El poder de los
sin poder. Václav Havel. 1990, Ediciones encuentro (original de 1979).
Desde hace años
me topaba aquí y allá con el nombre de Havel, disidente checo que llegó a ser
presidente de Checoslovaquia y de Chequia. Su librito “El poder de los sin
poder” es el primer ensayo que me leo este curso. Aquí va una breve recensión,
seguida de algunos extractos literales.
El libro contiene
una triple invitación: vivir en la verdad; asumir la propia responsabilidad; y
renunciar a la lucha política para centrarse en la mejora del hombre concreto.
El ensayo está
escrito en 1979 en el contexto de un país bajo el yugo comunista, en el que las
expresiones de libertad son sospechosas, cuando no directamente reprimidas.
Havel comienza exponiendo las diferencias entre las dictaduras tradicionales –en
las que un poder militar muy minoritario más o menos improvisado oprime a la
población en cortos períodos temporales envolviéndose en eslóganes pseudorrevolucionarios
y heroicos- y la dictadura bajo la que él vive, mucho más organizada,
estructurada capilarmente, burocratizada y muy estable. A este tipo de poder lo
califica de “poder postotalitario”. Una vez definido el postotalitarismo Havel
pretende exponer cómo los individuos “sin poder”, los disidentes, pueden hacer
frente a esa fabulosa máquina de control y conformación social.
Aunque Havel se
refiere habitualmente a la situación de los países bajo el telón de acero, en
los últimos capítulos señala que dicho postotalitarismo puede ejercerse en
contextos aparentemente democráticos, mediante formas más sutiles de represión de
la disidencia. De hecho, lo que hace interesante el texto es su aplicabilidad a
la situación actual, en la que cada vez resulta más complicado hacer frente a los
dictados de lo políticamente correcto, la ideología de género, el milenarismo
climático y lo woke.
La fórmula de
Havel –si es que puede llamarse así- destaca por su sencillez. Más que
enredarse en complicadas formulaciones teóricas de lo “habría que hacer”, el
dirigente checo se dirige a la persona concreta, invitándola a dejar de “vivir
en la mentira” y a comenzar a “vivir en la verdad”. Este tránsito lo
ejemplifica de forma sencilla en la negativa de un tendero a exponer en su
escaparate una consigna reivindicativa “mainstream” que todo el mundo exhibe (“tenderos
del mundo, uníos”). Para Havel la revolución empieza ahí, en ese minúsculo
gesto de separarse de lo “políticamente correcto” cuando no se cree en ello. Havel
señala que nunca podemos saber el efecto de dicho acto, que puede perderse
desapercibido en la historia, pero también puede contribuir decisivamente a
derribar el muro de mentiras que el poder establecido ha construido. Abandonar
la corriente de lo que “todos hacen, piensan o dicen” para ser fiel a la propia
conciencia –a la verdad- conjura el riesgo del autototalitarismo, que es aquel
en el que las personas instaladas en la mentira se convierten en víctimas y en
agentes de la propia opresión.
En cualquier
caso, como advierte Havel, la decisión de vivir en la verdad no saldrá gratis,
ya que tanto quienes viven en la mentira como el propio sistema interpretarán
dicha decisión –el retirar el eslogan- como un desafío y un mentís a la
corriente dominante, de modo que el disidente debe estar preparado para hacer
frente a distintas formas de reacción y marginación social. En efecto, el
sistema no puede permitir que un conjunto de personas afirmen que el rey va
desnudo. La mentira es frágil y no quiere arriesgarse a que sus vergüenzas sean
denunciadas públicamente, con lo que conviene etiquetar rápidamente al
disidente como contrarrevolucionario, fascista, machista, negacionista o conspiranoico,
cuando no es preferible, lisa y llanamente, un linchamiento y ejecución
sumarísima en la plaza pública. Lo vimos en la Unión Soviética con Solzhenitsyn;
lo vimos con Rocco Butiglione, con Benedicto XVI, con Djokovic. Lo vemos en el
acoso y derribo de la educación diferenciada. Y lo vemos con algunos representantes
políticos que se niegan a tildar un asesinato –que evidentemente condenan- como
un crimen machista.
