25 de febrero de 2010

Pascua



Conversando con T, me cuenta algunas costumbres bien indecentes de conocidos suyos. Aunque uno nunca se acostumbra a estos relatos, tampoco hay nada nuevo bajo el sol, y bien pensado, estos comportamientos desenfrenados son la cosa más común. Con Dios enterrado bien hondo y Aristóteles de vacaciones, lo único que nos queda es el momento presente. Si ya no hay alma, entonces hay que exprimir el cuerpo. Aquí-ahora-más.

Y así se va arrojando en la caldera del deseo la madera del tren sin ningún reparo y sin ningún límite. Pero… ¿y cuándo ya no quede más madera? ¿Y cuándo el tren se haya consumido irremediablemente, y la locomotora yazca en una vía muerta sin recursos, sin esperanza, sin nada entre las manos?

Quién sabe, a lo mejor entonces se asome una amapola entre las traviesas. Quizá para entonces quede gente con acopio de ternura, que esté dispuesta a compartirla sin pedir nada a cambio. Pobres, cobardes, supersticiosos, ingenuos, que con una sonrisa repitan su cantar: “siempre es un buen momento para empezar de cero, la mañana de pascua se reedita en el tiempo”.

22 de febrero de 2010

Acabar una tesis



Porque el último mes de embarazo es el más pesado e incierto, pero el más gozoso. Porque el último kilómetro de una maratón es el más largo, pero el más dulce. Porque las guerras las ganan los soldados cansados...

Voy a disfrutar y a trabajar y a sufrir como un LOCO estas últimas semanas de mi tesis doctoral. El paro me espera al final de este túnel. Más de cuatro millones de personas para abrazarme al término de mi carrera. Por ellos. Por todos. Sufrir y pelear hasta el final.

20 de febrero de 2010

Jubilación



Maruja, la secretaria del departamento, se jubila en dos semanas. Parece que hasta ahora había espantado la certeza de su retiro con actividad, bromas, encogimientos de hombros. Tácticas para convencerse del “todavía queda mucho”.

Pero ya no. Estos días se la ve tristona –aunque con una sonrisa-, melancólica. Va a echar de menos la universidad. El otro día nos invitó a un grupo de doctorandos a unos ferrerorrocher, y nos hicimos una foto juntos en una sala de reuniones. Cuando le invitamos a la defensa de las tesis, se alegró mucho. Así volveré con motivo, y nadie podrá decir “qué hace ésta por aquí”.

Luego nos contó que está a punto de tener su primera nieta. Y estaba bien contenta.

Me dejó muy buena sensación la conversación con Maruja. Jubilación, añoranza, nietos, alegría… Son los dorados tonos del otoño, que es un tiempo de cosecha y recogida.

Ni que decir tiene que muchos catedráticos nunca tendrán esa alegría, tibia y serena, de Maruja.

11 de febrero de 2010

En la Montaña de Cristal



El príncipe caminó largamente hasta que vio la Montaña de Cristal y en su cima en Castillo. Bajó del caballo y con no poco esfuerzo subió a la Montaña. Entró en el castillo. En el salón vio a la princesa. Estaba sentada frente a un televisor.

El príncipe quedó fascinado por la belleza de la princesa y supo que por fin se cumplía el destino que hasta entonces había estado buscando en vano por todo el mundo. Se acercó para depositar un beso sobre la frente de ella, despertarla de su sueño encantado y tomarla por esposa.

Sin embargo, cuando se le estaba acercando, echó sin querer una mirada al televisor. Se sentó junto a la princesa en el sofá y, habiéndose olvidado de momento del beso, también se puso a mirar la televisión.

(Cuento de Mrozek)

2 de febrero de 2010

Conferenciante


Hoy he dado una conferencia o clase, prgramada entre las 18 y las 20h. El público: alumnos de un máster, unos 50, que han empezado las sesiones de la tarde a las 16 h. Al minuto de empezar he comentado que pensaba terminar a las 19.30 o 19.40, no más tarde. Se ha hecho un tupido silencio, supongo que de alivio. Y he añadido: "esperaba obtener la primera ovación de la tarde tras este anuncio". Y la ovación se ha precipitado.

A las 19.30 he anunciado que estaba acabando. Que para quien quisiera, a partir de las 20 h. glosaría en el mismo aula las consecuencias jurídicas del tema. Silencio de nuevo. "Era una broma", he aclarado. Algazara general y segunda ovación.

Al terminar, no ha hecho falta suscitar el aplauso. Éste se ha derramado natural, cálido, cerrado.

Ha sido verdaderamente gratificante, y pienso que por estos tres aplausos -especialmente por los dos primeros- han valido la pena los esfuerzos de las últimas semanas.