18 de octubre de 2013
Son de los nuestros
Ayer estuve una hora en un colegio para niños deficientes y con problemas muy profundos. Creo que había unos veinticinco niños. Ninguno de ellos podrá llevar una vida normal. No hablan, muchos no oyen o no ven. Casi ninguno puede andar. Se debaten en un estado intermedio más o menos consciente o vegetal, desde el vientre de su madre o desde una complicación médica en el parto o a las pocas horas de vida. Son juguetes rotos.
La experiencia, que espero repetir semanalmente cada jueves, es fuerte. Pensé mucho en unas palabras de Benedicto XVI en la JMJ de Madrid: "la humanidad necesita un tesoro de piedad y compasión para acompañar a quienes sufren". Y también: "la calidad moral de una sociedad se mide por cómo trata a sus seres más débiles y vulnerables". Recordé también muchas de las palabras del Papa Francisco.
Frente a estos niños no hay razones que valgan. Sólo cabe un silencio respetuoso. Y descubrir que nuestra mejor parte -esa tan escondida entre facturas, planes y gestiones del trabajo- brilla en nuestros ojos cuando miramos, acariciamos y hacemos compañía a esos niños que no han tenido suerte.
Esos niños, y sus padres, son de los nuestros, y no vamos a dejarles en la estacada.
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1 comentario:
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Drulo
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