Tomando café con B., comentábamos con tono apocalíptico que entre la (pseudo) IA, los apagones, las pandemias y la amenaza nuclear quizá lo más sensato era retirarnos tierra adentro y dedicarnos a la agricultura y la ganadería de subsistencia en un pueblo de Teruel, alejados del ruido mundanal.
- De todas formas, yo lo tengo difícil -comenté-, porque a día de hoy no sé distinguir una tomatera de una lechuga.
- No te preocupes -terció con una sonrisa B., quitando hierro a mi ignorancia-. En esas sociedades se vive del trueque, con lo tú aportarás unas cosas en las que estés especializado y recibirás las demás.
- ¿Piensas que podré intercambiar clases de Derecho administrativo por comida?
- No sé. A lo mejor sí que deberías preocuparte.
Terminamos el café en silencio, mirando pensativos el fondo de nuestras tazas.
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