24 de enero de 2014
Tiene nombre
No me gusta que haya gorrillas. Es incómodo bajarse del coche y sentir su mirada exigiendo dinero, cuando la plaza donde has aparcado estaba allí, y la has visto tú. Pero claro, son pobres. Hay que tratarles bien. Por lo menos no despreciarles. Me debato pues entre esos sentimientos: rechazo, enfado, pena y compasión.
Esta mañana cuando me iba a trabajar he visto de lejos al gorrilla de mi acera, y he pensado: "voy a avisarle de que me voy y queda un sitio libre". No sé, una buena acción. Le he hecho un par de ruidos o silbidillos, pero no se ha dado por aludido. En éstas, una camarera de una cafetería que presenciaba la escena mientras colocaba sillas me ha dicho: "Isaac". Así que he gritado: "Isaaaac". El moreno ha venido agradecido, con un trotecillo cochinero, a la caza de unos céntimos tempraneros. Le doy las gracias a la camarera y me contesta: "gracias a ti".
Mientras me alejaba con el coche, pensaba: "Isaac. El tío se llama Isaac". Tras siete meses en el barrio, cruzándomelo a diario, no había caído en que el gorrilla tenía nombre. Y la camarera, en quien tampoco había reparado nunca, se lo sabía. Los gorrillas tienen nombre.
No me gusta que haya gorrillas. Es incómodo bajarse del coche y sentir su mirada exigiendo dinero. Pero tienen nombre. Isaac. Intentaré que no se me olvide.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Me ha gustado. Yo te sigo leyendo Juanxo.
Drulo.
Publicar un comentario