2 de diciembre de 2010

Encantar



El verbo encantar es un verbo bonito. Cuando algo nos encanta, de alguna manera nos alegra, nos hechiza, nos enajena. Interesante esa relación entre la palabra "encantar" y el campo semántico propio de los cuentos de hadas, de la magia liviana. Una persona encantadora nos mantiene de puntillas, nos eleva por encima de la prosa de cada día.

Entre tanto ruido y tanto cantamañanas, todos los días podemos descubrir detalles con encanto: un cielo raso con nubes bajas, frías, el michelín de la camarera, echar la quiniela un martes nublado, tomarse un poleo menta bien caliente.

Hay que dejarse encantar, abrirse a la sorpresa y a la magia. Que se mueran los tristes y los agoreros, con su patético aire de intelectuales enteradillos. Hace no mucho le leí al Papa: "escucha bien, tu cielo va contigo".

24 de noviembre de 2010

En el asilo



Con un grupo de estudiantes en un asilo de monjas. Todos muy alegres con sus batas y sus bandejas, dando de cenar a ancianos con alzehimer -pastillas, dentaduras postizas, olor a puré. Al final hubo hasta baile con los abuelos, que con tanta moza joven no sabía exactamente lo que estaba sucediendo. Las monjas, encantadas -como siempre, todo sea dicho. Creo que disfrutaron más y mejor que en cualquier fiestecilla de fin de semana (¿las fiestas no eran para celebrar algo?), con una alegría sencilla, serena, y bastante primaria. Dudo de si ellos mismos se dieron cuenta. No creo que ninguno de ellos repita la experiencia. Qué pena.

10 de noviembre de 2010

La protomoral

5 de la tarde. En un congreso de bioética un estudiantillo de tercero de filosofía perora sobre emociones, valores, principios, Max Weber, la dimensión axiológica, la capacidad estimativa y la protomoral. Inquietante esto de la protomoral. Y no sé si es que a mí me pesan en exceso los dos huevos fritos con patatas que me he comido, y por eso no entiendo nada, o que el estudiante es un pedante hablando de constructos intelectuales tan grandilocuentes como hueros. Pongo cara de interés, me llevo el índice a los labios en actitud reflexiva, entorno los ojos, y me sumo plácidamente en el sopor académico que reina en el salón de actos.
Antes de que me venza el sueño pienso en mi abuela: hay más sabiduría en dos huevos fritos y la siesta que en toda protomoral.

7 de noviembre de 2010

Dos horas leyendo...



Ayer me puse a leer a las cinco de la tarde. Quince minutos y me voy a estudiar, pensé. Pues bien, al rato se veía muy mal con la luz de la ventana, y encendí una lámpara. Al rato, habían pasado dos horas. Eran las siete y cuarto, noche cerrada. Tenía la sensación post-western de media tarde, sin ganas de hacer nada. Muy pronto para cenar. Muy tarde ya para aprovechar la tarde. Una vaga sensación de haber perdido el tiempo. Pero me rehice. Los hombres libres son los que pueden hacer esto: leer dos horitas de corrido sin interrupciones. Y así se salva Europa.

A ver si el sábado que viene repito.

19 de junio de 2010

Sólo contra el mundo




Ayer comiendo con amigos de la academia de inglés, me vi defendiendo el "no" al aborto frente a cinco mujeres. Incómoda posición.

"¿Prefieres que un niño nazca de padres drogadictos y viva debajo de un puente?", me espetó una de ellas. Cambiando de tema, otra afirmó que quiere tacharse de la Iglesia pero que no le dejan. Y otra, que más de la mitad de los Papas habían sido homosexuales, que lo había dicho un amigo suyo. Yo no sabía si reír o llorar.

Así que hoy vuelvo a mi rincón para dejar constancia de mi perplejidad. Esta ausencia de rigor intelectual y de sentido común traen a mi mente negros presagios.

He de aprender a hacer una paella antes de que sea demasiado tarde.

21 de abril de 2010

Esperar en casa del vecino



Aunque no era lo común, algunas veces sucedía. Uno se olvidaba la llave, o llegaba a casa a una hora imprevista, y no había ni el tato. La alternativa no era llorar, jugar con el móvil, sentarse a esperar o ir al bar. Era llamar al timbre del vecino (en mi caso, los reaño o los puerta) y poner cara de pena con una medio sonrisa.

Los primeros impactos siempre eran los mismos: las pantuflas del propietario y el olor característico de cada casa -ninguna casa huele igual-. Te servían una coca-cola y eras aparcado delante de la televisión, el ordenador, o algún juego de mesa. Al rato oías ruido en casa, te despedías educadamente y llamabas a casa. Sonrisa entre los padres -muchas gracias y tal- y a hacer los deberes o poner la mesa.

