(En unos días mando esto al periódico. Se agradecen comentarios) En general, me gusta. Pero tiene un tono un poco de "predicador" y "formalillo" que me distorsiona el blog. Este estilo me está aprisionando un poco. No está mal, pero creo que le falta algo de frescura. En fin, ya me diréis...
Mi primer
recuerdo de audios acelerados es borroso. Lo asocio –llámame viejo y casposo- a
la grabación de un cassette de José Luis Perales en una minicadena Aiwa en el
salón de mis padres. Serían finales de los años 80.
Luego un gran
salto, hasta que mi hermana me explica (2018) que ve las clases de preparación
del MIR a x1.5, para optimizar el tiempo de estudio. Desde entonces, la
reproducción de vídeos o audios a mayor velocidad se ha generalizado. Clases
online, podcast, audios de whatsapp, series… ningún contenido escapa a esta
“furia optimizadora”, que permite ahorrar tiempo acelerando la velocidad de
exposición a un mensaje.
Entiendo la moda,
claro. Pero no termina de gustarme, al menos por cuatro razones.
1. Acelerar el
mensaje da a entender que nuestro tiempo es más valioso que el del emisor. En
cierto modo, acelerar equivale a decir: “Abrevia tío. Me interesas, pero lo
justo. Tengo otras muchas cosas que hacer”.
2. Acelerar el
mensaje sacrifica el proceso en el altar del resultado. Como si lo único
importante fuera transmitir el mensaje, y no la relación que toda la comunicación
implica, con sus matices, acentos, silencios y meandros.
3. Acelerar el mensaje
nos atolondra. Queremos ir más rápido para hacer más cosas. Pero esas otras
cosas también las hacemos deprisa, para poder ocuparnos de otras cosas, que
también haremos rápido, en una carrera sin fin de pollos sin cabeza apresurándose
hacia ningún lugar.
4. Acelerar el
mensaje evidencia que uno preferiría estar haciendo otra cosa, y por eso desea
terminar pronto. Fundamentalmente acelera quien está en “marrón mode” y quiere quitarse cuanto antes algo
engorroso de encima.
Pues bien, como
valoro el tiempo de los demás tanto como el mío; como disfruto del camino y del
esfuerzo; como me gusta saborear las cosas; y como prefiero el “growing mode” al “marrón mode”, me he prohibido pinchar cualquier botón que acelere la
reproducción de mensajes.
Bastante rápido
pasa la vida como para ir por ahí acelerándola. La vida no se puede rebobinar.
Que cada uno haga lo que quiera, pero yo prefiero ir más despacio, relajar la
marcha, mirar más el paisaje. Todavía no han inventado un botón para ralentizar
el tiempo, para pasar la vida a x0.5. Esperemos que no tarden mucho. Mientras
lo inventan, solo me queda ser yo quien vaya un poco más despacio. Acompasado
al paso de la vida, sin frenesís absurdos. Y por eso no pincho ni pincharé
botones de x1.5.
Llámame viejo y
casposo, pero sigo convencido de que la vida –como los temas de Perales, por
cierto- se saborea mucho mejor a su velocidad normal.