coche fúnebre me da mal rollo, aunque vaya vacío.