25 de junio de 2023

Nadie da tanto por tan poco

 

Beber agua con gas mola. Bueno, beberla no: pedirla. Beberla a veces es consecuencia de un puro error que cometemos en el duty-free del aeropuerto. Y entonces no mola. Nadie bebe con gusto agua con gas en una triste botella de plástico verde haciendo cola en la puerta de embarque. Puaj.

Pero pedirla en un bar es lo máximo. Genera un áurea de exclusividad difícilmente igualable. Sobre todo si uno la  pide con autoridad, sin justificar su elección en un ligero dolor de estómago o un persistente reflujo.

Pedir agua con gas te eleva por encima de tus acompañantes, que satisfacen su sed o mitigan su calor con vulgares refrescos o cervezas. Quien bebe agua con gas no está atado a esas necesidades fisiológicas o la urgencia del placer, tan propias de persona que anhela, que suda. Que se abalanza sobre las patatas fritas. Tan propias de tío del Atleti. No.

Terminando este post he pensado que seguramente Pep Guardiola pida agua con gas en los bares. Y entonces se me han empezado a pasar las ganas de hacerlo yo. Aunque bueno, también podría ser que Pep perteneciera al club de los fantasmas que, no contentos con  pedir agua con gas, todavía preguntan al camarero: "¿Cuáles tienes?"

Esa posibilidad me ha tranquilizado no  poco. Resistiré la tentación de elevarme tanto y preguntar por la gama de aguas con gas que hay en la carta. Pediré agua con gas, a secas. Y haré un esfuerzo por beberla como si me gustara. Construir un prestigio tiene su precio.

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