4 de octubre de 2012

Amigos


Con D. tomo helados y cafés, con T. como bocadillos, con I., R. y S. voy a un japonés infame -eso sí, dan unas toallitas para limpiarse la cara muy esponjosas-, con C. hago planes de vernos que nunca se materializan, con T. juego al tenis, con P. doy catequesis...

Hoy quiero hablar de tres amigos distintos. Nunca les he visto de cerca, ni he hablado con ellos. En cualquier caso, son amigos de verdad. Veo el mundo muchas veces con sus ojos, y le pienso con categorías que son suyas, nuestras. Se trata de Joseph Ratzinger, José Jiménez Lozano y Fiodor Dostoievski. Tres grandes. Recomiendo cualquiera de sus libros, aunque no para ir a ninguna fiesta, claro.

Aquí os dejo un poema de Jiménez Lozano que he releído después de un tiempo. Espero os guste:

El Precio 
Matinales neblinas, tardes rojas,
doradas, noches fulgurantes,
y la llama, la nieve;
canto del cuco, aullar de perros, 
silente luna, grillos, construcciones de escarcha;
amapolas, ancianos y desnudos
árboles de invierno entre la niebla,
los ojos y las manos de los hombres, el amor y la dulzura
de los muslos, de un cabello de plata, o de un color caoba;
historias y relatos, pinturas y una talla. 
Todo esto hay que pagarlo con la muerte.
Quizás no sea tan caro.

26 de agosto de 2012

El concierto a los colegios del Opus


Estos días se armado cierto revuelo con motivo de una Sentencia del Tribunal Supremo que justifica la denegación de conciertos educativos a colegios que escolarizan a los alumnos separando a los chicos y a las chicas.

Tras la sentencia, en seguida la polémica en la prensa, en la que abundan términos como: discriminación por razón de sexo, sexismo, o segregación. En este asunto, se me plantean dos reflexiones:

1. ¿Destinaremos dinero público a promover la candidatura olímpica de Madrid? Tengo mis dudas, en la medida en que el COI organiza unas Olimpiadas segregacionistas y sexistas, en las que se impide que hombres y mujeres compitan juntos.

Es evidente que no toda separación es discriminatoria. Los fabricantes de cuartos de baño de las gasolineras no son sexistas, aunque separen hombres y mujeres. Separar no significa marginar ni discriminar, siempre y cuando la separación obedezca a razones sólidas, y no arbitrarias. Y parece que los ritmos de aprendizaje de chicos y chicas es diferente, con lo que la separación no resulta injustificada.

2. Muchos medios de comunicación emplean en sus noticias sobre el tema los términos discriminación, sexismo, segregación. Son términos fuertes, de una gran carga connotativa. El término segregación viene de la segregación racial del apartheid. Discriminación y sexismo son también palabras duras. Emplearlas en el contexto educativo no es imparcial, y supone un prejuicio contra la educación diferenciada. Son términos inaceptables, vaya. Planteemos el debate en los siguientes campos semánticos: respeto de la diferencia, derechos de las minorías, uniformización estatalista, dogmatismo educativo, pensamiento único, etc. Nos irán mejor las cosas a los que defendemos la existencia de diversas opciones educativas.

23 de agosto de 2012

Distopías


Anoche terminé de leer "Un mundo feliz", de Aldous Huxley. En los últimos años he leído las cuatro distopías más populares de la primera mitad del siglo XX: 1984, El señor del mundo, Farenheit 451 y Un mundo feliz.

Las cuatro me han gustado mucho, y me parecen enormemente preclaras en sus previsiones. Las intuiciones más acertadas de cada una de ellas me perecen las siguientes.

Un mundo feliz. (1932, Aldous Huxley). En esta novela los hombres del futuro están esclavizados por el hedonismo y el placer, que les hace estar "a gusto" y no hacerse preguntas sobre el sentido de la vida o la verdad. El sexo, practicado sin ningún tipo de límite ni responsabilidad, es el opio del pueblo. También es interesante el pánico ante el envejecimiento o la soledad.

1984. ( 1948, George Orwell). De las cuatro, me parece la mejor novela en cuanto a argumento, aunque es profundamente pesimista. Es muy interesante cómo describe un mundo en el que nadie tiene intimidad, y el poder sabe qué hacemos y qué pensamos en cada momento. Es la novela del Gran Hermano.

