2 de febrero de 2010

Conferenciante


Hoy he dado una conferencia o clase, prgramada entre las 18 y las 20h. El público: alumnos de un máster, unos 50, que han empezado las sesiones de la tarde a las 16 h. Al minuto de empezar he comentado que pensaba terminar a las 19.30 o 19.40, no más tarde. Se ha hecho un tupido silencio, supongo que de alivio. Y he añadido: "esperaba obtener la primera ovación de la tarde tras este anuncio". Y la ovación se ha precipitado.

A las 19.30 he anunciado que estaba acabando. Que para quien quisiera, a partir de las 20 h. glosaría en el mismo aula las consecuencias jurídicas del tema. Silencio de nuevo. "Era una broma", he aclarado. Algazara general y segunda ovación.

Al terminar, no ha hecho falta suscitar el aplauso. Éste se ha derramado natural, cálido, cerrado.

Ha sido verdaderamente gratificante, y pienso que por estos tres aplausos -especialmente por los dos primeros- han valido la pena los esfuerzos de las últimas semanas.

3 comentarios:

Pablo dijo...

Enhorabuena... me alegro un montón.
Saludos.

Willy García dijo...

si hubieras dicho que no entraba para examen, hubieras tenido una cuarta ovacion

scratch toulousain dijo...

Ye, Johny!!

Es cierto lo de la clase de Master??? Qué caña! Espero que haya otras, y que te lleves más ovaciones como esas. Aunque, todo sea dicho, a los profesores a los que admiro nunca les he ovacionado... Ellos conseguían que los alumnos se mirasen entre sí con una media sonrisa de admiración... Eso ya vendrá con el tiempo!