21 de febrero de 2007

Yo pensaba


Yo pensaba que los políticos estaban para servir a un país, no para servirse de él. Yo pensaba que la televisión estaba para informarse, no para deformarse. Yo pensaba que ser compatriota de alguien era un grado de complicidad, no un motivo de enfrentamiento. Yo pensaba que el deporte era para hacer amigos, no para sembrar enemistad.

Yo pensaba que beber vino era una buena forma de olvidar todos los desengaños anteriores. No una sustancia peligrosa.
Ahora… ¿qué me queda?

12 de febrero de 2007

Tantas y tantas cosas



Y cuando, cansado del yacusi y del mercedes, al final de la última pantalla de Súper Mario Kart. Hastiado de la música de Alex Ubago, pagada ya la cuenta de aquel brumoso pub… al fin bajo la persiana, siempre me quedo solo.¿Eso era todo? Aturdido. Sin nada entre las manos. Promesas incumplidas de la publicidad.

4 de febrero de 2007

Los que no piensan igual


Desde hace algo más de un año vengo escribiendo en este blog. Recibo comentarios de lo más variado, tanto de gente que piensa de modo similar al mío, como de gente que piensa de forma muy distinta (Bruno y el señor Perales merecen una mención honorífica). Es curioso, pero de los que más he aprendido son de los que no piensan como yo. Me obligan a reflexionar más, a poner en duda mis puntos de vista, a repensar mis posiciones, y en ocasiones a rectificar.

Escuchar a las personas que piensan de modo distinto al de uno suele ser enriquecedor. Ya lo decía el Machado: “Busca a tu complementario, que marcha siempre contigo, y suele ser tu contrario”. ¡Qué pena que nuestros políticos se empeñen en despreciar al adversario y en mantener esos diálogos de sordos! ¡Qué triste parodia de la verdadera democracia!

2 de febrero de 2007

Reseña de "El Danubio". Claudio Magris.


El hilo conductor del libro lo constituye un viaje a lo largo del Danubio, símbolo del crisol de pueblos y culturas que conforman la mitteleuropa, y que tuvieron su esplendor en el auge del imperio Austro-Húngaro. Sin aparente interconexión entre sí, Magris reúne anécdotas, impresiones, pensamientos y reflexiones, sucesos históricos, historiografía y personajes de lo más diverso, asociados a los lugares que va recorriendo. Este conjunto de miniaturas componen una gran sinfonía, acunada por el correr de las aguas del Danubio. Quizá el mayor mérito del germanista sea la unicidad de percepción que, como en un majestuoso mosaico, ofrece al lector a través de historias y paisajes aparentemente deslabazados.

El libro constituye un verdadero monumento a la cultura centroeuropea, un canto a sus gentes, a su Historia, a su ocaso. Como única objeción, señalar la reiterada referencia a la literatura de cada pueblo y etnia, que para el lector no iniciado puede resultar algo cansina.

En el fondo del libro late una tensión entre el poder y la compasión, el asombro y el desengaño, el esplendor y la decadencia. Se trasluce una crítica a la visión positivista del la vida, por su necesario reduccionismo, un rechazo a la modernidad, y una exaltación vitalista de lo cotidiano, entendido como espacio para lo heroico. Al final, nos queda la memoria. La seguridad, con el trascurrir de las aguas danubianas, de que todas las cosas quedan atrás, tiñe el relato de una suave melancolía, abierta todavía –quién sabe por cuanto tiempo- a la tenue luz de la esperanza.