23 de octubre de 2015

Cambio de hora y otras cosas


Llevo unas semanas con ganas de escribir, pero la verdad, no encuentro momento. Aunque sea de modo esquemático, querría dejar hoy por escrito tres cuestiones.

Cambio de hora
No me explico quién fue el figura que decidió que el cambio de hora en invierno lo hiciéramos un sábado de 3 a 4 de la mañana, en lugar de un lunes a las 12 del mediodía. Quizá podríamos darle una vuelta a esta cuestión.

Desabrocharse un botón
Qué momentazo durante una comida generosa, cuando mediado el segundo plato, uno disimuladamente se abre el botón del pantalón. Se da posteriormente un traguito al vaso de vino, y a seguir. Sólo puede hacerse -siempre disimuladamente-, cuando hay un poco de confianza.

La L en los coches
Llevar la L en la luna trasera de un coche es un estigma, un sambenito (bonita m antes de b en esta palabra). En lugar de suscitar comprensión y paciencia en el resto de conductores, la L saca lo peor de cada uno. Un invento de consecuencias imprevistas para el cándido norteeuropeo que lo alumbró. Aunque también todo depende de cómo se lo tome uno. A los pocos días de sacarse el carnet de conducir, a una hermana mía se le caló el coche en un semáforo. Ante los pitidos frenéticos de los conductores retenidos, que el cartel con la L no consiguió en modo alguno mitigar, mi hermana comentó tan pancha: "Pitad lo que queráis, cabrones. El carnet ya no me lo quita nadie". Pero claro, pocos conductores noveles tienen esa pachorra.

5 de octubre de 2015

Homenaje a Henning Mankell



Hoy ha muerto Henning Mankell, maestro sueco de la novela negra y creador de la saga del inspector Kurt Wallander. Pues bien, se me ha muerto un amigo. Como lector de los libros de Wallander (que leí en catalán para aprender valenciano, paradojas de la vida), me considero amigo de Mankell. La saga me gustó muchísimo: sentí una gran melancolía cuando cerré el último libro, y pensé: that's all folks.

Wallander es un buen tío, un gran policía y una buena persona. Es verdad que suele estar un poco triste, ojeroso y desbordado por los acontecimientos. Es verdad que es torpe en las relaciones humanas, y no sabe cómo tratar a su padre, a su ex-mujer, a su hija. Es verdad que se encuentra un poco desubicado en el mundo, siempre con una taza de café americano en la mano, con sueño, con el apartamento desordenado y con la ropa sucia pendiente de llevar a la lavandería. Pero coño, Wallander es un tío auténtico. Es un héroe de hoy, con sueño, arrugas y colesterol. Un naúfrago en el mar de inseguridades y cambios sociales que le ha tocado surcar, para el que todavía no se han dibujado cartas de navegación. Y así somos todos un poco. Luchando por el bien, intentando poner orden a nuestro alrededor, y soñando con encontrar un poco de sentido en una sociedad tan cambiante y contradictoria... Wallander es uno de los personajes literarios más reales de los he que he encontrado en mi vida, a quien mejor he conocido y a quien más me gustaría conocer.

Además de novela negra de la buena, cada episodio de Wallander denuncia injusticias y abusos que a nuestra sociedad le cuesta encarar: el tráfico de órganos, la trata de personas, los abusos sexuales a menores, la corrupción o el racismo.

Por todo ello, desde aquí quiero rendir hoy un sentido homenaje a Hening Mankell, a la vez que elevo una oración por su alma. Gracias por tus libros. Farewell, maestro. Hasta siempre, amigo.