14 de diciembre de 2020

Defender los propios principios



Una pizza.

Cuatro natillas.

Dos donuts de chocolate.

Una caja de bombones Lindt, para celebrar mi cumpleaños.

Y una cerveza Amstel Oro.

A medida que iba depositando los efectos de mi compra en la cinta negra de la caja del supermercado me he ido sintiendo cada vez peor. Como culpable, avergonzado. No llevaba entre las manos nada light, nada verde, ni un mísero aguacate. 

Creo que solo entonces he cobrado lúcida conciencia de cómo la presión social -no por difusa, menos fuerte- puede configurar casi imperceptiblemente mi conciencia y mis decisiones.

Mientras una cajera de mirada severa iba disparando con su pistola los códigos de barras del cuerpo de mi delito, he tenido tiempo de correr al expositor de dulces y coger casi sin mirar cuatro o cinco bolsas de gominolas que he añadido apresuradamente a mi compra.

El sentimiento de culpa se ha desvanecido  y ha dejado paso a la satisfacción del deber cumplido. La defensa de los propios principios exige determinación, heroísmo y rapidez.

No hay comentarios: