20 de octubre de 2017
Sentimientos irracionales
Desde que conduzco un coche cuyo motor se detiene en los semáforos, a veces algo dentro de mí protesta cuando el semáforo se pone en verde demasiado pronto. Y pienso: "¿no podría seguir en rojo un rato más?". ¿Soy el único a quien le pasa?
Las monedas de dos euros molan. Son como las antiguas de 500 pesetas. Transmiten la sensación de poderío, de holgura, de suficiencia. No hay café ni refresco que se les resista, así, de normal. Prestar un euro es de gente cutre. Los euros sueltos se regalan. Ahora bien, desprenderse de una moneda de dos euros ya pica. Mientras esta mañana venía reflexionando sobre todo esto, he caído en la cuenta de que los billetes de 5 euros generan en mí sentimientos totalmente opuestos. Siempre arrugados, hermanos pequeños del billete de 20 -e incluso de 10, ya ves tú-, dan la impresión de estar siempre como acomplejados, de llegar justos a todas partes, de no ser nunca bastante. Son un sí pero no.
Llámame loco, pero me siento más feliz cuando llevo en el bolsillo una moneda de dos euros que un billete de cinco.
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1 comentario:
Me pasa exactamente lo mismo, esas monedas tienen el aspecto de lo que representan, al contrario de los húmedos y escuchimizados billetes de 5, irrelevantes.
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