
Joder, cómo pinchaba en el empeine la hebilla para cerrarlas. Y qué incómodo era andar con ellas por las piedras o caminos de tierra, se te metían piedrecitas y palitos en la planta del pié. Por otro lado, si eran heredadas -y siempre lo eran, unas "cangrejeras de primera mano" son un oxímoron- y te quedaban un poco grandes o un poco pequeñas, aquello era un auténtico sufrimiento. Y te dejaban la piel marcada. Además, no eran nada fashion, sino que recordaban un poco a verano azul y al Piraña, que si no me equivoco, tenía un par de cangrejeras blancas.
Pero bueno, a pesar de todo, las cangrejeras han sido parte de nuestra infancia. Desde aquí quiero rendirles un tributo sentido y conmovido, y animar a aquel que quiera a adquirir un lote de 20 pares -suficiente para abastecer a toda una familia durante dos o tres generaciones- por el módico precio de 5 € la unidad. No hay que dejar pasar esta oportunidad. Para efectuar este gesto de comunión con nuestros mayores,
pincha aquí.