El verbo encantar es un verbo bonito. Cuando algo nos encanta, de alguna manera nos alegra, nos hechiza, nos enajena. Interesante esa relación entre la palabra "encantar" y el campo semántico propio de los cuentos de hadas, de la magia liviana. Una persona encantadora nos mantiene de puntillas, nos eleva por encima de la prosa de cada día.
Entre tanto ruido y tanto cantamañanas, todos los días podemos descubrir detalles con encanto: un cielo raso con nubes bajas, frías, el michelín de la camarera, echar la quiniela un martes nublado, tomarse un poleo menta bien caliente.
Hay que dejarse encantar, abrirse a la sorpresa y a la magia. Que se mueran los tristes y los agoreros, con su patético aire de intelectuales enteradillos. Hace no mucho le leí al Papa: "escucha bien, tu cielo va contigo".
1 comentario:
Es fácil el comentario, me encanta.
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