25 de junio de 2023

Nadie da tanto por tan poco

 

Beber agua con gas mola. Bueno, beberla no: pedirla. Beberla a veces es consecuencia de un puro error que cometemos en el duty-free del aeropuerto. Y entonces no mola. Nadie bebe con gusto agua con gas en una triste botella de plástico verde haciendo cola en la puerta de embarque. Puaj.

Pero pedirla en un bar es lo máximo. Genera un áurea de exclusividad difícilmente igualable. Sobre todo si uno la  pide con autoridad, sin justificar su elección en un ligero dolor de estómago o un persistente reflujo.

Pedir agua con gas te eleva por encima de tus acompañantes, que satisfacen su sed o mitigan su calor con vulgares refrescos o cervezas. Quien bebe agua con gas no está atado a esas necesidades fisiológicas o la urgencia del placer, tan propias de persona que anhela, que suda. Que se abalanza sobre las patatas fritas. Tan propias de tío del Atleti. No.

Terminando este post he pensado que seguramente Pep Guardiola pida agua con gas en los bares. Y entonces se me han empezado a pasar las ganas de hacerlo yo. Aunque bueno, también podría ser que Pep perteneciera al club de los fantasmas que, no contentos con  pedir agua con gas, todavía preguntan al camarero: "¿Cuáles tienes?"

Esa posibilidad me ha tranquilizado no  poco. Resistiré la tentación de elevarme tanto y preguntar por la gama de aguas con gas que hay en la carta. Pediré agua con gas, a secas. Y haré un esfuerzo por beberla como si me gustara. Construir un prestigio tiene su precio.

Difendere chi siamo - Diego Fusaro

 


Diego Fusaro

Difendere chi siamo. Le ragioni dell’identità italiana. 

Rizzoli, 2020, 246 páginas.

Comentario

Para preparar mi viaje a Roma en mayo busqué algo que escuchar y que leer en italiano, y me topé con algunos podcast de Diego Fusaro. Me gustó mucho, así que decidí comprarme el libro que ahora comento. El libro está a la altura de los podcast. Es uno de los ensayos que he leído últimamente que más me ha gustado.

He disfrutado de su lectura al menos por tres razones.

En primer lugar, porque es un libro apasionado sobre un tema importante y actual: la identidad cultural, nacional e identidad. Resumiendo mucho, la tesis de Fusaro es que la identidad está bajo amenaza por un doble frente: la derecha globalista que quiere que todos seamos consumidores intercambiables y homologados; y la izquierda arcoíris que combate cualquier pertenencia fuerte: Estado, familia, religión, en nombre de un “amor universal” que en el fondo deja a la gente sola. El “mercado” quiere llenar ese vacío con el capitalismo y sus productos; la izquierda estatalista, suponemos que por un Estado “papaíto” que no tenga rival a la hora de colonizar la mente y el corazón de los ciudadanos.

En segundo lugar, porque es un libro políticamente incorrecto, que critica de forma abierta e inteligente muchas de las corrientes hoy en día imperantes, que califica de totalitarismo cool, permisivo y hedonista, caracterizado por lo políticamente correcto y lo éticamente corrupto. Su idea básica es que muchas de las causas de la izquierda arcoíris –ecología, feminismo, veganismo, derechos de los animales- son reivindicaciones de una clase media cool cada vez más egoísta, que detrás de un amor a lo universal esconde una gran indiferencia hacia los problemas reales de la gente normal (salarios bajos, difícil acceso a la vivienda, complicaciones para formar familias, etc.). La derecha globalista celebra que la gente se enrede en disputas sobre problemas tangenciales y no reivindique cuestiones de derechos y de justicia más serias.

En tercer lugar, porque el libro está muy bien escrito. El autor escribe de forma plástica y potente, empleando un lenguaje propio muy característico.

Aquí dejo una colección (un poco extensa) de citas y formas de decir que me han gustado mucho. Leyéndolas en diagonal se puede tener una imagen general del tono del ensayo.

Citas

Capítulo 1. Identidad y diferencia.