Cuando son varias
las personas que comienzan a “vivir en la verdad” se crean unas sinergias que
el autor califica de “vida independiente de la sociedad”, en el sentido de que
aparecen manifestaciones de convivencia no programadas ni planificadas por el
sistema –de arriba abajo-, sino espontáneas y naturales, construidas de abajo
hacia arriba. En un estadio más avanzado, algunos disidentes son capaces de
crear “estructuras paralelas” –asociaciones, colegios, institutos,
universidades-, en las que vivir en la verdad al margen de las estructuras del
sistema, colonizadas por las “mentiras oficiales”. Esta parte del ensayo me ha
resultado muy interesante, por su conexión con el debate acerca de la opción
benedictina y la conveniencia de crear burbujas en las que preservar los
propios valores, cuando se percibe que los mismos son muy minoritarios o están
amenazados en la sociedad. Havel defiende abiertamente la necesidad de crear
estos entornos paralelos en los que “vivir en la verdad”, si bien subraya que –para
no convertirse en guetos- deben tener un componente de universalidad: estar
abiertos a todos, defender valores para todos, aspirar a que sus efectos
positivos lleguen a todos. Junto con ello, Havel insiste en que la finalidad de
estas estructuras no es primariamente política, aunque puedan tener efectos
indudables en dicha esfera.
La parte final
del libro subraya el potencial totalitario de la sociedad consumista y
tecnificada, explicando que el liberalismo tampoco garantiza la defensa de la
identidad y la libertad humana frente a ciertas imposiciones de la mayoría a
las que resulta difícil resistir. Esta parte cita y conecta muy bien con el
discurso en Harvard de Solzhenitsyn, que hay que leer todos los años.
Concluyo. El ensayo
me ha parecido interesante por muchos motivos. Por el paralelismo entre el
postotalitarismo comunista de los años 70 y nuestra situación actual. Por su
esperanza y su apuesta por la responsabilidad individual para hacer frente a
los diferentes muros de mentiras que pretenden encerrarnos. Por su minimalismo,
articulado en torno a cada persona y a pequeños grupos para encarnar “la vida
en la vedad”, independientemente del impacto que su disidencia pueda tener a
corto o medio plazo en la vida social. Por cómo explica la beligerancia
generalizada contra todo aquél que pretende separarse del pensamiento dominante
y decide no secundar sus mentiras. Y por la defensa de las “estructuras
paralelas” que los disidentes crean, que si mantienen su vocación de
universalidad no constituyen un redil ni un gueto, sino un entorno de libertad
y resistencia.
Algunas citas
sueltas.
Presentación
9. La tarea
primordial no es destruir lo que está mal, sino construir desde abajo una nueva
persona y un hombre nuevo. La tarea más urgente y necesaria es la conversión
del corazón del hombre. Es ahí donde anida el mal que hay que destruir, el
cáncer que es preciso erradicar (Si yo fuera bueno, el mundo sería bueno.
Dostoievski).
Capítulo 4. El
tendero que cuelga el slogan de “tenderos del mundo, uniros”. Al hacer esto ha
entrado él mismo en el juego, se ha hecho un jugador, ha permitido al juego
avanzar, continuar, en resumen, ha permitido que se jugara.
P. 36. Al entrar
en el juego, ratifica el poder vigente; en definitiva, uno ayuda al otro a
seguir siendo obediente. Uno y otro son objeto de un dominio, pero a la vez son
también su sujeto: son víctimas e instrumentos del sistema. (…)
Autototalitarismo:
en el sistema postotalitario está inscrita la implicación de todo hombre en la
estructura del poder, no porque realice ahí su identidad humana, sino para que
renuncie a ella en favor de la identidad
del sistema. (…) Pero no solo esto: también para que con su ligazón
contribuya a la creación de una norma común y ejerza presión sobre sus
conciudadanos.
p. 42. Quitando
el cartel del escaparate. Con su gesto, el tendero ha interpelado al mundo; ha
dado a cada uno la posibilidad de mirar detrás del telón, ha demostrado a cada
uno que es posible vivir en la verdad. La vida en la mentira solo puede
funcionar como pilar del sistema si está caracterizada por la universalidad,
debe abarcarlo todo, infiltrarse en todo; no es posible ninguna coexistencia
con la vida en la verdad; cualquier evasión la niega como principio y la
amenaza en su totalidad.
43. Si el
fundamento del sistema es la vida en la mentira, no es de extrañar que la vida
en la verdad sea su principal peligro. Y por eso es por lo que se combate este
peligro más que cualquier otro.
