15 de junio de 2021

Elogio del boli bic


Durante años confundí su sencillez con simpleza, su estabilidad con conformismo y todas sus virtudes con presuntos vicios. Pero hoy ya no. Hoy –después de constatar que el 80% de mis alumnos lo utiliza en sus exámenes finales- se me ha caído la venda de los ojos y he sido capaz de captar toda su grandeza, su genialidad. No todos los héroes llevan capa.

En estas breves líneas me gustaría reivindicar cinco virtudes de uno de los mejores inventos del último siglo, el bolígrafo bic, virtudes que haríamos bien en emular.

1. Sencillez. Los bolígrafos bic son objetos sencillos, sin grandes pretensiones. Los bic no tienen las ínfulas de los Pilots ni las estilográficas, siempre obsesionados por ser las estrellas del estuche. El bic es sólido y resultón, como un novio de nuestro pueblo.

2. Discreción. Los bic no hacen alardes ni procuran llamar la atención. Si tuvieran perfil en Instagram o LinkedIn tendrían pocos seguidores. Un boli bic no necesita darse autobombo ni adoptar posturas sexys para ganar popularidad. Hace su trabajo sin estridencias y con naturalidad. Persevera y vence.

3. Estabilidad. Desde que empezó a fabricarse en los años 50, el bolígrafo bic sólo ha experimentado un cambio: el agujero del capuchón, para evitar tanto la succión como el atragantamiento fatal. Por lo demás, mantiene su diseño originario. En nuestro mundo dinámico e impaciente, donde el cambio parece un dogma, la inmutabilidad serena de los bic es verdaderamente revolucionaria.

4. Servicio. Un bolígrafo bic es versátil. Sirve para escribir, por supuesto, pero también para mordisquearlo y matar los nervios, abrir puertas cerradas con pestillo, hacer de cerbatana o limpiarnos el oído. A todo se aviene el bic, sin rigideces, sin victimismos, sin darse importancia.

5. Fidelidad. Los bolígrafos bic cumplen su palabra. Duran más que una pila duracel. De hecho, no recuerdo haber terminado ninguno. Un bic no se acaba: se destruye, se pierde o se hurta. Su fiabilidad es un soplo de aire fresco en la sociedad de la obsolescencia programada y de las relaciones personales líquidas.

Vivimos tiempos convulsos. Nuestras certezas se desvanecen. Los pocos referentes que nos quedan se deslizan inevitablemente hacia la irrelevancia o la jubilación. La ola de estulticia digital parece irrefrenable. Pero no todo está perdido. Saca del bolsillo tu bolígrafo bic y míralo despacio. Se venden más de 6 millones de unidades al día. Sus virtudes pueden tener mala prensa, pero siguen siendo una base sólida sobre la que construir.

El éxito arrollador del boli bic nos recuerda que todavía somos mejores que nuestras ideas.