13. Vocacionalmente heterófobo, el globalcapitalismo no ama al diferente, sino que intenta neutralizarlo a toda costa.

14. Identidad y diferencia están hoy bajo asedio.

15. Qué necesita el globalcapitalismo y qué no.

No necesita pueblos radicados en su historia y en su tierra, ni subjetividades con identidades fuertes y capaces de oponer resistencia, sino consumidores del yo mínimo y narcisista, con identidades líquidas, gadgetizadas y efímeras.

18. El capitalismo debe favorecer el encuentro de los hombres en el mercado y, junto con ello, desincentivar toda otra manera de relación comunitaria.

21. La globalización busca producir masas amorfas de sujetos post-identitarios e intercambiables…

24. La aversión globalcapitalista por los límites y las fronteras es la del invasor respecto a toda barrera que encuentre en su camino.

29-30. Dos mitos para ilustra dos caminos errados en relación con la identidad: Narciso y Eco.

Los complejos de Narciso y de Eco permiten encuadrar los dos principales dilemas de la identidad en el tiempo del globalismo. (…) Por un lado, el provincialismo hiperidentitario cerrado, propio de los fundamentalistas de la identidad. (…) Por otro, (…) la pulsión cosmopolita hacia la desidentificación y una apertura irreflexiva hacia la alteridad, que presenta como presupuesto la negación de la propia identidad, de la que se reniega en nombre de la openness. Mis palabras: en estas dos opciones se niega la identidad, no se realiza.

La identidad es relacional. No se cierra autistamente en sí misma, como Narciso. Pero tampoco se anula en la apertura incondicionada al otro, como Eco. El respeto de la identidad y las tradiciones de los otros no comportan el abandono de las propias.

El diálogo entre diversas identidades, que se relacionan abriéndose recíprocamente sin renegar de lo que son, es exactamente lo opuesto del diálogo fingidamente multicultural –en realidad, entre indiferenciados- promovido y prometido por los apóstoles del globalismo.

31. Nuevo totalitarismo cool y antiautoritario.

Este globalismo acepta el diálogo a condición de que los que dialogan repitan el mismo contenido, o sea el verbo único políticamente correcto y éticamente corrupto.

33. Fundamental: tomar conciencia de la propia historia y del propio proyecto.

38 y ss. Fidelidad creativa. Resumen previo a las citas. Hay que evitar dos peligros: el progresismo que solo mira hacia adelante y desprecia las raíces; y el tradicionalismo que momifica la identidad. Conviene conocer y valorar la propia herencia para proyectarse hacia el futuro y transmitirla de forma creativa, como algo vivo, y no como una pieza de museo.

La identidad, como la tradición, existe en la medida en que se realiza, o, si se prefiere, tiene su historia y existe siempre en proceso. No literal: mira hacia atrás y hacia adelante. Se evita así la postura del progresista que –cautivo del complejo de Orfeo- no quiere volverse retrospectivamente a su propia historia y a la propia tradición. Y también la del tradicionalista radical, que eleva la tradición y la identidad al rango de cosa inmutable, de fetiche petrificado en una dimensión sustraída al principio de la historicidad. Este es un “embalsamador”, que con su “furia coleccionista” momifica la vida.

39. Los heraldos del progresismo arcoíris…

40. La historia y la tradición no deben entenderse ni como una carga inútil, de la que hay que deshacerse, ni con el rigor mortis del tradicionalismo estático y acrítico. Hay que recibirla del pasado y transmitirla al futuro, reavivando y renovando lo que se ha recibido. Se trata de conservar renovando y revolucionar manteniendo.

“Lo que has recibido, para poseerlo, tendrás que conquistarlo”. Cita del Fausto de Goethe. Hay que llegar a ser lo que se es, esforzándose por actualizar la potencialidad de la propia identidad y de la propia tradición.

Esta es la fidelidad creativa, que mira al pasado no con la mirada del arqueólogo, sino con la de quien aprendiendo de lo pasado proyecta cosas en el futuro. Es un pasado viviente, capaz de abrir nuevas posibilidades de desarrollo futuro.

44. Las identidades culturales son identidades narrativas, que nos conectan con quienes han sido, con quienes somos y con los que vendrán.

Capítulo 2. La desidentificación: la homologación individualista.