Vivir en la
verdad tiene dimensión personal, reveladora (de la realidad), moral (como
ejemplo) y también política.
44-45. No
minusvalorar la fuerza de la vida en la verdad: El radio de acción de este
peculiar poder no se puede inferir del número de sus adeptos, de sus electores
o de las fuerzas armadas, en cuanto que se extiende a la quinta columna de la
conciencia social, de las intenciones secretas de la vida, de la aspiración
reprimida del hombre a su dignidad y a la realización de sus derechos
elementales (…). Este poder, pues, no se apoya en ningún soldado propio, sino
en los llamados soldados del enemigo,
es decir, todos los que viven en la mentira y que en cualquier momento –al
menos en teoría- pueden quedar fulminados por la fuerza de la verdad. (por eso
se echó a Solzhenitsyn de su patria). (…) 46. Apenas un hombre exclama “el rey
está desnudo” (…) da la impresión de que toda la envoltura es de papel.
50. La vida en la
mentira desmoraliza. La vida en la verdad, como rebelión del individuo contra
la situación que se impone, es por el contrario un intento de comprender su
propia y peculiar responsabilidad: es, por tanto, una acción abiertamente
moral.
La decisión de la
vida en la verdad. A veces hay que superar una esperanza pasiva en que las
cosas mejoren. P. 57. No se puede continuar esperando eternamente y es
necesario, a la vez y con fuerza, decir la verdad, sin tener en cuenta las
sanciones que comportará ese gesto y sin fundarse en la frágil esperanza de que
un gesto de ese tipo podrá reportar resultados tangibles en un tiempo no
lejano.
P. 62. Empezar
por la persona. “Un cambio a mejor de las estructuras, que sea real, profundo y
estable (…) hoy no puede partir (…) de la afirmación de esta o de aquella mala
copia de un proyecto político tradicional y en definitiva solo externo (es
decir, inherente a las estructuras, al sistema), sino que tiene que partir –más
que nunca y más que en otras partes- del hombre, de la existencia del hombre,
de la reconstrucción sustancial de su posición en el mundo, de su relación
consigo mismo, con los otros hombres y con el universo.
Defensa personal
contra la manipulación.
p. 83.
Habitualmente la vida en la verdad no se concretará en acciones políticas. La
vida en la verdad, en el sentido original y más lato del término, indica el
vasto campo, no delimitado y difícilmente descriptible, de las pequeñas manifestaciones
humanas que en su gran mayoría quedan inmersas en el anonimato y cuyo alcance
político nadie cultivará y describirá nunca de manera más concreta que lo que
ocurre en una descripción general del clima o del humor de la sociedad. La
mayoría de estos ensayos se quedan en la fase elemental de rebeldía contra la
manipulación: el hombre simplemente se enmienda y vive –como individuo- más
dignamente.
Porqué solemos
estar a la defensiva. P. 87. El sistema postotalitario desencadena un ataque
moral contra el hombre, que se encuentra ante él solo, aislado y abandonado. En
consecuencia, es natural que todos los movimientos disidentes tengan un
carácter destacadamente defensivo: defender al hombre y a las intenciones
reales de la vida contra las intenciones del sistema.
El sistema no se
sana con un plan de gobierno o un programa político. P. 88. La defensa del
hombre, la defensa de sus intenciones es, por tanto, no solo el camino más real
–puede comenzar aquí y enseguida y puede recibir un mayor apoyo de la gente-
sino también (y quizá precisamente por eso) el camino más coherente: nos lleva
a la esencia más concreta de la cuestión. (…) Creo que este programa de
emergencia, minimalista y negativo –la simple defensa del hombre- es hoy, en
cierto sentido (y no solo en nuestra situación), el programa maximalista y más
positivo; lleva a la política al único punto de dónde puede partir si tiene que
eliminar sus antiguos errores: al hombre concreto.
Valor de avances
pequeños. 102. Naturalmente es poco. Pero en la actitud del disidente está
inscrito el partir de la realidad de lo humano aquí y ahora y creer más en el
poco obtenido mil veces y con coherencia, aunque quizá se trata simplemente de
aliviar los sufrimientos a un simple ciudadano, que en una solución global,
abstracta y remota.
