14 de diciembre de 2015

Textos legales y Hello Kitty


 El otro día, en unas jornadas sobre menores e Internet, una magistrada se mostraba del todo satisfecha por la nueva redacción del artículo 5 de la Ley Orgánica 1/1996, en la que había participado personalmente y que copio al final del post. A mi la redacción me deprime enormemente. Mientras las leyes se colorean con descripciones bucólicas y pastoriles, que parecen redactadas por la mismísima Hello Kitty, los menores ven pornografía y basura a mansalva. Pero la ley queda estupenda.


No sé cuánto tardará toda esta farsa en desplomarse. El rey va desnudo.

Este es el artículo del que la magistrada se siente orgullosa: "1. Los menores tienen derecho a buscar, recibir y utilizar la información adecuada a su desarrollo. Se prestará especial atención a la alfabetización digital y mediática, de forma adaptada a cada etapa evolutiva, que permita a los menores actuar en línea con seguridad y responsabilidad y, en particular, identificar situaciones de riesgo derivadas de la utilización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación así como las herramientas y estrategias para afrontar dichos riesgos y protegerse de ellos."

Digamos BASTA YA a las omnipresentes políticas de cookies



La proliferación de los avisos legales sobre el uso de Cookies cobra la dimensión de una plaga bíblica. Estoy harto de aceptar una y otra vez. ¿Soy el único? ¿Alguien conoce a alguien que rechace estas políticas? ¿A alguien que las lea? ¿Por qué la AEPD nos amarga pertinazmente la navegación? ¿No bastaría con entender que quien navega acepta tácitamente las cookies? ¿O con darle a ACEPTO una sola vez?

Propongo la creación de una nueva opción: Joder, acepto.

27 de noviembre de 2015

No pudo ser



Suena el teléfono.
- Oye, soy yo.
- Dime.
- ¿Con 50 euros bastará?
Segundos de silencio incómodo. Dame más pistas...
- Perdona, no sé quién eres.
(Responder la pregunta, aun cuando el tema estaba al 50%, era demasiado arriesgado).

23 de octubre de 2015

Cambio de hora y otras cosas


Llevo unas semanas con ganas de escribir, pero la verdad, no encuentro momento. Aunque sea de modo esquemático, querría dejar hoy por escrito tres cuestiones.

Cambio de hora
No me explico quién fue el figura que decidió que el cambio de hora en invierno lo hiciéramos un sábado de 3 a 4 de la mañana, en lugar de un lunes a las 12 del mediodía. Quizá podríamos darle una vuelta a esta cuestión.

Desabrocharse un botón
Qué momentazo durante una comida generosa, cuando mediado el segundo plato, uno disimuladamente se abre el botón del pantalón. Se da posteriormente un traguito al vaso de vino, y a seguir. Sólo puede hacerse -siempre disimuladamente-, cuando hay un poco de confianza.

La L en los coches
Llevar la L en la luna trasera de un coche es un estigma, un sambenito (bonita m antes de b en esta palabra). En lugar de suscitar comprensión y paciencia en el resto de conductores, la L saca lo peor de cada uno. Un invento de consecuencias imprevistas para el cándido norteeuropeo que lo alumbró. Aunque también todo depende de cómo se lo tome uno. A los pocos días de sacarse el carnet de conducir, a una hermana mía se le caló el coche en un semáforo. Ante los pitidos frenéticos de los conductores retenidos, que el cartel con la L no consiguió en modo alguno mitigar, mi hermana comentó tan pancha: "Pitad lo que queráis, cabrones. El carnet ya no me lo quita nadie". Pero claro, pocos conductores noveles tienen esa pachorra.

5 de octubre de 2015

Homenaje a Henning Mankell



Hoy ha muerto Henning Mankell, maestro sueco de la novela negra y creador de la saga del inspector Kurt Wallander. Pues bien, se me ha muerto un amigo. Como lector de los libros de Wallander (que leí en catalán para aprender valenciano, paradojas de la vida), me considero amigo de Mankell. La saga me gustó muchísimo: sentí una gran melancolía cuando cerré el último libro, y pensé: that's all folks.

