6 de marzo de 2011

La caja de las galletas y los vasos de vidrio amarillo



Desde aquí quiero rendir un cálido tributo a dos objetos que encontrábamos en casa de nuestros abuelos, y que se están perdiendo irremisiblemente. Vivirán, al menos, en este rincón de Internet, que, ¡oh paradoja!, les rescatará de las fauces de Saturno, de la voracidad insaciable del devenir científico-técnico en el que vivimos. Son dos objetos con olor a abuela y a alcanfor (no sé exactamente qué es el alcanfor, pero me parece que pega aquí).

Se trata de la caja de las galletas y los vasos de vidrio amarillo (o incluso verde).

La caja de galletas contenía galletas de muy diverso tipo, y migas que se remontan a la soleada tarde en la Pío Baroja hizo su primera comunión. Nunca llegué a comprender por qué los abuelos españoles, con una unanimidad plebiscitaria, sacaban las galletas de sus cajas estándar y las metían en metálica "la caja de las galletas", con aquella extraña propiedad de reblandecerlas a medida que la galleta bajaba y bajaba hacia el fondo del recipiente.

Los vasos de vidrio amarillo (o incluso verde), tienen un carácter inefable. Nos traen a las mientes las películas interminables del día de navidad por la tarde, las trampas para encontrar el regalo del roscón de reyes, las meriendas de domingo lluvioso, el eructo irreprimido tras la coca-cola para el alborozo de los primos. Son parte de nuestra historia.

Junto a las cangrejeras y a los pantalones de pana, la caja de las galletas y los vasos de vidrio amarillo (o incluso verde), merecen un lugar en cualquier temario de educación para la ciudadanía.

2 comentarios:

Cristina dijo...

Los vasos amarillos o incluso verdes! Me ha hecho mucha gracia. Yo soy una defensora de las latas de galletas... Que bien se conservan!

José Ángel dijo...

Yo sigo manteniendo la caja metálica para guardar las galletas.