29 de agosto de 2024

Marías y Lewis

 Mi querido Orugario:

Me encanta saber que la edad y profesión de tu cliente hacen posible, pero en modo alguno seguro, que sea llamado al servicio militar. Nos conviene que esté en la máxima incertidumbre, para que su mente se llene de visiones contradictorias del futuro, cada una de las cuales suscita esperanza o temor. No hay nada como el suspense y la ansiedad para parapetar el alma de un humano contra el Enemigo. Él quiere que los hombres se preocupen de lo que hacen; nuestro trabajo consiste en tenerles pensando qué les pasará.

Arranque de la carta 6. 

Marías ya decía algo similar: no debemos preguntarnos qué va a pasar, sino qué vamos a hacer.

Para tenerlo en cuenta si escribo otra historia - del comentario de Antígona de Pedro Talavera

 Aristóteles subraya tres elementos constitutivos de una tragedia:

- La peripecia: acción que se vuelve en sentido contrario;

- la anagnórisis o reconocimiento: el hecho de pasar de la ignorancia al saber;

- y el acontecimiento patético: acción que provoca destrucción o dolor (una agonía, una herida, un duelo).

Además, hay un debate, una lucha, un agon, entre dos personajes principales, moderado por un coro que es, generalmente, una voz colectiva.

Estas ideas las saco de un ensayo de Pedro Talavera sobre Antígona  (contenido en su libro Derecho y literatura). Aquí dejo otras notas que me han resultado de interés:

El héroe trágico asume sobre sí el peso de lo fatal e ineludible. Hay en él una serena sabiduría que le conduce a los actos por los cuales habrá de sucumbir.

El héroe trágico es siempre culpable: Edipo y Antígona han violado efectivamente una ley. En cambio, el héroe judío (Abel) o el héroe cristiano (Jesús) son esencialmente inocentes.

En Antígona observamos muchas oposiciones antropológicas fundamentales: joven-viejo; mujer-hombre; individuo-sociedad; muertos-vivos; dioses-hombres. También jurídicas: deber-conciencia; derecho vigente-derecho ideal.

Cuando la fuerza trata de imponer certidumbres dogmáticas inamovibles, la opresión hace surgir nuevas Antígonas que no tardan en remitirse a una justicia más alta.

Antígona: encierra dentro de sí una grandeza que le permite actuar, en lugar de quedarse paralizada y lamentándose como su hermana Ismene.

25 de agosto de 2024

Tres libros que he leído este verano

Aquí dejo un comentario de tres clásicos que he leído este verano. Aprovecho para avisar de que últimamente utilizo el blog como cajón de sastre, para ir publicando cosas que escribo y no tengo dónde guardar. Espero que esta costumbre no desnaturalice mucho 10argumentos. Vorem.

 Este verano he leído tres clásicos: Grandes esperanzas (Dickens, 1860-1861), Padres e hijos (Turgueniev, 1862); y Almas muertas (Gógol, 1842). Poquito a poco vamos completando el canon. Respectivamente, les pongo un 8, un 9 y un 6,5.

Aquí dejo algunas impresiones sobre cada uno.


Grandes esperanzas cuenta la infancia y primera juventud de Pip, un niño de un contexto rural y pobre que recibe una misteriosa donación en su favor de un benefactor anónimo que le hará rico cuando alcance la mayoría de edad. Las expectativas o esperanzas asociadas a esa donación le hacen irse a vivir a Londres y cambiar su estilo de vida humilde –está destinado a ser herrero, como su cuñado- por otro algo esnob en la capital inglesa.

A lo largo de las páginas aparecen personajes muy bien caracterizados, entre los que destaco los siguientes.

-        Joe: cuñado de Pip, casado con su hermana mayor. Es un hombre sencillo y bastante simplón, pero que quiere profundamente a Pip.

-        Miss Havisham. Extraña señora que fue abandonada al pie del altar el día de su boda y que ha renunciado seguir viviendo, convirtiendo su casa en una especie de tumba congelada el día en que debió ser desposada.