Wallander es un buen tío, un gran policía y una buena persona. Es verdad que suele estar un poco triste, ojeroso y desbordado por los acontecimientos. Es verdad que es torpe en las relaciones humanas, y no sabe cómo tratar a su padre, a su ex-mujer, a su hija. Es verdad que se encuentra un poco desubicado en el mundo, siempre con una taza de café americano en la mano, con sueño, con el apartamento desordenado y con la ropa sucia pendiente de llevar a la lavandería. Pero coño, Wallander es un tío auténtico. Es un héroe de hoy, con sueño, arrugas y colesterol. Un naúfrago en el mar de inseguridades y cambios sociales que le ha tocado surcar, para el que todavía no se han dibujado cartas de navegación. Y así somos todos un poco. Luchando por el bien, intentando poner orden a nuestro alrededor, y soñando con encontrar un poco de sentido en una sociedad tan cambiante y contradictoria... Wallander es uno de los personajes literarios más reales de los he que he encontrado en mi vida, a quien mejor he conocido y a quien más me gustaría conocer.

Además de novela negra de la buena, cada episodio de Wallander denuncia injusticias y abusos que a nuestra sociedad le cuesta encarar: el tráfico de órganos, la trata de personas, los abusos sexuales a menores, la corrupción o el racismo.

Por todo ello, desde aquí quiero rendir hoy un sentido homenaje a Hening Mankell, a la vez que elevo una oración por su alma. Gracias por tus libros. Farewell, maestro. Hasta siempre, amigo.

28 de septiembre de 2015

Disyuntiva existencial



Un grillo ha acampado cerca de mi ventana. La primera noche que me regaló sus cánticos, pensé al acsotarme: esto es como dormir en el campo, qué gusto.

El problema es que el grillo se ha hecho fuerte en su rincón, y todas las noches me da la tabarra con su cri-cri. Hoy ha sido la cuarta noche de serenata. Durante ese duermevela de las tres de la mañana, diferentes pensamientos se han alternado en mi mente. "Mañana iré a buscarle y le mataré. Esto no puede seguir así". Sin embargo, la poca lucidez que tenía en ese momento se ha encargado de devolverme a la realidad: "Sabes que no irás. Después del desayuno te irás a trabajar. El grillo calla de día, y no vas a estar una hora buscándole. Sabes que no vas a hacer nada. Y mañana por la noche se repetirá la historia". Ante esta reflexión, me indignaba conmigo mismo, con mi pereza, con esas ocupaciones que me impedían acabar con el molesto e irreductible grillo. Entonces mi ira contraatacó: "Qué coño. Mañana voy a Leroy Merlin -y entonces recordaba medio dormido dónde está el Leroy Merlin más cercano a mi casa, con sus grandes letras verdes brillando en la entrada-. Seguro que tienen algún invento para matar grillos. Alguna trampa. Alguna loción. Algún sistema sonoro que le aplaque con infrasonidos. Y si no, rociaré el jardín con varios esprays de cucal si hace falta". Esta promesa de respuesta contundente y violenta me tranquilizó un poco, mientras daba vueltas en la cama con el cri-cri clavado en el cerebro. Entonces otro pensamiento totalmente impredecible me asaltó, unido a la figura del Papa Francisco: "Hay que respetar al hermano grillo". "El hermano grillo..." "El hermano grillo..." Casi me da la risa...

El resto de la noche me la pasé debatiéndome entre mi yo más violento, que buscaba compulsivamente en los pasillos del Leroy Merlin armas de destrucción masiva anti-insectos, y mi yo pacífico, que se compadecía del hermano grillo, que simplemente hacía lo que llevan haciendo miles de años los grillos: cantar por las noches.

En este debate, aturdido entre el sueño y la vigilia, reconozco que me reí bastante de mí mismo. A ver si llega de una vez el frío, acaba con el intruso, y me saca de este callejón sin salida, de esta verdadera disyuntiva existencial...

