3 de noviembre de 2014

Termómetro traidor



Esta noche he dormido muy mal. De madrugada, más lunes que nunca, me tomaba un café con el termómetro puesto. Estoy fatal, seguro que tengo fiebre. 37.5 por lo menos. Con eso me basta para volverme al pulguero. Me acabo el café. Aprieto el termómetro todavía un poco más, no sea que la cavidad entre el brazo y el pecho me haga perder unas décimas. Por fin me decido a mirarlo: 35.2. Menudo fraude. Me encuentro cada vez peor. Me meto en la ducha maldiciendo mi suerte. El lunes no ha hecho más que empezar.