No soy muy de zarzuelas, la verdad. Y desde ayer, que fui a la primera con J. y B., creo que todavía lo soy menos.
Pues bien, a pesar del rollazo de la obra, me valió la pena ir para ver los tres o cuatro bailes -dos de ellos, en la penumbra de los interludios- de la bailarina principal. Su cuerpo, su talle, sus movimientos contenidos, sus curvas medio adivinadas bajo una blusa blanca y una falda larga verde, eran una pura delicia, una alegría. Ni una sombra de erotismo que empañara o distrajera de la simple contemplación de su figura, del hechizo de su baile. Nada sucio, ningún recurso barato -tan al uso, rosalía- para llamar la atención. Y la gracia de su cuerpo, de su baile y de la música -sin trampas- sojuzgaban. Muy difícil y muy bonito.
Habrá que recompensarlo. La defensa del patrimonio nos compete a todos. Habrá que ir más a ver zarzuela.
(Entrada en construcción. Le falta una pulidita)
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