13 de septiembre de 2015

Pequeñas tradiciones



Desde hace unos años procuro comprar pasta de dientes Binaca. La blanca, la clásica. Cuando dormíamos en el campo de los abuelos era la que siempre usábamos -a mi no me gustaba mucho, la verdad, acostumbrado a otros dentífricos de sabores pensados para niños-, así que cuando me lavo los dientes me acuerdo de ellos.

También intento dormirme rezando un avemaría por cada persona con la que he estado ese día. La abuela Lolita me contó una vez que lo hacía.

Son dos guiños bastante pequeños a mis abuelos, pero me gusta cumplirlos. No sé, es como una forma de preservar algo valioso: una brizna de nuestro pasado, de nuestra tradición, de nuestra identidad.

Binaca. Ya ves tú...

6 de septiembre de 2015

Migraciones



Siento mucho todo esto. Pero siento que lo siento poco. Sigo haciendo planes, preocupado por mis publicaciones y el estado de mi barba. También me enfado si en la nevera sólo quedan yogures de limón y de coco.

¿Tengo la culpa? ¿Qué puedo hacer? He pensado en no merendar nunca más, o en hacerme un corte profundo en un brazo, para no olvidarme.

Bolonia

- Juan, viene un amigo a la universidad a dar una conferencia. ¿Puedes traer a tus alumnos?
- ¿Como figurantes?

18 de julio de 2015

Interés, aprendizaje y comida japonesa


Sin interés no se aprende nada. Lo experimenté el otro día en un restaurante japonés, donde he comido unas veinte veces con amigos de la facultad. “¿Me trae usted la salsa esa marrón que siempre ponen?” “Soja”, le aclara Ramón al camarero. “Pues eso, soja”.

Mis tres amigos se ríen de que no sea capaz de recordar ni un solo nombre de los platos, con la honrosa excepción del ya clásico “rollo de primavera”. A mí me parece lo más natural: la gastronomía del Impero del  sol naciente –susi, maki, tempura- ni me gusta ni me interesa, con lo que no consigo recordar cómo se llama exactamente lo que como.

Lamentablemente, creo la olímpica indiferencia que profeso hacia la comida nipona puede predicarse de muchos estudiantes españoles respecto de las asignaturas que han de estudiar. De modo que por muchos ordenadores y pizarras inteligentes que instalemos, estamos a bocados al fracaso. Lo difícil es suscitar el interés del personal, en medio del tsunami de estímulos e informaciones –tan excitantes como intrascendentes- en los que los niños y jóvenes se desenvuelven. Instalar pizarras inteligentes y software educativo lo hace cualquiera. Suscitar el interés y combatir la sofronización digital es tarea de valientes.

4 de junio de 2015

José Francisco, de Orange


Me llaman de Orange, un tal José Francisco. Me repite dos veces que me llama desde Murcia. Y me dice: "Juan María, ahora mismo tenemos un delfín". Claro, me ha dado la risa.

Por cierto: siempre procuro ser educado con estos operadores, y llamarles por su nombre. No me hace gracia la gente que les toma el pelo o les trata descortésmente. (Bonita palabra, que no sabía dónde acentuar, y que resulta que no existe). Menos mal que tengo un delfín.

2 de junio de 2015

No ha funcionado



Hoy he tenido un pequeño disgusto o fracaso profesional. Estoy jodido. He intentado repetirme diferentes frases de un repertorio extenso, que manejo con soltura para consolar a mis amigos en casos similares (o bastante peores): "Así es la vida"; "Más se perdió en Cuba"; "No se puede ganar siempre"; "No siempre que se tira a puerta se mete gol"; "Quien no arriesga no falla"; o el definitivo, "Que todos los disgustos de la vida sean como estos..."...

El caso es que no me ha funcionado en absoluto. No me siento mejor.