-        Mr. Jaggers: abogado londinense frío y distante que inspira un temor reverencial a todo el que se acerca a él. Se encarga de los asuntos legales de Pip.

-        Biddy. Amiga de la infancia de Pip, con quien quizá Pip podría haberse casado y llegado a ser feliz de no tener tan grandes esperanzas.

La novela tiene un tempo tranquilo y lento, como todas las de Dickens, y no le falta un punto de humor irónico e inteligente. Muchos de los personajes son estupendos. Entre los temas que se abordan, destaca el de cómo las expectativas sobre lo que significa ser un caballero respetable influye en las personas, principalmente en Pip, quien, a pesar de ser el narrador, a menudo queda como un lechuguino o un pueblerino pretencioso. Quizá los tres personajes más entrañables de la novela –Joe, Biddy y Wemmick, un trabajador del despacho de Mr. Jaggers- son precisamente aquellos que no tienen especiales expectativas, en el sentido de que se conforman con lo que tienen y no viven pendientes de la opinión de los demás ni de las apariencias.


 En cuanto a Padres e Hijos, la novela me ha gustado mucho. Es una historia curiosa, sin un protagonista claro. La narración se articula en torno a tres grupos de personas y a tres lugares.

El primer grupo de personas son Arkadi y Bazarov, jóvenes veinteañeros con estudios universitarios que comparten una visión revolucionaria de la vida. Bazarov, que se declara nihilista a las primeras de cambio, es algo mayor que Arkadi y ejerce una gran influencia sobre él. Con un cierto adanismo, ambos desprecian las tradiciones, denuestan las convenciones sociales vigentes y tratan con una cierta displicencia a sus mayores.

El segundo grupo lo ocupan el padre y el tío de Arkadi y los padres de Bazarov. Se trata de personas de una generación anterior, que –aunque abiertas a los cambios políticos y sociales- observan con un punto de preocupación la deriva ideológica y el despego afectivo que detectan en sus hijos o sobrino.

El tercer grupo lo conforman dos hermanas: la hermosa Ana Odinstova, viuda cercana a los treinta, y su hermana pequeña, Katia. Tanto Arkadi como Bazárov quedarán pronto rendidos ante los encantos de Ana Odinstova, si bien esta se siente inclinada hacia Bazarov.

En cuanto a los lugares, la acción discurre entre la casa del padre de Arkadi, la de los padres de Bazarov, y la de Ana Odinstova.

El libro avanza mediante distintos encuentros y conversaciones, en los que se hacen patentes diferentes conflictos, fundamentalmente generacionales, ideológicos y afectivos. Turguénev describe de forma magistral los estados de ánimo, los sentimientos y la evolución interna de los protagonistas, sin tomar partido por ninguno de ellos ni abordarlos de forma moralista o maniquea. En muy pocas páginas –apenas 200- se presentan de modo profundo y muy matizado una amplísima gama de situaciones, paradojas y relaciones que a otros autores –especialmente rusos- les llevan tomacos de 700. Todo en el desarrollo de la trama es elegante y moderado, lejos de los arrebatos pasionales que caracterizan otras novelas rusas, particularmente las de Dostoievski.

A esperas de una relectura –que tengo pendiente para preparar un libro fórum-, y más allá de la genial descripción de los sentimientos de los personajes, me ha gustado especialmente el contraste entre las ideas y las experiencias de Bazárov, quien por lo visto es el primer nihilista retratado en una novela rusa, y pudo inspirar el personaje de Iván Karamazov. Conforme a su cosmovisión, todo en la vida tiene para Bazárov una explicación científica; resulta imprescindible impugnar y atacar cualquier sistema de valores establecido; y toda forma de amor es un puro sentimentalismo romántico despreciable. Sin embargo, tras el encuentro con Ana Odinstova, sus planteamientos racionalistas y nihilistas se tambalean. Aunque, como he dicho, Turguénev no hace juicios morales, resulta elocuente que Bazárov encuentre una cierta paz al final del libro ayudando a su padre médico a atender mujicks enfermos –en lo que supone un acercamiento a la realidad-, y (spoiler) fallezca joven tras contagiarse de una enfermedad mortal mientras realiza una autopsia, lo que bien puede ser una metáfora de los nefastos efectos que el nihilismo –una doctrina mortal- puede producir en un joven inteligente y prometedor. De esta enfermedad escapa Arkadi gracias al amor de Katia, que le rescata de los cantos de sirena de las doctrinas de Bazárov.

