19 de marzo de 2011

Proteger... ¿qué?



Me pregunto si la intervención en Libia tiene como fin proteger a la población civil, como aseguran nuestros periodistas y gobernantes; o proteger nuestro suministro de petróleo, ahora que Gadafi se ha mosqueado con quienes fuéramos sus amigos tanto tiempo. ¿Quién se preocupó de los libios mientras el bueno de Gadafi nos vendía petróleo sin rechistar?


Viva la democracia. La democracia del petrodólar y de nuestros panderos calientes. El pueblo libio, no nos engañemos, nunca nos ha importado una mierda.

6 de marzo de 2011

La caja de las galletas y los vasos de vidrio amarillo



Desde aquí quiero rendir un cálido tributo a dos objetos que encontrábamos en casa de nuestros abuelos, y que se están perdiendo irremisiblemente. Vivirán, al menos, en este rincón de Internet, que, ¡oh paradoja!, les rescatará de las fauces de Saturno, de la voracidad insaciable del devenir científico-técnico en el que vivimos. Son dos objetos con olor a abuela y a alcanfor (no sé exactamente qué es el alcanfor, pero me parece que pega aquí).

Se trata de la caja de las galletas y los vasos de vidrio amarillo (o incluso verde).

La caja de galletas contenía galletas de muy diverso tipo, y migas que se remontan a la soleada tarde en la Pío Baroja hizo su primera comunión. Nunca llegué a comprender por qué los abuelos españoles, con una unanimidad plebiscitaria, sacaban las galletas de sus cajas estándar y las metían en metálica "la caja de las galletas", con aquella extraña propiedad de reblandecerlas a medida que la galleta bajaba y bajaba hacia el fondo del recipiente.

Los vasos de vidrio amarillo (o incluso verde), tienen un carácter inefable. Nos traen a las mientes las películas interminables del día de navidad por la tarde, las trampas para encontrar el regalo del roscón de reyes, las meriendas de domingo lluvioso, el eructo irreprimido tras la coca-cola para el alborozo de los primos. Son parte de nuestra historia.

Junto a las cangrejeras y a los pantalones de pana, la caja de las galletas y los vasos de vidrio amarillo (o incluso verde), merecen un lugar en cualquier temario de educación para la ciudadanía.

2 de marzo de 2011

Paradojas




Presumimos de respetar al diferente, de acompañar al anciano, de ser solidarios. Se nos llena la boca al hablar de las ayudas a la dependencia. Repetimos como un karma que todos somos iguales. Abominamos de términos ofensivos como ciego, minusválido, subnormal. Todo esto está bien.


¿Pero no es cierto que hoy en día pasamos mucho menos tiempo con nuestros abuelos? ¿Visitamos menos a los enfermos? ¿Diagnosticamos el síndrome de Down y otras imperfecciones en los embriones y los eliminamos antes de nacer?


Parece como si a fuerza de repetir palabras grandilocuentes procurásemos disfrazar o disimular el egoísmo endémico que nuestra sociedad padece. Las palabras son importantes, pero pueden pronunciarse desde el sofá. Apaga Teledeporte. No dejes que viva la solidaridad la Consejería de Bienestar Social.


Que no le demos la razón al resabiado personaje shakespeariano que repetía: words, words, words...