49. Crítica del cosmopolitismo.

El cosmopolita es quien se siente, en abstracto, ciudadano del mundo, porque en concreto ha roto cualquier vínculo de pertenencia con el territorio y las tradiciones, con la comunidad nacional-popular y con sus costumbres, con la nación y con la lengua madre. El cosmpolitismo es, en este sentido, otra forma de llamar a un universalismo nocivo, pensado como la antítesis de las determinaciones concretas y las diferencias de los pueblos y las culturas.

50. Se condena y demoniza cualquier forma identitaria y soberana que no sea el individuo librecambista, startupper y consumidor de la identidad centrifugada y gadgetizada.

51. La open mind celebrada por el nuevo orden mental y por la catequesis cosmopolitizadora coincide, en último término, con la mente vacía de cualquier contenido ligado a la tradición histórica y a la identidad cultural. Así, la mente abierta en el sentido de vacía, está preparada para ser redefinida y plasmada sin oposición según las exigencias de los mercados desregulados.

Se coloniza el imaginario por parte del capital subcultural ligado a la homologación del nuevo orden mental.

Estos consumidores no conocen pasado (tradición) ni futuro (proyecto), porque viven en el reino del eterno presente de consumo.

56. La tarea de la cultura es, fundamentalmente, educar la identidad.

57. Amar la humanidad significa, entonces, amar las diferencias y las identidades de las que se compone, sobre todo a partir del amor por la propia identidad cultural, por el propio pueblo, por la propia lengua y por el propio territorio. Significa respetar los confines como símbolo de identidad y de la justa medida.

58. la propia identidad se refuerza mediante la confrontación con los otros.

60. Solo cuando hay diferencias puedo llegar a ser quien soy, conocer mi identidad.

Solamente la comparación (confrontación) con la Diferencia (con el otro) me hace posible pensar mi Identidad (lo propio), reapropiándome de lo que es propio, asimilándolo. Una identidad que no se abre a la diferencia es, por ello, una identidad frágil.

El peligro para la identidad –propia y de los otros- no viene de otras identidades, por fuertes que sean, sino de aquellos que, al no tener una identidad, no pueden respetar la identidad de los demás y aspiran a la desidentificación universal, a la pulverización de toda identidad. El enemigo no es pues el portador de una identidad, sino el nihilista.

La invitación a ser flexible y a poner entre paréntesis la propia identidad debe entenderse como una exhortación a despedirse de uno mismo y del propio proyecto de vida. Se fomenta el yo líquido, a quien dar forma desde fuera.

Mis palabras: nadie más intolerante que quien reniega de las diferencias y quiere que todos sean iguales –nacionalista paleto o globalista open mind-.

62. Solo quien tiene una identidad puede, de hecho, resistir a la nada de lo indistinto planetario impuesto por la desidentificación mercadista.

Homo vacuus. 71. Sus rasgos característicos son la fragmentación, la ausencia de memoria y de proyectos, la saturación, la falta de un centro.

La identidad, entendida como la permanencia en el tiempo y en el espacio de un sustrato que resiste al puro devenir, es sustituida en favor de una pura sucesión heterodirigida de imágenes y percepciones, flujos de deseos y sugestiones siempre brillantes.

75. La nada de la globocracia anónima del nuevo poder consumista avanza veloz, como en la Historia Interminable de la novela de Michael Ende. Y devora todo lo que encuentra en su marcha triunfal hacia el siempre igual.

Se demonizan las fronteras y la patria. Confundir órgano con identidad.

76. La astucia de la razón mundialista y del orden globocrático reposa en la demonización de las fronteras nacionales y de las interiores de la identidad como fuerzas discriminatorias y, como tales, universalmente negativas.

Pero es un salto tramposo: se confunde la pulmonía con los pulmones… y se invita a amputar éstos para terminar con aquella. La nación no equivale a nacionalismo.

Las fronteras: enseñan a delimitar el propio yo y sus apetitos egoístas, ya que lo insertan en un horizonte comunitario más grande. El confín como frontera y como límite no niega el tránsito, pero evita las invasiones. Negar las fronteras, la identidad, abre la puerta a la okupación del mercado.

La igualdad no es homologación, sino libre e igual desarrollo de las diferencias, respeto a cada identidad específica y, por ello, a la recíproca alteridad. Lo otro es la liberta del siempre igual, que es una caricatura de la igualdad.

Amenaza del colonialismo del indistitno y el imperialismo de lo mismo. En lugar del sujeto consciente e irrepetible, prevalece el individuo neutro y desindentificado.