En resumen, un libro breve, profundo y ameno. Muy recomendable.

 

Vamos con Almas muertas. Publicada en 1842, se dice que es la primera novela moderna rusa. El propio autor la define como un poema épico en tres partes, y la asemeja con la Divina comedia, con su infierno, su purgatorio y su cielo. La versión publicada de Almas muertas se corresponde con la primera parte y algunos fragmentos de la segunda, cuyo manuscrito original el autor echó al fuego diez días antes de morir. La obra también ha sido comparada con El Quijote, ya que relata las andanzas de Chichikov y sus dos siervos por diferentes provincias de Rusia y sus encuentros con una galería muy particular de personajes. Sin ser crítico literario ni saber ruso, creo que ambas comparaciones son bastante generosas con el libro de Gógol, que por otro lado está a medio cocinar.

La trama de Almas muertas es sencilla. Chichikov, un funcionario retirado de mediana edad, escasos recursos y presencia estudiadamente distinguida, recorre diferentes provincias de Rusia con una peculiar intención: comprar campesinos muertos (almas muertas), cuyo deceso todavía no consta en los registros oficiales. Si bien parece que la intención de tan extraño negocio es obtener del gobierno la cesión de tierras para ser cultivadas por esos supuestos siervos, en ningún momento queda claro para qué quiere Chichikov esas almas exactamente. A lo largo del libro, Chichikov formula su propuesta a diferentes personajes, cuyas reacciones resultan muy variadas, en función de su carácter.

El nervio de libro no es otro que dichos encuentros y su contexto: el paisaje, la situación de cada aldea o hacienda que Chichikov visita, las isbas de los siervos, la casa de cada terrateniente, el recibimiento que hace de Chichikov y su reacción ante tan extraña propuesta. El libro combina un tono descriptivo y realista con algún pasaje humorístico, cuando no kafkiano. El viaje de Chichikov es empleado por Gogol para describir el paisaje y el alma rusos, a través de los diferentes caracteres que va presentando, la mayoría de ellos muy caricaturizados.

La historia no me ha enganchado demasiado y, para terminarla, he tenido que remar. Supongo que en parte es porque se trata de una obra inacabada, en la que de antemano se sabe que no hay cierre ni final. En cualquier caso, el libro tiene pasajes interesantes, que revelan un gran conocimiento del alma humana, con sus grandezas y miserias, y otros realmente divertidos. En particular, destaco el Capítulo IX (de la primera parte), que da cuenta de cómo el prestigio de Chichikov en una determinada ciudad se esfuma en pocas horas tras la propagación de bulos y medias verdades realmente hilarantes. También me ha resultado sugerente una idea que se repite mucho en relación con las burocracias y los funcionarios: para tomar decisiones adecuadas hay que estar cerca de los problemas y conocer de primera mano las situaciones, y no decidir a miles de kilómetros escribiendo expedientes de papel que nada tienen que ver con la realidad.

Toda la obra destila un gran amor a lo ruso –particularmente, al idioma- y un cierto propósito moralizante, a pesar de las dudosas trazas éticas del protagonista, que es un comercial encantador pero con pocos escrúpulos, como evidencia el propio objeto de su negocio.

En conclusión, sensación parecida a la que me quedó tras leer Moby Dick. Aunque no he terminado de captarlos, he disfrutado de algunos pasajes, he cogido el aire del libro y ya puedo decir que los he leído. Bien está.