A ver si compartiéndolo en el blog la cosa mejora ;-)

29 de mayo de 2015

No debo nada a mis padres



Hoy pensaba que no debo nada a mis padres. Ni a Dios, por cierto. Puede sonar fuerte o presuntuoso, pero es totalmente cierto. Sin glosas ni notas al pie. No les debo nada.

Pero claro, voy a explicarlo para no parecer un descastado. No les debo nada porque son buenos padres. Porque me quieren mucho, y me quieren de verdad. Y el amor verdadero es un amor gratuito, que no pasa facturas, ni a corto ni a largo plazo. Es un amor que deja libre, y no un favor de prestamista o inversor, que con el tiempo exige intereses o un retorno en la inversión.

Cada vez es más difícil encontrar gente que nos quiera así, a fondo perdido, sin pasarnos la cuenta a la vuelta del tiempo. Cuántos padres, por ejemplo, quieren mucho a sus hijos, pero les cargan de numerosas exigencias y expectativas que el hijo tiene con el tiempo que colmar, y tantas veces pesan sobre el niño como una losa, o dejan en su corazón un poso de amargura durante años. Pues bien, no es mi caso, nunca lo ha sido. Yo no debo nada a mis padres.

Solo tengo una deuda con ellos, que se llama, muy acertadamente, deuda de gratitud. Y se llama así porque se ha contraído gratis, y además porque nunca puede saldarse.

22 de mayo de 2015

Sugerencias para la noche electoral



No sé si algún político tendrá la desfachatez de decir este domingo en la sede de su partido la ya manida frasecita: “Esperamos no defraudar a quienes han depositado en nosotros su confianza”. Por mi parte, sugiero las siguientes alternativas, más sinceras, si de lo que se trata es de regenerar la vida democrática, lo que bien puede comenzar a hacerse llamando a las cosas por su nombre.

Esperamos no defraudar al Fisco”. Este sería un comienzo inmejorable, verdadera declaración de intenciones de quien al día siguiente se dispone a tomar posesión de la llave de la Caja. En caso de duda, siempre se puede añadir en voz baja la partícula “más” después del verbo defraudar, como hace José Mota en alguno de sus esqueches.

Dejando a un lado las arcas públicas y volviendo al electorado, mi primera sugerencia sería la siguiente: “Esperamos no defraudar a quienes han desconfiado menos de nosotros que de los demás”. Frase sincera y plenamente ajustada a la realidad social, como bien saben los consejeros áulicos –o fontaneros- que interpretan sesudamente las encuestas.

Otra alternativa, que omite el verbo defraudar –nótese que para defraudar debe haber expectativas de algún tipo, lo que hoy en día es altamente dudoso-,  podría ser: “Esperamos no profundizar la decepción de quienes nos han votado porque no les ha quedado más remedio”. Cuántos votantes se sentirán interpelados por tan honesta proclamación…

En cuanto a los partidos de nuevo cuño, quizá su apelación podría ser la siguiente: “Esperamos no defraudar a quienes han depositado en nosotros su cabreo”. Apasionante futuro próximo el de aquél que ha sido llamado a canalizar el cabreo ciudadano en las instituciones, que ineluctablemente se plasmará en histriónicas actuaciones parlamentarias.  Ante esta perspectiva, uno se acuerda de Ortega, y de las tres cosas que entendía que un diputado no debía hacer en sede parlamentaria: ni el payaso, ni el tenor, ni el jabalí... ¿Veremos alguna trifulca o pelea en nuestros Parlamentos en la próxima legislatura, como hemos visto algunas veces en las Cámaras de países como Venezuela, Turquía o Ucrania? Al tiempo.