El mercado busca producir un indiferenciado global de consumidores, para lo que tiene que destruir la identidad y las fronteras.

Capítulo 3. La noche del mundo. El vacío del siempre igual.

El hombre reducido a starupper de sí mismo.

Se olvida fatalmente de que las cosas más importantes no son cosas.

La característica más sobresaliente del falso multiculturalismo consiste en la autofobioa. Scrutton lo define como oikofobia: fobia respecto de todo vínculo con la propia identidad histórica y cultural.

96. La izquierda arcoíris deslegitima el concepto mismo de identidad y, con él, la posibilidad de resistir a la colonización integral del imaginario por parte del orden tecnocapitalista.

98. Por limitarnos a la cuestión que en esta sede nos interesa, si la derecha del dinero necesita desestructurar la potencia de los Estados nacionales, de las identidades culturales, de la familia y de la lucha de clases desde abajo, la izquierda de las costumbres deslegitimará el Estado nacional como un peligroso remedo nazi, la identidad como una fuente insidiosa de agresividad xenófoba, la familia como retrógrada sede del paternalismo y del patriarcado y la lucha de clases desde abajo como populismo tribal y regresivo.

p. 101. El gadget, emblema quintaesencial de la mercancía que se hace seductora y de la elección entre diversas facetas del siempre-igual.

105. Fácil manipularnos. El hombre de hoy, vacío de su identidad, se asemeja a Proteo. Está expuesto a toda forma de solicitación y de redefinición, privado de elementos que –de la tradición al espíritu crítico, de la cultura a la memoria- le permiten oponer resistencia al asedio permanente operad de la cultura nihilista de los mercados.

107. La supresión de las fronteras materiales nacionales y de las fronteras inmateriales identitarias resulta emancipador no para las personas, sino para el Señor global-elitista y para el dominio all inclusive del mercado.

109. Se ha producido una generación de “egomonstruos” narcisistas que pretenden que todos sus deseos de consumo asuman el estatus de derechos imprescriptibles.

112. Interesante. Contrapone los problemas postmaterialistas de los ricos a los problemas de tanta gente real.

La nueva izquierda arcoíris se centra en problemas postmaterialistas y postmodernos de derechos civiles, cosméticos y de consumo, como la integración de las minorías, la acogida de los inmigrantes, la cuota rosa, las tecnologías verdes, la diferenciación de residuos, los derechos de los animales, la alimentación vegana y la discriminación lingüística. Peor ignoran otros problemas, ligados a otra sensibilidad, como los sueldos de los trabajadores, la familia y el futuro de los hijos, la tradición identitaria y las raíces territoriales.

La política del fragmento prevalece sobre la política de lo común.

115. Se promueve la homologación, llamándola igualdad.

Brigadas fuxias de guerrilleros del arcoíris.

121. El hombre postmoderno no debe tener ninguna pertenencia identitaria que lo ligue simbólicamente a una comunidad, a una historia, a una nación, a un territorio o a una civilización. Debe ser un simple átomo competitivo y sin raíces: su pertenencia material e inmaterial solo puede ser la del mercado planetario.

Capítulo 4. El globalismo de la indiferenciación.

122. Heterofobia: la ideología de lo mismo.

123. El tecnocapital procura la supresión de las diferencias y, con ellas, de las alternativas: y ello para que triunfe la unidimensionalidad de la mercancía y del hombre hecho mercancía.

124. La mundialización como colonialismo glamuroso y a la altura de los tiempos, que incluye neutralizando y uniforma nivelando.

126. El discurso globalista subraya la atención sobre la humanidad, para distraerla de quien en concreto –pueblo, clase, individuo- sufre a nuestro lado. Se invita a amar a la humanidad, identificada con quien está lejos, con el solo objetivo de justificar un soberano desinterés por quien están realmente a nuestro lado.

126-127. Resumo con mis palabras. El globalismo dice que el amor particular –a lo propio- implica egoísmo, y apuesta por el amor a lo universal. Pero esto es una mentira: el amor a lo universal esconde casi siempre un amor egoísta solo a uno mismo.