Me pregunto si en educación para la ciudadanía, además de explicar cómo ponerse un condón, explicarán este tipo de conductas vecinales. o a lo mejor son reminiscencias tardofranquistas, qué sé yo.

20 de abril de 2010

Etiquetas



Soy una VAV (Volcano Ashes Victim). Vine a Londres a un congreso y desde el sábado estoy esperando que abran el espacio aéreo. Durante el congreso conocí a un profesor español, bastante mayor que yo, y estos días hemos hecho juntos un poco de turismo.

Es toda una experiencia pasar un día entero con una persona a la que no conoces de nada. Se habla de cosas de lo más dispares, a veces anodinas, a veces interesantes. Hay que ir buscando puntos en común, para que la conversación no languidezca.

Inconscientemente, uno va tratando de situar a su interlocutor en alguna de las categorías en las que clasificamos a la gente. Yo tardé varias horas. Al final lo conseguí, cuando en un ciber café mi compañero consultó las noticias en la web de dos medios claramente posicionados ideológicamente.

Las etiquetas nos ayudan a saber con quién estamos y desde dónde nos hablan. Y por eso son interesantes. Pero empobrecen mucho nuestra permeabilidad, nos previenen y activan nuestros prejuicios.

Me encantó la experiencia de estar tanto tiempo con una persona sin saber qué etiqueta ponerle. Creo que le traté mejor, sin encasillarle de partida. Y aprendí muchas cosas.

3 de marzo de 2010

Dieta Audiovisual



Estos son los gourmets de nuestra alma: Javier Bardem, George Clooney, Penélope Cruz, Tom Cruise, Nicole Kidman, Woody Allen, Amenábar, Natalie Portman, Peter Jackson, Almodóvar, Dani Martín, Shakira.

Si cada día comemos la basura que estos señores nos cocinan, no habrá libro de autoayuda que nos saque de lo hondo del pozo.

O cuidamos nuestra dieta audiovisual o estamos perdidos. De lo que se come se cría.

25 de febrero de 2010

Pascua



Conversando con T, me cuenta algunas costumbres bien indecentes de conocidos suyos. Aunque uno nunca se acostumbra a estos relatos, tampoco hay nada nuevo bajo el sol, y bien pensado, estos comportamientos desenfrenados son la cosa más común. Con Dios enterrado bien hondo y Aristóteles de vacaciones, lo único que nos queda es el momento presente. Si ya no hay alma, entonces hay que exprimir el cuerpo. Aquí-ahora-más.

Y así se va arrojando en la caldera del deseo la madera del tren sin ningún reparo y sin ningún límite. Pero… ¿y cuándo ya no quede más madera? ¿Y cuándo el tren se haya consumido irremediablemente, y la locomotora yazca en una vía muerta sin recursos, sin esperanza, sin nada entre las manos?

Quién sabe, a lo mejor entonces se asome una amapola entre las traviesas. Quizá para entonces quede gente con acopio de ternura, que esté dispuesta a compartirla sin pedir nada a cambio. Pobres, cobardes, supersticiosos, ingenuos, que con una sonrisa repitan su cantar: “siempre es un buen momento para empezar de cero, la mañana de pascua se reedita en el tiempo”.

22 de febrero de 2010

Acabar una tesis



Porque el último mes de embarazo es el más pesado e incierto, pero el más gozoso. Porque el último kilómetro de una maratón es el más largo, pero el más dulce. Porque las guerras las ganan los soldados cansados...

Voy a disfrutar y a trabajar y a sufrir como un LOCO estas últimas semanas de mi tesis doctoral. El paro me espera al final de este túnel. Más de cuatro millones de personas para abrazarme al término de mi carrera. Por ellos. Por todos. Sufrir y pelear hasta el final.

20 de febrero de 2010

Jubilación



Maruja, la secretaria del departamento, se jubila en dos semanas. Parece que hasta ahora había espantado la certeza de su retiro con actividad, bromas, encogimientos de hombros. Tácticas para convencerse del “todavía queda mucho”.

Pero ya no. Estos días se la ve tristona –aunque con una sonrisa-, melancólica. Va a echar de menos la universidad. El otro día nos invitó a un grupo de doctorandos a unos ferrerorrocher, y nos hicimos una foto juntos en una sala de reuniones. Cuando le invitamos a la defensa de las tesis, se alegró mucho. Así volveré con motivo, y nadie podrá decir “qué hace ésta por aquí”.

Luego nos contó que está a punto de tener su primera nieta. Y estaba bien contenta.