Finalmente, brindo a los candidatos de siglas más tradicionales mi postrera afirmación: “Esperamos no cabrear aún más a aquellos a quienes todavía no hemos espantado”. Eso sí que es un programa político de alguien que quiere mantenerse en el centro del espectro político…

Para concluir, prometo que si algún político ganador, entre los brindis de cava –o calimocho, que todo se andará-, pronuncia una de las frases que aquí compendio en su noche electoral, mi fe en la regeneración democrática de este país dará un salto importante. Por el contrario, si escucho la monserga de “depositar en nosotros su confianza”, apagaré la televisión con el convencimiento de que por el momento seguimos igual. Entonces a lo mejor sí me apunto al calimocho, a ver si me ayuda a conciliar mejor mis sueños de regeneración democrática…

4 de mayo de 2015

Elogio de la soledad



Detecto en mi una extraña sensación. Me molesta recibir llamadas de teléfono. A veces me escondo en la biblioteca a estudiar, para que no me interrumpan y me distraigan (amigos, alumnos, compañeros). "Te he buscado varios días en el despacho, y no he dado contigo", me dijo un compañero. "Me alegro, de eso se trata", le contesté con una sonrisa. Claro, nadie imagina que un profesor pueda estar en una biblioteca. Es insólito.

Esta Semana Santa estuve de viaje en Portugal con unos amigos. Se abrió un grupo de wasap, al efecto de compartir fotos y comentarios entre los que fuimos y quienes se quedaron en casa. No me metieron en el grupo. Y oye, en lugar de enfadarme (¡me ignoran! ¡no cuentan conmigo!), me alegré enormemente. Me callé como un muerto, no fueran a darse cuenta del olvido y a meterme. (Salir de un grupo de wasap de amigos es realmente jodido, es como una ofensa al sentido de la amistad.)

Conclusión: me gusta estar solo. No siempre, claro; pero a veces sí. Y en esta sociedad del coleguismo, el jajismo, el buenrollismo, y la omnipresente presencia de amigos y conocidos a través de las redes, cada vez resulta más complicado.

****

En la cola del Mercadona, un señor da su DNI a la cajera y deletrea: T de torrezno. Al tío le traicionó su subconsciente...

15 de abril de 2015

Selectividad tipo test



Si ya muchas veces siento vergüenza al leer los exámenes finales de desarrollo de mis alumnos de 2º de carrera, trufados de faltas de ortografía, discordancias, pleonasmos, y originales palabras de cosecha propia -como "añanamiento de morada"-, no quiero ni pensar lo que esto va  a ser ahora, cuando el examen de selectividad sea un examen de tipo test.

Evaluar conocimientos de letras o humanidades con exámenes de tipo test me parece un craso error. En primer lugar, me cuesta entender cómo alguien puede explicar la filosofía de Platón o un punto de la Historia de España mediante respuestas de verdadero y falso. Este tipo de exámenes aniquila los matices humanos de una explicación, la diversidad de opiniones y enfoques, la riqueza de diferentes puntos de vista. Todos han de responder lo mismo, y nadie debe explicar o comentar nada. Por otro lado, todos los institutos impondrán este tipo de exámenes en bachiller, para entrenar a sus muchachos, de modo que muy pronto los chicos no tendrán que redactar nada durante todo el bachillerato.

Ojalá me equivoque, pero mucho me temo que esto va a ser el golpe de gracia a la ya paupérrima habilidad de redacción de los universitarios españoles.

Todo más fácil, más objetivo, más eficiente. Y más pobre. El analfabetismo rampante gana batallas de la mano de gobernantes ineptos que sólo entienden de números.

Xo weno, ke + da.

O tempora. O mores. (El otro día Emilio me escribió esta frase de Cicerón en un mail, y estaba intentando colocarla en algún momento. Si bien no he escrito el post pensando en ella, me viene como anillo al dedo).

27 de marzo de 2015

De la compasión a la reflexión... Y al cambio



El shock que sentimos ante tragedias como la del airbus con destino a Dusseldorf es bastante comprensible. Además de compadecer a los fallecidos y a sus familias y amigos, y de rezar por ellos, creo que este tipo de sucesos puede servirnos para recordar una idea importante: somos mortales. Vamos a morirnos. Quizá dentro de muchos años. Quizá esta semana.

