7 de diciembre de 2020

No caigas en la tentación

 


 Nos acercamos a fechas interesantes. Dejando de lado consideraciones religiosas -las más importantes, todo sea dicho-, las navidades nos sumergen en un ritmo frenético de cenas de empresa, reuniones familiares, compromisos y regalos.

Aunque anualmente hacemos buenos propósitos y el black friday nos ayuda a no perder el foco, lo cierto es que muchas veces llega el 5 de enero y tenemos deberes pendientes. Por mucho que uno se prodigue ese día, difícilmente alcanza a adquirir todo lo que se ha propuesto. A medida que avanza el día, las miradas en las colas de los centros comerciales revelan una mayor ansiedad. Hay un ríctus de tensión en las sonrisas, que apenas pueden encubrir la angustia ante la amenaza del regalo fallido.

Parcialmente derrotado, uno vuelve a casa y toma la nefasta decisión de aferrarse al último clavo ardiendo. A ese clavo al que prometió no volver a agarrarse nunca más. Acude al ordenador y, con WordArt o en el power point, prepara un "vale" y lo imprime. Imprimirlo en una cartulina o introducirlo en una carpeta de plástico no son sino lamantables intentos para ocultar inútilmente nuestras vergüenzas, meras hojas de parra que no disimulan lo evidente.

Si el 5 de enero, esa tarde fatídica, te sorprende con regalos pendientes sé fuerte. Resiste a la tentación de imprimir un rastrero vale y afronta con madurez tu propio fracaso. El vale empeora las cosas, obligando a sonreir farisaicamente a su justamente cabreado receptor. Mejor no regalar nada, aceptar la derrota con elegancia y esperar a un día gris de no cumpleaños para entregar por sorpresa el regalo ausente.

Yo ya he preparado un vale, que tengo debidamente envuelto y plastificado. Lo llevaré guardado en una carpeta a todas mis reuniones navideñas. Y si en alguna de ellas recibo un vale, contraatacaré con el mío, en el que está escrito en letras mayúsculas: "Vale por una vez. A la próxima os mandaré a paseo a ti y a tu pseudorregalo, ¿vale?".

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