El señor del mundo. (1904, Robert Hugh Benson) Describe un mundo globalizado con un gobierno mundial. Impera la dictadura de lo políticamente correcto, y bajo una pretendida tolerancia, se acosa a todo aquél que pretenda sostener una verdad diferente a la opinión generalizada. La Iglesia Católica, tan anclada en sus antiguas creencias, es el enemigo público número 1.

Farenheit 451. (1953, Ray Bradbury). Impresionante descripción de un mundo en el que los libros están prohibidos. Las personas viven narcotizadas por productos audiovisuales que invaden sus domicilios, cuyas ficciones superficiales colonizan sus neuronas convirtiéndoles en seres humanos infantiloides, consumistas e irrelevantes.

18 de julio de 2012

Yo no capitulo

Hoy otra vez me he acodado de Ionesco y su "Yo no capitulo", al que ahora se ha sumado Trofimovich con su "Yo no me rindo". Pues eso. Aunque me quede solo rodeado de rinocerontes. Aunque me echen de la función. A estos clásicos, hoy sumo al Chacón, que decía durante una bronca a voz en grito: "Nico, yo nunca comeré mierda porque mi padre no comía mierda. Y aunque todos coman mierda, pues yo no. Porque mi padre no me enseñó a comer mierda". El Chacón, una leyenda.

Ayer escuché en una conversación de autobús la expresión "poner en sordina". Me pareció estupendo, oye.
 Y a otro: "Es lo de Ortega, no es esto, no es esto". No sé si éste había leído Ortega o había hecho un curso rápido de como parecer culto y coger todas las llamadas de móvil.

14 de junio de 2012

Analfabetismo rampante


En la cabecera de un periódico en Internet, un anuncio con la siguiente pregunta: "¿Eliminar la pensión vitalícia de los políticos?"
Pues oye, ya que me preguntan, yo comenzaría por quitársela al Ministro de Educación que firma el título de educación básica del Mengano que formula la pregunta. Y se la retiraría de modo bitalicio.
El analfabetismo con ventanas a la calle toma posiciones. Todo es un único movimiento: las bermudas, las chancletas, y los puntapiés al idioma. No sé, tío, ya ves, una pena, pero en fin, qué le vamos a hacer, es como todo...

28 de abril de 2012

No sufrió nada...


Ante el fallecimiento de un ser querido, cada vez es más frecuente escuchar "bueno, al menos no sufrió mucho". A mí me parece un consuelo bastante pobre. La muerte es la culminación de una vida, su capítulo final. Al poner nuestro consuelo en que el finado no sufrió evidenciamos en primer lugar que uno de nuestros valores superiores es evitar el sufrimiento. Además, no sufrir es algo que -contando con las sedaciones paliativas- sucede o no sucede, y por lo tanto queda fuera del alcance de quien muere. Morir bien, por lo tanto, sin sufrir, es un hecho que queda al margen de su voluntad y de su vida, al albur del sino, del fatum.

En otras épocas el consuelo frente a la muerte era más magnánimo: murió como un valiente, murió con las botas puestas, peleó como un jabato. O más vocacional: cumplió su misión, llegó a la meta, murió por la causa.  O más religioso: ya está con Dios, se reunión con sus mayores. O más familiar: murió rodeado de los suyos, dejando una familia amplia y feliz.

Y eso porque los hombres de otras épocas -tan salvajes ellos, tan cerriles y poco modelnos- tenían una visión un poco más rica de la vida y la muerte, al servicio de algo grande: el bien, la virtud, Dios, una causa, la familia. Y no como una huida hacia delante, tantas veces desesperada, de cualquier dolor.

Ante el fallecimiento de un ser querido, entiendo el consuelo de "no sufrió", pero anteponerlo a consuelos tan bonitos y humanos como los aquí mencionados me parece una infantilidad. En cualquier caso, hay otro consuelo aún peor: "no se dió ni cuenta". Socorroco.

25 de marzo de 2012

Séneca y los gimnasios


Estoy leyendo las Epístolas Morales de Séneca. Para distinguir mi pedantería de la de los lectores de sobres de azucarillo cada vez tengo que hacer cosas más difíciles.
Pues bien, en una de sus cartas Séneca recomienda a Lucilio no dedicarse demasiado a los ejercicios físicos, y centrar sus esfuerzos en ensanchar su alma y su sabiduría. "Por mucho ejercicio físico que hagas, oh Lucilio, siempre será más grande y musculoso que tú un buey cebado".
Se conoce que el Séneca tenía su sorna, el tío. Si hoy levantara la cabeza.

11 de marzo de 2012

Lotófagos



Cuenta La Odisea que en su vuelta a Ítaca Ulises hizo una parada técnica en nosedónde, y que a sus hombres les dio por comer lotos, o algo así. Podría ir a Wikipedia a recordar bien la historia, pero bueno, me da igual. La idea es que comieron flores silvestres y perdieron la memoria. Estaban allí tan ricamente, ya se sabe, en plan Jauja, y se les pasaron las ganas de volver a su casa. De hecho, se les olvidó que tenían casa en otra parte.

El otro día me vino esta historia a la cabeza, y desde entonces me repito algunas veces al día: lotófagos.

Es una historia interesante para el hombre del siglo XXI. Cuántas veces somos un poco lotófagos, y por ver el mail, mirar el móvil, trabajar un poco más o ver la televisión nos olvidamos de a dónde vamos, de quiénes somos, de que hay miles de cosas más bonitas e importantes que comer lotos de mierda y olvidarnos de nuestra verdadera casa.

Lotófagos.

Lotófagos. Suena bien.

Lotófagos.

19 de febrero de 2012

Tonto-twitter


Ahora que cada vez leemos menos, tenemos más canales de comunicación. Lo malo es que casi nadie tiene nada relevante que decir. Menos mal que twitter, con mensajes de 140 caracteres, nos permite esconder nuestra ignoracia detrás de frases bonitas de sobre de azucarillo. Parecemos gente leída, y todo.
El otro día estuve en una conferencia (fui casi obligado, tranquilos) de Arcadi Espada, columnista de El Mundo. "La vida no tiene sentido, vamos a morirnos, y hay que ser optimistas", afirmaba en un alarde de funambulismo intelectual. Con dos cojones.
Personas que presuntamente seguían la conferencia por Internet, espigaban titulares de lo que iba diciendo Espada y los compartían en tweets, que aparecían en una pantalla detrás de la mesa del conferenciante. Me pareció patético. En primer lugar porque esas presuntas personas que seguían el acto por Internet creo que no existían. Prometería que era alguien de la organización haciendo el paripé desde la misma sala. Segundo, porque a ningún internauta le interesaban esos tweets inconexos y superficiales. Tercero, porque a los que estábamos en la sala nos distraían. Era como decirnos: como sois idiotas y vuestros cerebros sólo procesan mensajes cortos de 140 caracteres, os resumimos la conferencia.
Pero bueno, no lo olvidemos: hay que ser optimistas.

5 de febrero de 2012

El Quijote y Los demonios




Este verano leí la Segunda parte de El Quijote. Muy divertido, la verdad. Hay que pelearlo, claro, pero merece la pena. La sabiduría de Don Quijote, su sentido común, es sencillamente proverbial.



En Navidad me he atrevido con Los demonios, de Dostoievski. Ochocientas y pico páginas. La historia no es muy allá, pero por debajo de la misma late toda la tragedia del fin de la modernidad y la muerte de la metafísica, y sus consecuencias en el siglo XX y hasta hoy. De las ochocientas páginas, hay cuatro o cinco pasajes de unos pocos párrafos que merecen el esfuerzo de todo el libro. Es más, parece que todo el libro es una excusa para esos pasajes. El discurso de Stephan Trofimovich en el que se cuestiona qué es más importante, si un par de zapatos o Miguel Ángel, si Rafael o el petróleo, es una de las cimas del pensamiento occidental.



Qué pena que sea tan difícil leer estos libros. El ritmo de vida que llevamos y la instantaneidad de Internet nos hacen impacientes. Queremos historias cortas, impactantes, flashes de vida y emoción. Por eso nos cuesta tanto enfrentarnos a algunos clásicos, auténticos ladrillos de papel. Ánimo, merece la pena. Nos enseñan tanto de nosotros mismos...