13 de abril de 2025

Mi mejor abrazo

Admito que padezco un ligero prejuicio antiandaluz. Sin llegar a los extremos de mi hermano, eso sí, que proclama que prefiere hacer un viaje en autobús al lado de un obrero sudoroso que de un andaluz simpático.

Pero lo cortés no quita lo valiente, y también hay que reconocer que hay algunos andaluces con una clase y una elegancia superior. 

Hace unos meses coincidí en un congreso con E., catedrático de renombre en la disciplina. Me presenté y le hablé de un libro que estaba terminando, que pude enviarle unas semanas después.

Pues bien, a vuelta de correo recibo en la Facultad una copia de uno de sus manuales -monumental, por cierto- con un tarjetón de su Universidad de cartulina verjurada, en el que con trazos gruesos, de pluma estilográfica, me agradece el envío, aplaude mi investigación y se despide con un sin par: "Mi mejor abrazo, E.".

"Mi mejor abrazo, E."

Qué maestro. No voy a copiarlo, claro está. Me quedaría grande: no tengo su clase ni su estatura (el tío mide 1.90). Y tampoco tengo el genio que da -preciso es admitirlo- ser andaluz.

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