130. Se fomenta un individuo Smart, libre de toda pertenencia y de todo vínculo.

140. El nuevo opio televisivo dirige a la juventud hacia el mito de “más placer” y “más plusvalía” como el único objetivo. Se separa a las nuevas generaciones de toda pasión política, de todo anhelo cultural y de todo ligamen con la identidad tradicional y con las raíces materiales e inmateriales.

La generación MTV ha aprendido a vivir como una emancipación la incapacidad de hacer proyectos, la inmadurez permanente y la inestabilidad existencial.

Capítulo 5. Del sueño de una cosa al sueño de las cosas

El hombre necesita símbolos para habitar el mundo, para hacerlo vividero. Se está produciendo una “desimbolización”.

145. Sin un sistema simbólico y cultural, sin perspectiva utópica y sin raíces, el hombre es prisionero de un desierto simbólico que avanza. El dinero y lo material se convierten en la única fuente de sentido.

149. El imaginario es colonizado por los ritos y las liturgias del consumo.

150. Sociedad del self-services y del “todo lo que puedas comer”. Hedonismo neo-laico.

156 y siguientes. Se destruye la identidad cultural y de clase. Pero también la biológica, con el tema del transhumanismo y del género. Todo puede ser cambiado a nuestro antojo, a nuestra voluntad, a nuestro capricho.

160. Con el antiespecismo no se consigue elevar a los animales al rango humano, sino bajarnos a todos al rango de utilizables.

El hombre líquido: no tiene nada sólido que no se deje modelar.

165. Según la profecía de Heidegger, la alternativa que hoy tenemos está entre una humanidad que ya ha colapsado y otra que está todavía enraizada en el terreno; o, si se prefiere, entre radicales y radicados, entre desenraizados y quienes tienen sólidas raíces.

Capítulo 6. Identidad o barbarie

p. 168. Importancia de la dimensión proyectual: “La proyectualidad confiere activamente un sentido al propio estar en el mundo, a partir de las propias raíces y del propio origen”. Es importante aprender a abrirse a un futuro proyectado e intencionado. Al ser humano corresponde elegir libremente cuál de sus posibilidades quiere poner en acto.

Buscar un mañana libremente perseguido.

169. El sentido de la vida se construye como una articulación entre “el pasado recordado, el presente de la vida vivida y el futro proyectado”. Para ello es esencial tener memoria de la proveniencia (Tradición) y apertura prospectiva al futuro intencionado (Proyecto).

171. La tradición no es una cadena. La tradición elegida es fundamento de la historicidad y de la fidelidad creativa. Esta fidelidad combina la conciencia de los orígenes y del pasado del que se es hijo con la libre proyectualidad de lo que viene, y por la tanto con la elección de la gama de posibilidades encerrada en nuestra historia.

No se trata de aferrarse a un pasado claustrofóbico y esclerotizado, sino de reconocer la propia identidad y desde ahí elegir el futuro. La tradición permite la vida.

173-174. Habla de que se pueden cambiar las cosas. No debemos disolver lo posible en lo existente. Es importante variar el coeficiente de inevitabilidad.

180. Los catequistas de lo políticamente correcto.

185. La oposición al globalcapitalismo (…) necesita de bastiones interiores y de fortalezas culturales no homologadas al nihil que avanza con la inclusividad neutralizante propia del globalismo mercantilista. Hacen falta espacios de conciencia crítica y de tradición cultural, de memoria histórica y de identidad nacional-popular: son las primeras barreras para oponer resistencia a la homologación falsamente multicultural y al relativismo centrífugo.

190. Las brigadas moradas de la izquierda arcoíris son antifascistas en ausencia del fascismo, y combaten, llamándolo fascismo, todo posible retorno de la soberanía del Estado nacional. (…)

196. Totalitarismo cool, permisivo y hedonista, para consumadores homologados.

202. Cuanto más enraizado se esté en las tradiciones y las costumbres, en los dialectos y en los ritos, más serán capaces de resistir al imperialismo mental de la globocracia y a la “nada” que ella pretende implantar en las cabezas y en los corazones.

207. El futuro no es una repetición tautológica del presente completamente alienado: es, por el contrario, lo que de él sabremos hacer mediante nuestro hacer y nuestro pensar. (…) Como escribía Goethe a von Müller el 4 de noviembre de 1823: la auténtica nostalgia debe ser productiva, debe crear algo nuevo que sea mejor.