105 y 106. Los
disidentes crean estructuras paralelas. Se puede decir que las estructuras paralelas representan la
manifestación más articulada de vida en la verdad y que sostenerlas y desarrollarlas
es uno de los compromisos importantes que los movimientos disidentes tienen hoy
ante sí. (…) ¿Qué otra cosa son las estructuras paralelas sino el espacio de la
vida distinta, esa vida que está en sintonía con las propias intenciones y que
se estructura conforme a ellas? ¿Qué otra cosa son estos intentos de
autoorganización social, si no el intento de una parte de la sociedad de vivir
–como sociedad- en la verdad, de rechazar el autototalitarismo y de emanciparse
así de su compromiso con el sistema postotalitario? ¿Qué otra cosa son si no el
intento no violento de los hombres de negar en sí mismos ese sistema y de
fundar su vida sobre una base nueva: la propia identidad? (…) Las estructuras
paralelas no nace de una apriorística imagen del cambio del sistema (…) sino de
las intenciones de la vida y de las necesidades auténticas de los hombres
concretos.
Para no ser una
burbuja llevan en sí “un elemento de universalidad” que no es (…) accesible
solo a una comunidad delimitada en un mundo u otro, (…) sino que, por el
contrario, es capaz de ser punto de
partida para cualquiera: una prefiguración de la solución general y que, por
tanto, no es solo expresión de una responsabilidad del hombre hacia sí y por
sí, sino que, por su esencia, es siempre una responsabilidad hacia el mundo y
por el mundo”.
Y sigue 107.
Estaría en un error quien considerase las estructuras paralelas y la polis
paralela como un refugio en un gueto y como un gesto de aislamiento que
resolviera exclusivamente el problema de los que han hecho su elección, pero
que fuese indiferente para los demás; como si, en pocas palabras, se tratase
solo de un punto de partida esencialmente de un grupo, que excluyese los lazos
con la situación común.
109. Es decir: la
polis paralela es indicativa y tiene sentido solo como acto de ahondamiento de
la responsabilidad hacia el todo y por el todo, como descubrimiento del puesto
más adecuado para este ahondamiento y no como huida de él.
120. Porqué se
persíguela vida en la verdad. Mientras la vida en la verdad siga siendo ella
misma, no podrá dejar de amenazar al sistema: es absurda su coexistencia con la
vida en la mentira privada de su tensión continua y dramática. Su relación será
siempre secreta y abiertamente conflictiva. En esta situación hay dos
posibilidades: o el sistema desarrollará cada vez más sus propios elementos
postotalitarios y se acercará a la alucinante imagen que Orwell da al mundo de
la absoluta manipulación (…), o bien la vida independiente de la sociedad
incluidos los movimientos disidentes, se transformará poco a poco en un
fenómeno social cada vez más importante.
p. 122. He
subrayado ya en distintas ocasiones que el punto de partida de estos
movimientos y su potencial fuerza política no consisten en la construcción de
proyectos de transformación del sistema, sino en una lucha real y cotidiana por
una vida mejor aquí y ahora. (…)
Al final del
libro habla de la civilización de la técnica y del aturdimiento que el hombre
sufre en la misma.
126. En su
conferencia en Harvard, Solzhenitsyn denuncia el carácter ilusorio de las
esperanzas que no se basan en la responsabilidad y la subsiguiente incapacidad
de las democracias tradicionales para oponerse a la violencia y al
totalitarismo. Allí el individuo goza de libertades y garantías personales
desconocidas para nosotros, pero en resumidas cuentas estas libertades y estas
garantías no le sirven de nada: él es solo una víctima de la autocinesis,
incapaz de mantener su identidad y de defender su interioridad (…).
p. 129. ¿Qué
hacer, pues? Habla de la reconstrucción moral de la sociedad y de valores
humanos como la confianza, la sinceridad, la responsabilidad, etc. “Yo creo en
unas estructuras orientadas no hacia el aspecto técnico de ejercicio del poder,
sino hacia su significado; en estructuras que se basan en la percepción común
de cumplimiento de ese significado en comunidades concretas más que en
ambiciones expansionistas hacia el exterior. Pueden y deben ser estructuras
abiertas, dinámicas y pequeñas.
p. 132. Estos grupos
actúan sin la perspectiva de un éxito clamoroso e inmediato y, por tanto, se
nutren sobre todo de la percepción común de un sentido más profundo de su
trabajo.