En esta sociedad adolescente de la cacha y el botox tendemos a olvidarnos de esta innegable realidad. A este olvido ayudan muchos factores: vamos rápido a todas partes, con lo que no hay momento alguno de soledad que facilite la reflexión; tenemos todo tipo de necesidades y caprichos resueltos, por lo que nos cuesta experimentar nuestra esencial fragilidad; y nuestro relativismo moral nos ha expoliado de las respuestas que nos permitían mirar a la muerte, si no con tranquilidad, al menos con una cierta confianza.

Pero saberse mortal no es malo. Es más, puede ayudarnos a vivir mejor. Saber que nuestro tiempo está tasado nos invita a vivir con más intensidad. Quien es consciente de que tiene que morir, no se dedica a cosas insustanciales, no pierde el tiempo, no se aburre. Tampoco supedita lo importante a lo urgente. Si me fuera a morir mañana... ¿qué haría hoy? Quizá este pensamiento puede llevarnos a dedicar más tiempo a la familia, a llamar a un viejo amigo para intersarnos por él, o a reconciliarnos con un hermano. La muerte pone las cosas en su sitio.

Steve Jobs decía en un famoso discurso que de vez en cuando pensaba: "Si me quedaran pocos días de vida... ¿seguiría obrando igual?", y que ese pensamiento le ayudó a no acomodarse, a dedicarse con generosidad a sus pasiones, y a exprimir de cada momento.

Lo importante no es vivir mucho. Es vivir bien. Ojalá en los minutos de silencio que estos días respetamos, además de mostrar solidaridad con las víctimas y rezar por ellas, cada uno dedique unos segundos a pensar... "Esto no dura para siempre. ¿Estoy viviendo la vida que me gustaría vivir?" y saque alguna decisión al respecto.

Os dejo una película corta de Isabel Coixet preciosa, sobre la sinceridad y la muerte. Son cinco minutos, merece la pena verla.


2 de marzo de 2015

Mal rollo

No sé si solo me pasa a mí. Pero conducir detrás de un coche fúnebre me da mal rollo, aunque vaya vacío.

11 de febrero de 2015

De ingenuos y de listillos



El sábado pasado estaba en una conferencia -este comienzo es realmente pedante-, y se produjo ese momento mágico en el que un ingenuo que ha insertado un vídeo en un power point, hace clic encima y el vídeo no se reproduce. Todo un clásico. Me parece increíble cómo la gente cae una y otra vez en el mismo error. No recuerdo una sola vez en la que dicha función de Power Point haya ido bien.

Pero a ese momento mágico siguió otro. Otro momento mágico que preví con lúcida intuición, porque siempre sigue ineluctablemente al error del power point. Un listillo de entre la multitud, un moderno, un friki, dijo ufano... "Esto con Mac no pasa". Como si él fuese el programador de Mac.

Pues claro que no pasa. Te has gastado 1.500 euros en tu mac, y por eso no te pasa. Ahora bien, para proyectar desde Mac en un proyector normal tienes que llevar un jodido adaptador. Personalmente, prefiero minimizar el ppt y poner el vídeo.

En fin, esos momentos mágicos que ingenuos y listillos nos regalan de vez en cuando.

4 de febrero de 2015

No darles bola



Creo que somos tontos cuando publicamos en las primeras páginas de los periódicos noticias como la de hoy: "Un soldado jordano quemado vivo por el yijadismo". Esta gentuza quiere intimidarnos y aterrorizarnos, y se recrean en ejecuciones crueles, que posteriormente publican en Internet para horrorizarnos. Si damos publicidad a esas imágenes, les estamos siguiendo el juego. Si pinchamos en los vídeos, si publicamos la noticia, si reproducimos la foto, de algún modo estamos siendo sus cómplices, estamos haciendo lo que esperan que hagamos, les estamos dando poder sobre nosotros.

En mi opinión, lo oportuno es ignorar informativamente sus atrocidades -su objetivo es buscar el espectáculo-, al tiempo que política y militarmente se intenta minimizar y poner coto a su salvajismo.