Hace unas semanas fui a dar un paseo por la Sierra Calderona con dos antiguos alumnos, A. y N. Nos acompañó J., amigo de A. que dejó a medias sus estudios y trabaja de operario en una fábrica de cartón. Me pareció una persona alegre y un punto simple.
Hablando de todo un poco en la cumbre del Pico Espadán, salió en la conversación un colega de otro departamento, a quien también habían tenido de profesor. No estaban demasiado satisfechos con la experiencia, no recuerdo por qué.
- Pues el tío es un máquina -comenté yo-. Publica muchísimo y está avanzando como un cohete en la carrera académica. Vamos, que es un achiever, un triunfador.
- No lo pillo -terció J. mientras daba un mordisco a su manzana-. ¿Para qué quiere triunfar un profesor? ¿No se trata de que triunfen sus alumnos?
Bajé de la montaña pensando que quizá ni J. era tan simple ni yo tan espabilado ni mi colega el achiever un buen profesor.
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