4 de abril de 2023

El Corviale y las utopías urbanas


Estoy  leyendo un libro que cuenta cosas de Roma. Sé que la frase no me hará ganar el Premio Cervantes, pero realmente no encuentro otra que describa mejor el libro "Roma Desordenada", de Juan Claudio de Ramón. Ayer leí un breve capítulo que habla del Corviale, una especie de utopía urbanística que -a nadie debe extrañar- ha seguido la ley universal de las utopías, deviniendo en un engendro arquitectónico y una pesadilla arrabalera en la que (mal)viven 4.500 personas. El Corviale es un complejo urbanístico formado por tres edificios de hormigón, el más grande de los cuales mide casi un kilómetro de largo y treinta metros de alto.

Me gustaría visitar el sitio, así como estudiar un poco este fenómeno de las utopías urbanas, muchas de las cuales han terminado en estrepitosos fracasos arrumbados en los núcleos urbanos como enormes cetáceos varados de cemento y hormigón.

Por cierto, que el libro dedica otro capítulo al barrio EUR, una de las más gratas sorpresas que me llevé el año pasado en Roma. El núcleo central del barrio también es fruto de una utopía urbana, esta vez de Mussolini, pero en este caso está hecho con más cabeza y gusto, a pesar de sus dimensiones algo megalómanas. Pocos edificios me han impactado tanto como el inquietante coliseo cuadrado, que desde lo alto de una colina preside el EUR. Merece la pena visitarlo.


Escribiendo estas líneas, me he acordado de un escolio de Gómez Dávila, que aquí dejo: "Si queremos que algo dure, hagámoslo bello, no eficaz". Sir Roger Scrutton estaría de acuerdo.

3 de abril de 2023

Un arca de Noé

No soy muy de zarzuelas, la verdad. Y desde ayer, que fui a la primera con J. y B., creo que todavía lo soy menos.

Pues bien, a pesar del rollazo de la obra, me valió la pena ir para ver los tres o cuatro bailes -dos de ellos, en la penumbra de los interludios- de la bailarina principal. Su cuerpo, su talle, sus movimientos contenidos, sus curvas medio adivinadas bajo una blusa blanca y una falda larga verde, eran una pura delicia, una alegría. Ni una sombra de erotismo que empañara o distrajera de la simple contemplación de su figura, del hechizo de su baile. Nada sucio, ningún recurso barato -tan al uso, rosalía- para llamar la atención. Y la gracia de su cuerpo, de su baile y de la música -sin trampas- sojuzgaban. Muy difícil y muy bonito.

Habrá que recompensarlo. La defensa del patrimonio nos compete a todos. Habrá que ir más a ver zarzuela.

(Entrada en construcción. Le falta una pulidita)