Me dejó muy buena sensación la conversación con Maruja. Jubilación, añoranza, nietos, alegría… Son los dorados tonos del otoño, que es un tiempo de cosecha y recogida.

Ni que decir tiene que muchos catedráticos nunca tendrán esa alegría, tibia y serena, de Maruja.

11 de febrero de 2010

En la Montaña de Cristal



El príncipe caminó largamente hasta que vio la Montaña de Cristal y en su cima en Castillo. Bajó del caballo y con no poco esfuerzo subió a la Montaña. Entró en el castillo. En el salón vio a la princesa. Estaba sentada frente a un televisor.

El príncipe quedó fascinado por la belleza de la princesa y supo que por fin se cumplía el destino que hasta entonces había estado buscando en vano por todo el mundo. Se acercó para depositar un beso sobre la frente de ella, despertarla de su sueño encantado y tomarla por esposa.

Sin embargo, cuando se le estaba acercando, echó sin querer una mirada al televisor. Se sentó junto a la princesa en el sofá y, habiéndose olvidado de momento del beso, también se puso a mirar la televisión.

(Cuento de Mrozek)

2 de febrero de 2010

Conferenciante


Hoy he dado una conferencia o clase, prgramada entre las 18 y las 20h. El público: alumnos de un máster, unos 50, que han empezado las sesiones de la tarde a las 16 h. Al minuto de empezar he comentado que pensaba terminar a las 19.30 o 19.40, no más tarde. Se ha hecho un tupido silencio, supongo que de alivio. Y he añadido: "esperaba obtener la primera ovación de la tarde tras este anuncio". Y la ovación se ha precipitado.

A las 19.30 he anunciado que estaba acabando. Que para quien quisiera, a partir de las 20 h. glosaría en el mismo aula las consecuencias jurídicas del tema. Silencio de nuevo. "Era una broma", he aclarado. Algazara general y segunda ovación.

Al terminar, no ha hecho falta suscitar el aplauso. Éste se ha derramado natural, cálido, cerrado.

Ha sido verdaderamente gratificante, y pienso que por estos tres aplausos -especialmente por los dos primeros- han valido la pena los esfuerzos de las últimas semanas.

30 de enero de 2010

Arreglar un pinchazo


Cuando la rueda de la bicicleta se pinchaba comenzaba un proceso encantador. Había que sacar la cámara de la cubierta. Hincharla una vez fuera, con una de esas bombas algo oxidadas. Coger un cubo lleno de agua –en el campo siempre era de metal, nada de plástico- y sumergir la cámara, mientras se la hacía girar, para descubrir dónde estaba el pinchazo: una hilera de burbujitas tarde o temprano lo delataba. Luego se secaba la cámara, se le aplicaba saliva –ignoro el misterioso motivo que justificaba este babeamiento, pero no me cabe duda de que lo hay-, se echaba pegamento y se ponía el parche. Por último, había que lijar ligeramente –bajo el ala aleve del leve abanico- los bordes del parche. Y se volvía a poner la cámara en la cubierta y a hinchar. Aunque claro, eso era lo de menos: después del ritual del parche a uno se le habían pasado las ganas de montar en bicicleta y ya estaba camino de la piscina. Porque las bicicletas son para el verano.

Por lo visto ahora resulta más barato comprar cinco cámaras nuevas en Decatlón que una caja de parches. Cosas de la modernidad.

21 de enero de 2010

Digamos sí a la reposición


Esta imagen la he tomado en mi colegio mayor. Entiendo que salir del cuartito con un rollo de cartón agotado en la mano puede resultar incómodo, o hasta humillante. Indudablemente, se presta a chistes fáciles. Ahora bien, tampoco comprendo la nacional reticencia a retirar el rollo y poner uno nuevo. Digamos no a la gandulería. Digamos sí a la reposición.

5 de enero de 2010

Cachas locas




Se dice continuamente que hemos superado por fin los clichés sexistas. Que la mujer florero y el macho hispano son conceptos superados. Se dice que vivimos en la sociedad del conocimiento.

Pues a mí que alguien me explique a qué viene entonces la "fiebre por la cacha" que nos embarga. La fiebre por la teta y por la cacha. Aquí todo el mundo se esfuerza por lucir escote o biceps con una persererancia y unanimidad dignas de asombro.

Mejor haríamos en desapuntarnos de ese club de la cacha, que al final todo lo que sube baja, o cuelga, como dice el refrán popular.

Qué bien iría España si por cada minuto de gimnasio, de espejo, de lectura del Marca o del Hola -auténticas sagradas escrituras de la cacha-, o de debate sobre el astrálago de CR9, fuera obligatorio leer una página de un libro, por malo que fuera. Joder, qué bien iría.